Cuesta de septiembre: cinco trucos para sobrevivir al regreso más allá del ahorro
Gastar lo que no tenemos, regresar a la rutina o ver que el verano se escapa no son platos de buen gusto, aunque hay remedios
Por suerte o por desgracia, la cuesta de septiembre ha conseguido que sus efectos acaben siendo solo limitados al boquete que supone para nuestras cuentas bancarias. Reforzada por la vida académica, donde pagar centros de estudios y material de escolar está a la orden del día, la realidad es que es un mes especialmente áspero para ajustarse el cinturón, más aún cuando podemos venir de unas vacaciones donde hemos sido algo manirrotos.
No es tiempo de lamentos el mes de septiembre ni tampoco lo es su regreso, pero no debemos quedarnos solo en la parte superficial —aunque relevante— de ver cómo hacer frente a los numerosos pagos que hemos ido acumulando o que esperan a la vuelta de la esquina. Sin embargo, como insistimos, no solo nos debe preocupar el IBAN y las domiciliaciones bancarias.
La cuesta de septiembre también va aparejada a la vuelta al cole y a una vuelta a la rutina que tiene mucho de psicológico, tanto para padres como para hijos. Volver en septiembre puede significar el regreso a un trabajo que nos aliene o nos aburra, o directamente a un trabajo indeseado donde compartamos espacio con compañeros a los que no podemos ni ver. Es lícito, aunque complicado y sobre todo es un riesgo indeseado a la hora de asumir esas cargas.
También la cuesta de septiembre, famosa por ser uno de los momentos del año en que más separaciones se producen, va asociada a una incertidumbre en muchas parejas. Vuelve a ser lógico: pasamos de varios meses o semanas de verano con planes más o menos divertidos que, ya de vuelta, se administran con dosis de monotonía y el bálsamo que ha supuesto salir de casa o tener días libres desaparece como por arte de magia.
El verano ejerce como espejismo temporal, corriendo tupidos velos sobre nuestra salud mental y nuestro estado psicológico. Podemos pensar que para eso están y no nos faltarían razón, pero no debería convertirse en la alfombra sobre la que barremos nuestros pesares mientras se siguen acumulando hasta que estallan. Por eso, en la vuelta de septiembre hay que tener en cuenta ciertas bazas que puedan ayudar a mantener ese estado de ánimo y hacerla más llevadera, tanto en lo económico como en lo sentimental y psicológico.
Cuesta de septiembre: las cinco pistas para sobrevivir a la vuelta
El dinero lo inunda todo, para bien y para mal, y la cuesta de septiembre no es una excepción como hemos visto. La clave habría de ser la previsión y no gastar a manos llenas en verano un dinero que necesitaremos con el regreso del curso. Si ya llegamos tarde para corregir esta sangría, la clave estará en vez qué gastos superfluos vamos a afrontar en los próximos meses o qué gastos fijos tenemos de manera recurrente y son evitables.
Un septiembre de 2022 caracterizado por la inflación y el aumento del precio de productos como podrían ser los carburantes o la energía pueden habernos jugado una mala pasada cuando las listas de la compra vuelvan a ser las prevacacionales con todos los miembros de la familia en casa.
Ese oasis estival donde, quizá, los niños han estado en campamentos o en el pueblo, o hemos utilizado menos el coche para desplazamientos laborales, se esfuma con la cuesta de septiembre y ahora se convierte en una catarata de gastos inevitables. No se trata de quitarnos solo el chocolate del loro, como vulgarmente se conoce, sino de afrontar recortes o cambios en facturas cotidianas que hagan más empinada la cuesta de septiembre.
La luz, el agua, el gas, los servicios telefónicos y de internet y ocios que supongan gastos fijos de manera recurrente (como varias cuentas de plataformas de televisión en streaming) podrían recortarse con algo de paciencia y unos días de búsqueda de opciones menos onerosas. Salvado o puesta la venda sobre la sangría económica, veamos el resto de sangrías.
Alargar el verano con rutinas positivas
Entre los buenos deseos familiares con la cuesta de septiembre siempre acabamos mencionando lo bien que lo hemos pasado en verano y lo poco, en teoría, que ha costado. Nada impide que en septiembre volvamos a cenar en familia o tengamos agradables charlas después de la cena o que hagamos planes conjuntos tras recoger a los hijos del colegio o que pasemos más tiempo juntos.
Los días todavía son largos y el verano no ha dicho adiós. Puede que sí las vacaciones, pero eso no es razón para que ciertos hábitos se puedan implantar. Encuentra esos hobbies de los que habéis disfrutado durante el período vacacional y alárgalo durante septiembre —y más allá, lógicamente— para tener un asidero divertido al que aferrarse y que reduzca el componente de la nostalgia veraniega.
