El día que las redes sociales llamaron fea a Jennifer López
Nos modifican a todos los rasgos que nos identifican hasta conseguir que lleguemos incluso a parecernos, todos guapos sí, pero todos iguales
Uno puede cometer muchos errores en estos tiempos digitales y con la excusa adecuada contada con la bendición del algoritmo los cibernautas acabarán siempre por perdonarte. Esos seres pegados a un móvil no suelen ser rencorosos, contando con que la memoria les dura lo mismo que una historia de Instagram. En esta barra libre de indultos solo hay un pecado mortal y ese es la fealdad. Y si no que se lo pregunten a Jennifer López, a la que mientras se grababa anunciando una bebida para deportistas le fallaba el filtro y no hablo de cafeteras, si no de la herramienta digital que nos está obligando a todos a ser guapos.
En ese nanosegundo cuatro millones de personas descubrían en masa que a los 53 años la gente tiene arrugas, incluso la reina del Bronx que lleva encabezando la lista de las mujeres más atractivas del mundo varias décadas. Al día siguiente TikTok lanzaba «Bold Glamour», el filtro infalible que consigue convertir a cualquier mortal por poco agraciado que sea en un ser digno de un «me gusta». En menos de diez minutos no quedaba un solo feo en las redes sociales, tampoco quedaba nadie con ganas de volver a mirarse al espejo.
Los «in-filtrados» dirán que llevamos años sometidos a referentes y cánones de belleza inalcanzables ya sea por el Photoshop o por lo injusta que resulta en muchas ocasiones la genética, pero pelear con Kate Moss no suele ser igual de violento que pelear con la versión mejorada de uno mismo. Los psicólogos y los cirujanos plásticos llevan apreciando ya los beneficios de estos avances tecnológicos que a algunos nos asustan porque el tipo de belleza que proponen no es algo personalizado, nos modifican a todos los rasgos que nos identifican hasta conseguir que lleguemos incluso a parecernos, todos guapos sí, pero todos iguales.
Todo muy «woke», todo en la línea de esa edulcorada igualdad que supone arrancarse desde la raíz cualquier cosa rastro de esencia o personalidad.
«Para ser guapo en el ciberespacio necesitas renunciar a ser tu y tener alguna clínica estética de confianza»
No me considero una persona con autoestima de «coach» pero a lo largo de los años he ido aprendiendo a hacer las paces con los complejos que han ido surgiendo y aún así debo de reconocer que el «filtro perfecto» me llevó a mirar el precio y un montón de fotos de «antes y después» de los tratamientos de aumento de labio… pero podía haber sido peor, si hubiera nacido yo varón y el filtro hubiera tenido este mismo efecto me encontraría con una propuesta de belleza altamente femenina, cualquiera podría pensar que nos están tratando de decir que la manera de ser un hombre atractivo es parecer una mujer.
En cualquier caso, nos plantean cambios que no pueden ser alcanzados mejorando nuestros hábitos, bebiendo más agua o siendo mejores personas. Para ser guapo en el ciberespacio necesitas renunciar a ser tu y tener alguna clínica estética de confianza.
Si hablamos de ligar en tiempos de filtros, todo se complica bastante más, el arte de la seducción ha estado ligado siempre al arte de la mentira. Uno puede hacerse el interesante inventándose cualidades o talentos. Está permitido incluso modificar el pasado, ¿quién no ha eliminado a ese ex incomodo de su currículo amatorio? y todo esto está bien porque hay momentos de verdad y esa verdad es el aspecto físico. Te gusta lo que ves o no te gusta, era así de simple, el problema de los filtros está en que la mayoría antes de tener una primera cita nos hemos estudiado a detalle cada foto del perfil de Instagram del susodicho y vamos con unas expectativas irreales, hemos visto a la otra persona con filtro y nos vamos a pasar la noche jugando a encontrar las siete diferencias.
En este punto es cuando hay que tirar de filosofía y recordar que Aristóteles decía que la realidad tiene un valor superior a cualquier otro, que uno puede haberse imaginado una tarta de chocolate de tres pisos y aun así seguiría siendo mejor la tarta simple que tenemos en las malos por el hecho de que es real. La verdad sigue triunfando en filosofía, belleza y amor, pero también en redes sociales, los millones de seguidores que ganó Jennifer Lopez tras su desliz avalan esta teoría.