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Tres enemigos de tus ojos durante el verano y cómo protegerte eficazmente de ellos

Un rato de playa, una terracita al sol, un momento de aire acondicionado… Parecen inocuos, pero tu salud ocular no aplaude su aparición por estos motivos

Tres enemigos de tus ojos durante el verano y cómo protegerte eficazmente de ellos

Una mujer tomando el sol. | ©Pixabay.

A ti te sienta genial el verano, pero tus ojos, si hablasen, seguramente no dirían lo mismo. Como tantas otras partes de nuestro organismo, nuestra salud ocular tiende a resentirse durante las vacaciones. Le hacemos un flaco favor al estómago, a nuestra piel e incluso al ritmo de nuestro descanso, aunque la agresión a los ojos no se queda corta.

La realidad es que hay elementos la mar de veraniegos —algo casi irónico— que no le vienen nada bien a los ojos. Puede ser por distintas infecciones, ya sean bacterianas o víricas, pero también pueden ser por ciertos condicionantes externos a los que no siempre les prestamos tanta atención.

Los enemigos pueden estar en el césped de una piscina, en el propio agua —aunque sea playa, piscina o río— o con elementos tan triviales como la propia arena de la orilla del mar. No son los únicos porque además ciertas pautas comunes en nuestros hábitos estivales pueden suponer una losa para nuestros ojos.

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Utilizar gafas de bucear puede ser una buena herramienta para proteger nuestros ojos en el agua y fuera de ella. ©Unsplash.

Piensa en la forma de hidratarte —los ojos, con sus reservas, también necesitan una cierta hidratación— pero también piensa en la forma en la que te proteges del sol, rey del verano. A veces pasan desapercibidos y, sobre todo, debido al disfrute que viene aparejado a los meses de verano acaban pasando las protecciones a un segundo plano.

Un cambio de hábitos para el que además en muchos casos no estamos acostumbrados o no hacemos de forma paulatina. De esta manera cambiamos de la noche a la mañana a costumbres que dañan nuestros ojos sin casi darnos cuenta. Además, cuanto más mayores seamos, más graves o molestos suelen ser los síntomas, por lo que no debemos dejar a nuestros ojos sin supervisión —otro punto algo irónico—.

Esta realidad, a la que el doctor Álvaro Fernández-Vega González, de la unidad de retina y vítreo del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, pone cara es bastante obvia: «La gente está principalmente concienciada con proteger su piel en la época estival, pero nos hemos encontrado que el cuidado de los ojos es todavía una asignatura pendiente».

Una batalla que no tenemos que perder y que además suele llevar grandes dosis de despreocupación en ciertas excepciones. Explican desde el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega que la radiación solar aumenta exponencialmente en verano. Por este motivo recuerdan que no solo es importante protegerse solo en días soleados, sino también en los nubosos porque las nubes dejan pasar el 90% de radiación ultravioleta, responsable del envejecimiento celular entre otros muchos factores, como sucede en el caso del escote español.

Para ello, desde esta clínica recomiendan centrar los esfuerzos en tres enemigos habituales: el sol, el agua y el aire acondicionado. No son los únicos, evidentemente, pero sí es cierto que son de los más notables tanto por su abundancia como por la falta de exposición que tenemos a ellos el resto del año.

Sol, agua y aire: los enemigos de tus ojos en verano

El estómago sufre las malas digestiones, las comilonas, los patógenos por descuidos o el abuso del alcohol; el pelo y la piel gritan ante el despliegue de sol, sal y arena de tus vacaciones; los dientes echan de menos los cepillos, los colutorios y las buenas rutinas; tu sueño (cuidado con el estrés térmico nocturno) se queja de las olas de calor, de los horarios intempestivos y de la falta de rutina y, como es lógico, tus músculos también montan en cólera porque o te pasas dándoles caña o de repente les relegas a un segundo plano.

Cómo afecta el sol a tus ojos en verano

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El factor de protección solar no debe llevarse solo en la piel. ©Pixabay.

