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Salud ocular: cuatro hábitos cotidianos que dañan tus ojos

Lentes de contacto mal utilizadas, maquillaje que no se retira, calefacciones… Los enemigos de nuestros ojos se multiplican en nuestro día a día

Salud ocular: cuatro hábitos cotidianos que dañan tus ojos

Seguramente, de todas las revisiones médicas que nuestro cuerpo pasa de manera frecuente, las que tienen que ver con la salud ocular o con las ojos pasen relativamente desapercibidas. Es habitual que pasemos por la consulta del dentista al menos una vez al año o que nos hagamos análisis de manera periódica. Sin embargo, incluso cuando sufrimos algún defecto de refracción (como la miopía o la hipermetropía) o utilizamos lentes de contacto, dejamos en un segundo plano las revisiones periódicas.

La realidad es que, padezcamos o no alguno de estos problemas, nuestros ojos sufren de manera diaria pequeñas agresiones de las que no somos conscientes. Acostumbrados a no sufrir problemas de visión en la juventud, la realidad es que en España hay un 39% de población miope, datos que en el futuro podrían llegar al 50% de la población total. Dato que también refrenda la Organización Mundial de la Salud, que también indica que una de cada dos personas en el año 2050 serán miopes.

De hecho, según el Informe de la Miopía en España elaborado en 2021 por Clínica Baviera, la franja de edad de 18 a 35 años, sin importar género, está cerca del 50% de miopes y, además, un 80% de los españoles sufren algún problema de visión o vista. Una veda que se abre también en torno a los nativos digitales, pues nunca antes hubo tanta población joven con alteraciones de la salud ocular.

Estas apreciaciones también llegan desde el Informe Prevalencia de la miopía en los jóvenes en España de 2018. Hablan de cómo un estilo de vida más sedentario donde las pantallas son importantes como posible causa de incidencia en la miopía. Teléfonos móviles y smartphones; tablets y ordenadores son, como veremos a continuación, parte de esos causantes de ciertos problemas oculares.

Salud ocular: la agresión externa a los ojos a la orden del día

Solo la noche suele ser el momento en que nuestros ojos realmente descansan. El resto del día, la vista es un sentido que apenas conoce la pausa, ya sea en la vida laboral o en la vida personal. Por eso, tener en cuenta pequeños gestos para aliviar a nuestros ojos es más que conveniente.

Una forma de distender la visión y dejar de concentrarnos en un mismo punto es mirar a lo lejos. Basta con estar sentados en una silla y dirigir la mirada a una cierta lejanía en las cuatro direcciones (arriba, abajo y a los lados). También podemos hacer un pequeño ejercicio de relajación de párpados, haciendo un masaje delicado y circular sobre ellos. Además, también conviene hacer ejercicios de rehidratación ocular, abriendo y cerrando los ojos, para lubricar los ojos.

De esta manera podríamos combatir ciertos malestares, no graves pero sí molestos, como es la fatiga oftálmica (que no debe confundirse con la presbicia o vista cansada) o el síndrome del ojo seco. A ellos además podemos contribuir negativamente con ciertas actitudes cotidianas, apenas perceptibles, que lastran la salud ocular.

Frotarse los ojos

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Frotarse los ojos a menudo y con fuerza puede acabar lesionando la córnea. ©Gtres.

Este gesto, muy habitual cuando estamos cansados, especialmente al final del día es uno de los pequeños incordios a los que someter a nuestros ojos. A veces surge además como respuesta o reacción ante una alergia, ya que suelen causar rinitis o rinorrea, además de abundante lagrimeo. Por eso, el enrojecimiento de ojos suele venir acompañado de este gesto.

A pesar de parecer un gesto inocente, el frotamiento ocular puede contribuir a desarrollar el queratocono, según explican desde Euro Canarias Oftalmológica. Cuando los frotamos, deformamos la córnea y la debilitamos, disminuyendo también la visión. Este queratocono es una alteración ocular por el adelgazamiento de la zona central de la córnea (que es la que se encarga de recibir la luz en el ojo y de la que depende que veamos con claridad).

