Escándalo Balenciaga: todas las claves para estar al día del culebrón de moda
Se cumple un mes del lanzamiento de las controvertidas campañas de la firma en las que se coqueteaba peligrosamente con tintes de pornografía infantil
¿Puede una polémica llegar a hundir a una marca? En los últimos días no se para de hablar del via crucis que está viviendo Balenciaga, y es que, en su caso, más que ante una polémica nos encontramos ante una cadena de malas decisiones que supera cualquier guión de película. Demandas, disculpas, celebrities, explotación infantil… son solo algunos de los elementos que configuran esta historia que aún no se ha cerrado y que demuestra el poder de las redes sociales.
La causa principal se centra en la controversia que han levantado las dos últimas campañas de la marca de lujo. Después de causar un enorme revuelo, primero en redes sociales y luego en los medios de comunicación, las explicaciones y las disculpas de los responsables no han logrado aplacar las críticas y el nombre de Balenciaga está en tela de juicio. Esta enorme crisis de reputación todavía sigue abierta así que no se puede estimar aún los millones de pérdidas que puede suponer esta caída de prestigio.
Hasta hace bien poco, polémicas de este estilo no sobrepasaban los límites del sector de la moda. Sin embargo, todos los tintes morbosos de esta historia han hecho que se haya convertido en un tema de conversación común entre cualquier grupo de amigos. Como estamos seguros que has escuchado hablar de ello a lo largo del último mes, y es un campo sembrado de rumores y teorías conspiranoicas, desde THE OBJECTIVE vamos a explicar con detalle la sucesión de decisiones desacertadas llevadas a cabo por Balenciaga durante estos últimos días para que puedas crear tu propia opinión y hablar con conocimiento.
La campaña de la discordia
Arranquemos por el principio. ¿Qué es Balenciaga? Efectivamente el origen de la firma tiene sello español y es que el diseñador Cristóbal Balenciaga nació en San Sebastián en 1919. Sin embargo, fue en Francia donde fundó su casa de alta costura que vivió su máximo apogeo durante la década de los cincuenta y los sesenta.
A la muerte del creador, la firma se cerró pero se resucitó unos años más tarde de la mano de la empresa Kering, un conglomerado que aglutina otras firmas de moda de lujo. En esta segunda etapa, Balenciaga vivió otra época dorada gracias, en gran parte, al diseñador Nicolas Ghesquière quien sería el responsable de reclutar a Demna Gvasalia que actualmente dirige la parte creativa de la compañía y que se encuentra en el eje de la polémica.
Con este rápido repaso nos situamos en el 16 de noviembre de este año, fecha en la que la firma lanza su campaña Balenciaga Gift Shop (la Tienda de Regalos de Balenciaga). A modo de provocación, las imágenes están protagonizadas por ositos de peluche junto a elementos propios del sadomasoquismo. ¿De dónde surge esta idea? Los inocentes osos no son más que bolsos de la firma que ya fueron presentados en sociedad en el desfile de primavera – verano en París. Por su parte, las correas, que podríamos asociar con el mundo bondage, no son otra cosa que las asas de los propios diseños.
El error está en que la campaña se presenta protagonizada por niños en un ambiente en el que se incluyen elementos sexuales y adultos. Un cóctel que no presagiaba nada bueno y que, en cuestión de horas, despertó una crítica reacción mediática y en redes sociales.
El segundo tropiezo
¿Quién no se ha equivocado en algún momento? Es algo totalmente perdonable… pero en tan solo cinco días la tormenta volvía a desencadenarse en Balenciaga. El 21 de noviembre se lanza una segunda campaña que, aparentemente es más inofensiva, pero que surge cuando la polémica está en su zenit y cualquier paso se estudia con lupa en busca de combustible para avivar el fuego.
En estas nuevas imágenes, lanzadas para dar a conocer su colaboración con Adidas, se promocionan unos bolsos que son retratados en el ambiente de una oficina. En teoría, todo suena perfecto… si no fuera porque los documentos que pueden verse sobre el escritorio se refieren a pornografía infantil.
Exactamente, el papel que puede verse corresponde a la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos que establece que la pornografía infantil no queda protegida por la libertad de expresión. Si queríamos distanciarnos de la sombra de la relación sexual con la infancia, hemos conseguido exactamente lo contrario.
Tres comunicados, tres explicaciones
En cuestión de horas, las redes se llenan de tuits y comentarios que relacionan rápidamente las dos campañas: los niños con bolsos sadomasoquistas y los papeles sobre pornografía infantil. No era difícil enlazar las dos narrativas y dar por hecho que Balenciaga se servía de la explotación sexual infantil como hilo conductor de su nueva colección.
Aunque los documentos que pueden verse en la segunda campaña no son negativos, porque hacen alusión a la prohibición de la exhibición de material sexual infantil, la polémica ya está servida y el gabinete de crisis de Balenciaga empezaba a tomar las primeras decisiones. El mismo día del lanzamiento de la segunda campaña, la firma no solo eliminó todo rastro de ambas en sus redes sociales, sino que fulminó todo su contenido.
En las primeras disculpas, al día siguiente, se vincularon las imágenes con el estilo del fotógrafo. A las pocas horas rectificaron con un segundo comunicado que señalaba como responsable a la empresa encargada de la producción de la campaña por incluir «artículos no aprobados» en el set. Además, se aprovecho para añadir la «condena al abuso infantil en cualquiera de sus formas» por parte de la compañía.
