Este dolor de cadera persigue a las personas mayores y es más común de lo que parece
Hombres, mujeres, deportistas, personas sedentarias: este malestar que lastra nuestro día a día no entiende de edades o de actividades
Si tiene más de sesenta años y echa más a menudo la mano a la cadera en su día a día, puede que tenga trocanteritis. A pesar de su impronunciable nombre, este dolor de cadera todavía tiene una definición médica más infame que el dolor que supone: bursitis trocantérea o tendinosis glútea.
Al alza en los últimos años y muy influenciada por hábitos de vida sedentarios (movilidad reducida o nula, una mala alimentación y sobrepeso), la trocanteritis es la forma de coxalgia (dolor de cadera) más habitual a partir de los 65 años. Por este motivo, el diagnostico de esta patología que no es otra cosa que la la inflamación de las bursas que rodean el trocánter mayor del fémur, produciéndose un dolor agudo en la parte lateral del fémur.
Estas bursas están repletas de líquido sinovial, actuando como almohadillas entre nuestras articulaciones, en este caso de la cadera. Aquí es donde presentamos al trocánter mayor (el saliente óseo que está al final del fémur) y que, debido al constante movimiento de flexión y extensión de la cadera, genera la inflamación de estas ‘bolsas’.
Cuando esto sucede, el dolor oscila entre casos agudos e intensos hasta llegar al caso de cronificarse, un peligro que tiene ciertos tratamientos médicos pero que, si no se vigila, puede acabar desembocando en la necesidad de una prótesis de cadera. El drama de la trocanteritis está en que vamos reduciendo paulatinamente nuestra actividad en aquellos gestos que la bursa inflamada nos molesta. Nada especialmente atlético, sino movimientos tan cotidianos como sentarse, subir escaleras, acuclillarse o agacharse, e incluso dolores nocturnos si dormimos sobre el lado que nos molesta.
Cómo entender la trocanteritis
Al cronificarse este dolor, la reducción de la actividad física empieza a pasar factura también a los propios huesos de la cadera, especialmente en mujeres mayores de 65 años donde también exista riesgo de osteoporosis. Debido a esta fragilidad natural de la cadera, sumado al dolor que la trocanteritis genera, el ejercicio físico va pasando a un segundo plano. Por desgracia, a esto debe sumarse la presencia de problemas mecánicos del movimiento, tanto en la zona lumbar como en la pierna, que acaban generando pasos irregulares y cortos donde no realizamos por completo el movimiento de la articulación de la cadera.
Se produce de esta manera una fricción repetida entre la banda iliotibial y el citado trocánter mayor, que es lo que genera la inflamación y el dolor en las personas mayores, aunque esta patología no es exclusiva ni de mujeres ni de aquellos que superen los 65 años.
De hecho, este dolor de cadera es relativamente frecuente en jóvenes sanos y deportistas que debido a microtraumatismos de repetición como caídas o incluso la mala praxis deportiva pudieran afectar a la trocanteritis, además de ciertos defectos físicos como el pie plano, la diferente longitud de piernas o deportes de alto impacto como la carrera sin tener una musculatura preparada para ello. Aunque sí es cierto que su diagnóstico es mucho más fácil de identificar.
Qué soluciones tiene este dolor de cadera
La primera respuesta es que no hay que vivir ni con la trocanteritis ni con ningún dolor de cadera, sino ver cómo podemos atajar sus síntomas que, por regla general, no suelen cronificarse, pero sí es cierto que es un dolor muy incapacitante. Lo conveniente es que se modifique la actividad que ha generado esta inflamación, que debe diagnosticarse con certeza para descartar cualquier otro tipo de patologías como una tendinosis.
En los tratamientos con fisioterapia suele dar buen resultado la aplicación de crioterapia, generalmente mantenida durante dos o tres semanas, donde se aplica frío local varias veces al día, aunque esta fórmula suele dar mucho mejor resultado para tratar la trocanteritis por microtraumatismos. Por contra, la que sucede en personas mayores y, en especial, en mujeres, tiene que ver con una excesiva separación de los fémures, debido a la anatomía de la pelvis y de la cadera de la mujer. Por este motivo, la inflamación del trocánter mayor tiene también un componente de género que no siempre se tiene en cuenta.
En esas circunstancias ya se tiene más en cuenta el uso de cierta farmacoterapia como la toma de antiinflamatorios. Sin embargo, como ya hemos explicado en otras ocasiones en THE OBJECTIVE, los antiinflamatorios no esteroideos (como naproxeno, ibuprofeno o dexketoprofeno) no son la panacea y deben ser supervisados en su consumo, además de tener claro que pueden generar úlceras de estómago.
Por este motivo, lo más común más allá de los sesenta años es que la solución para la trocanteritis pase por infiltrar corticoides, que generan un alivio rápido, pero que igualmente no es la solución real, puesto que es un método temporal que no palia la situación del paciente a medio y largo plazo, aunque es una alternativa para no recurrir a la última opción: la cirugía.
Cuando los tratamientos anteriores, que se pueden calificar como conservadores, fallan o no son suficientes se procede de dos maneras distintas, como puede ser con el una corrección del hueso a través de un limado del trocánter o con la denominada tenotomía, que relaja la tensión de la fascia lata y permite recuperar bastante movilidad. Por fortuna, ambas operaciones pueden realizarse con cirugía poco invasiva y superficial, aunque en ciertos casos no es posible y debe ser una cirugía abierta.