La protección solar a base del factor de protección es una dinámica habitual de nuestros veranos. Las incursiones a playa, campo o montaña siempre deben contar con una buena crema solar, mejor con factores de protección solar elevados, para asegurar el buen cuidado de nuestra piel. Es evidente pensar que nuestros ojos no tienen una crema, pero sí que podemos protegerlos de los rayos ultravioleta.

Minimizar la exposición directa, prescindir de lentes de contacto y aumentar nuestra fotoprotección a costa de gafas de sol que realmente tengan filtros ultravioleta serán las mejores armas para que el sol nos dañe lo menos posible. De lo contrario una lista de enemigos habituales acechan.

  • Queratitis actínica: explica el doctor Fernández-Vega que una exposición prolongada sin protección puede suponer fotofobia, dolor, lagrimeo y ojo rojo. Para ello, buscar gafas de sol homologadas para que filtren entre el 95% y el 100% de la radiación UV.
  • Degeneraciones conjuntivales. En este caso se trata de un crecimiento anormal de la conjuntiva sobre la córnea debido a la sobreexposición solar. Puede provocar ojo seco, lagrimeo o sensación de cuerpos extraños, por lo que la mejor solución es reducir las horas de exposición. Sobre todo en las horas de más radiación y, como aseguran desde el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, «no subestimar los reflejos de la luz, puesto que, al igual que pasa con la nieve, la arena de la playa y el agua reflejan la luz solar».

Además, también aclaran que los rayos UV pueden llegar a producir afecciones en la retina e incluso la aceleración en la aparición de cataratas.

Cómo afecta el agua de piscinas y playas a tus ojos en verano

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Es conveniente no abrir los ojos bajo el agua. ©Unsplash.

El cloro es elemento fundamental de nuestras piscinas para mantenerlas lo más limpias posibles. Por desgracia, un mal cálculo de sus cantidades puede resultar irritante y perjudicial. Además, en las piscinas también habitan ciertas bacterias y microorganismos. Entre los más temidos, según citan desde el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, está la Acanthamoeba, que puede provocar queratitis graves.

Las playas, por su parte, tampoco quedan exentas de poder lastrar nuestra salud ocular y hacer mella en nuestros ojos. Además de la arena, la cual también suele presentar bacterias o microorganismos, hay que hablar del agua de mar que es otro festín de contaminantes que pueden pasar factura. Por eso, los consejos del doctor Fernández-Vega pasan por las siguientes pautas:

  • Reducción del uso de las lentillas. Su uso favorece la sequedad en los ojos y la queratitis, sobre todo la que aparece por la Acanthamoeba, la cual en casos más graves puede requerir tratamientos intensivos. Por este motivo, es conveniente extremar la higiene, no bañarse con ellas y no abusar de su uso.
  • Las gafas de buceo como aliadas. Incluso fuera del agua, las gafas de bucear nos sirven para evitar contactos directos con sal, color y otros micoorganismos. Su uso puede solucionar parte de infecciones recurrentes como la conjuntivitis, además de ser recomendable evitar compartir toallas, maquillajes o tocarse los ojos con manos sucias.

Cómo afecta el aire acondicionado a nuestros ojos en verano

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El aire frío de los aparatos de aire acondicionado es especialmente resecante. ©Unsplash.

En un país como España lo más habitual es tener un verano relativamente seco y caluroso, por lo que la presencia de aires acondicionados se hace fundamental en buena parte del país. La parte negativa de estos aparatos es que todavía resecan más el ambiente en el que nos encontramos y usar humidificadores en verano no parece una buena solución.

Sea trabajando o sea de vacaciones, el aire acondicionado suele estar muy presente y además de gestionar los incómodos constipados de verano por esos cambios térmicos, también es un mal amigo de nuestros ojos. El motivo es sencillo: el aire frío reseca más que el aire caliente.

Por esta razón, la recomendación principal que hacen desde el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega es la de utilizar a menudo lágrimas artificiales porque ayudarán a hidratar la superficie del ojo y a disminuir la concentración de alérgenos y partículas. Como puede resultar lógico, minimizar el uso de aires acondicionados también puede echarle un capote a nuestros ojos en verano,

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