Podríamos haber hecho las cosas de otra forma
Como no hay dos sin tres, llegaría un tercer comunicado en el que, por fin, la marca asume su responsabilidad por «una serie de lamentables errores». En el mismo confiesan que incluir a niños en la campaña fue una mala decisión y que desconocían los documentos porque pensaron que eran simplemente atrezzo falso. «Podríamos haber hecho las cosas de otra forma», mencionan en estas terceras disculpas.
¿Quién es el auténtico responsable?
Como si de una novela de misterio se tratara, llega el momento de hablar de los principales sospechosos. Tendríamos tres implicados en el caso:
- la propia firma,
- la agencia North Six a la que se encargaron las campañas y
- los fotógrafos Gabriele Galimberti y Chris Maggio.
El primero de los fotógrafos, Galimberti, está especializado en documentales y, en sus 20 años de carrera, la de Balenciaga era su primera campaña de moda. Tras llegar a recibir hasta amenazas de muerte, el fotógrafo ha tenido que defenderse en distintos medios de comunicación para explicar que no tomó ninguna decisión sobre los objetos polémicos de las fotos, como las correas sado o el alcohol, ni tampoco fue idea suya incluir a niños. «Lo único que se me pidió fue iluminar el escenario y sacar las fotos», ha confesado.
Ahora se enfrenta a un lavado de imagen, ya que su carrera, en la que sus fotos se cotizaban entre los 2.000 y los 5.000 dólares, se ha visto salpicada y una de sus próximas exposiciones ya ha sido cancelada debido al escándalo.
Si fijamos ahora nuestra atención en la empresa contratada para la producción de las campañas, también han tenido que salir a la escena pública para defender su honor y declararse como «cabeza de turco». Su versión es que el equipo de Balenciaga estuvo en todo momento en la preparación de las fotos y que los polémicos documentos fueron alquilados a una empresa de atrezzo.
Los terceros sospechosos son el equipo de Balenciaga. Su director creativo, Demna Gvasalia, ha asumido en Instagram su responsabilidad: «Fue inapropiado hacer que los niños promocionaran objetos que no tienen nada que ver con ellos». Además, el diseñador confesaba su interés por involucrarse en organizaciones que protejan la infancia para aprender sobre el tema. De nada le han servido las excusas ya que una de las primeras acciones que ha sufrido ha sido la retirada del premio Global Voices de Business of Fashion que iba a recibir estos últimos días del año.
Las celebrities afectadas
En cuanto saltó la bomba de la polémica, las redes empezaron a exigir a las musas de Balenciaga tomar posiciones en el asunto. Tres fueron las principales dianas: Nicole Kidman, que protagonizaba la segunda campaña, la modelo Bella Hadid y, sobre todo, Kim Kardashian.
Kim Kardasian es uno de los rostros que más ligados se encuentran a la firma con la que se ha unido en varias ocasiones en distintas colaboraciones. Su perfil de Instagram, con más de 300 millones de seguidores, ha servido en bastantes ocasiones como el escaparate perfecto para promocionar los diseños de Balenciaga.
Una semana tardó la socialité en romper su silencio obligada por la opinión pública a dar explicaciones: «Si no he dicho nada en los últimos días no es porque no esté enfadada e indignada por las recientes campañas de Balenciaga, sino porque quería darle la oportunidad a su equipo para entender cómo ha podido suceder esto». En este comunicado también declaraba sentirse afectada de manera personal al ser madre de cuatro hijos y confesaba estarse planteando el romper su compromiso con la firma.
No es la primera vez que Balenciaga pone en jaque a la familia Kardashian por una polémica. Su último desfile de otoño fue abierto por el rapero Kanye West, exmarido de Kim, tras haber levantado ampollas por aparecer unos días antes con una camiseta donde se leía White Lives Matter (las vidas blancas importan). Tras este escándalo, la firma decidió poner fin a su contrato con el cantante.
¿El fin de Balenciaga?
Visto lo visto, muchos piensan que la famosa firma no tiene manera de remontar el vuelo. El equipo legal de Balenciaga ha puesto cifra al daño ocasionado por el escándalo: 25 millones de dólares.
Entre las medidas tomadas para que en el futuro no vuelva a repetirse una situación así, se está revisando la organización del equipo para que las decisiones creativas no cometan un fallo similar. Para ello han creado un Consejo de Imagen, que será responsable de todos los contenidos, desde su concepto hasta el resultado final, y están impartiendo clases sobre comunicación responsable en todos sus equipos. Además, se ha adjudicado una importante suma de dinero para donar a organizaciones relacionados con la protección infantil.
¿Un lavado de imagen o un verdadero compromiso para el futuro? La verdad es que estas polémicas no han hecho más que sumarse a otras a las que han tenido que hacer frente en el último año. Ya conocida la de Kanye West, también han dado que hablar con el lanzamiento de unas zapatillas rotas al precio de 2.000 dólares o el diseño de unos boxers que fueron acusados de apropiación cultural.
Por ahora, ni la retirada de las campañas, ni las demandas, ni las disculpas han surtido efecto y han aplacado la polémica. Al contrario, hay todo un boicot puesto en marcha y se ha puesto de moda en redes grabarse vídeos tirando a la basura, quemando o destruyendo productos de la marca usando el hastag #CancelBalenciaga. En TikTok estos vídeos han alcanzado más de 25 millones de visitas. Sin embargo, Kering, el conglomerado propietario de la marca, aún no se ha visto afectado y sus acciones en bolsa se han revalorizado un 22%.
La moda se ha caracterizado en muchos momentos de ser transgresora pero, ante el último escándalo de la casa Balenciaga, ¿habrá miedo la próxima vez que un diseñador quiera romper con las normas establecidas?