Ampliar nuestro espacio vital
También es bastante plausible que hayamos acabado hartos del verano, o que la cuesta de septiembre se asocie al síndrome del burnout por ese regreso a un trabajo que no nos satisface y a numerosas rutinas que consideramos tediosas. También podríamos haber acabado hartos, o cansados, de nuestra pareja y de pasar demasiado tiempo con ella o con los suegros, o con los hijos, o con los vecinos que se colaban cada tarde en casa.
Es lícito y complicado, pero la mejor manera de evitar una deflagración en la cuesta de septiembre está en tener suficiente espacio para que nos podamos ‘ventilar’. Mantén tiempo para ti y para tus hobbies de manera individual, concediéndote un espacio que te permita desconectar de la realidad y que ésta no salte en mil pedazos debido a su fragilidad y a la conjunción de factores: regreso, trabajo, previsiones económicas y familia. Como es lógico, este espacio vital se puede corresponder con hobbies que hayamos dejado en el tintero o con actividades que siempre tuvimos ganas de realizar y ahora podamos recuperar.
Mantener metas abiertas
La vida se concibe como un camino donde hay objetivos, algunos más grandes y ambiciosos y otros más pequeños. Ten claras ciertas conquistas cotidianas que quieras lograr, ya sea en lo personal, lo mental, lo laboral o lo físico, y plantea diversos escenarios que te permitan tener una motivación que afronte la cuesta de septiembre. En caso alguno mencionamos tareas hercúleas que lo único que consigan sea aumentar la frustración, así que se consecuente con lo que piensas y comprueba si es alcanzable con las metas que te planteas actualmente.
En ese sentido, tareas irreales que no cuesten dinero pero sean irrealizables como comprar un nuevo coche, una mudanza o contar con unos días de vacaciones en diciembre que sabemos que no tendremos no solo no nos harán bien, sino que aumentarán la frustración en el regreso durante la cuesta de septiembre.
Piensa más bien en elementos que puedas alcanzar con más o menos facilidad, como actividades de fin de semana, ciertos cambios laborales y pequeños upgrades personales como aprender idiomas, hacer más deporte o plantearte de aquí a unos meses como quieres encontrarte físicamente son, si somos constantes, metas alcanzables.
Ocio sí, pero menos efímero y costoso
Es cierto que vivimos en un tiempo en que las experiencias siempre parecen estar por encima de lo material, pero eso no significa que todas las experiencias siempre deban ser vividas o que el carpe diem en el que vivimos instalados nos barra por completo.
Dejar la cuenta del banco tiritando tras una cena o unas copas cuando no podemos permitírnoslo, o mantener el tren de vida de amigos o compañeros que van más desahogados, no es plato de buen gusto. Reduce en la medida de lo posible planes que impliquen demasiado gasto y que puedan ser susceptibles de hacerse más amables en esta cuesta de septiembre.
No siempre, evidentemente, pero conservar esa constante de gasto cuando no podemos asumirla solo va a complicar la situación financiera del hogar, con lo que eso conlleva. Planes domésticos, incluida la comida a domicilio, los juegos de mesa o simplemente disfrutar de esas copas en casa, en vez de tomarlas en un restaurante o bar, cumplen con el mismo cometido y son bastante menos onerosas. Huelga decir que, si encontramos otro ocio igualmente sano y barato, mejor que mejor.
Derecho al enfado
No se trata de ser uno de los Supertacañones del Un, dos, tres… responda otra vez, pero tampoco se trata de pasar por el aro tragando carros y carretas durante la cuesta de septiembre. Estás en tu derecho de que haya cosas que no te gusten y de hecho te molesten, tampoco todas y tampoco todo el rato, pero igual que mencionamos ese espacio vital, también podemos enfadarnos de vez en cuando.
No hay que pedir justificación por ello, o no de manera vehemente, y también procurar que salpique lo menos posible. Es decir, enfado sí, pero no proyectado sobre los que nos rodean y, sobre todo, no extrapolar enfados de otros ámbitos de manera sistemática. Tan sencillo como no llevarte los problemas de casa al trabajo y viceversa.
La pretendida felicidad y hacer ver o fingir que todo está bien cuando no es así vuelve a ser una caldera a presión que en la cuesta de septiembre debido a todos los factores antes mencionados puede estar a punto de explotar. Antes de que esto sucede, rebaja la presión y desahógate con amigos, familia, compañeros de trabajo, pareja y diálogo, e incluso busca la ayuda de un terapeuta para evitar que esto pase a mayores y busca soluciones.