Si se empieza a formar este queratocono, la forma esférica de la córnea muta a una forma cónica. Cuando aparece, se forma un astigmatismo irregular que distorsiona la imagen y disminuye la visión. Además, frotarse los ojos —sobre todo con las manos sucias— puede desembocar en ciertas enfermedades como la conjuntivitis (inflamación de la conjuntiva) o la blefaritis (inflamación del párpado).

Ver la televisión a oscuras

Uno de los hábitos más comunes, bien sea televisión o cualquier tipo de pantalla mientras disfrutamos de una serie o película es apagar la luz. De esta forma, veremos menos reflejos sobre la pantalla y nos concentraremos en la película, evitando también distracciones externas. Sin embargo, este contraste no le hace bien a nuestro iris y a nuestra retina, que se tendrán que encargar de procesar lo visto.

El iris se encarga de gestionar la pupila en base a contracción y expansión en función del entorno. Si es muy luminoso, aumentará su tamaño. Si es oscuro, la contrae. La retina, por su parte, aloja los fotorreceptores que nos permiten adaptarnos a la oscuridad y a los conos, unos pequeños instrumentos que nos permiten ver el color.

Sin embargo, cuando vemos la televisión a oscuras o con la luz apagada, mandamos una señal contradictoria a nuestros ojos. Por un lado se tienen que adecuar a un ambiente oscuro y por el otro se tienen que centrar en una pantalla brillante. Por este motivo, el cerebro interpreta que hay que aumentar la fotosensibilidad y ordena al iris expandirse. Cuando esto se produce de forma continuada, empieza a aparecer la fatiga y el cansancio ocular, que además pueden acarrear dolor de cabeza.

Ambientes muy secos

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Los ambientes muy secos provocan la deshidratación ocular y favorecen ciertas enfermedades como el síndrome del ojo seco. ©Gtres.

No hay momento del año en el que la sequedad ambiental no complique nuestra salud ocular. El invierno, acompañado de frío o viento, suele suponer una humedad relativa baja, tanto dentro de los hogares como en exteriores. Por su parte, el verano también viene aparejado a una reducción de la humedad relativa baja.

Si a ello les sumamos la presencia de aires acondicionados, bombas de calor o calefacciones, factores que contribuyen a resecar aún más el ambiente, topamos con que nuestros ojos tienen que hacer frente a esa situación. Por este motivo, el síndrome del ojo seco, el escozor o la sensación de tener arenilla en los ojos aumenta en esos momentos.

Enfrentamos de esta manera a nuestra salud ocular y a la secreción de lágrimas, que deberían hidratar la superficie ocular, a un ambiente que las evapora antes de que puedan ayudarnos. Para evitarlo, tanto en verano como en invierno, conviene tener humidificadores en las habitaciones más secas. En ese mismo sentido, también deberíamos utilizar lágrimas artificiales para lubricar de manera periódica nuestros ojos.

No utilizar gafas de sol

Es muy frecuente que nos confiemos respecto al sol en lo que a salud ocular se refiere. Sin embargo, es normal que protejamos nuestra piel a través de distintas cremas solares. Por desgracia, nuestros ojos no tienen ese tipo de barreras pero sí una buena aliada: las gafas de sol.

Sin embargo, no todo vale y debemos buscar aquellas cuyos cristales protejan de los rayos UV. Si no se hace, el daño que la exposición directa al sol y a la luz puede suponer la aparición de cataratas, degeneración macular, fotoqueratitis o pterigión.

Además, tampoco debemos confundirnos y pensar que, por estar en un día nublado, el daño solar no existe, ya que la radiación sigue presente en los tres tipos de rayos (UVA, UVB y UVC). Por este motivo, para garantizar la salud ocular, debemos utilizar gafas de sol cuyo filtro UV esté homologado.

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