Síndrome del colon irritable: seis alimentos a evitar en tu dieta
El síndrome del colon irritable es la primera causa de consulta en gastroenterología y sus síntomas dependen de ciertos alimentos a evitar
Si padeces síndrome del colón irritable debes saber que no estás solo. Se estima que en los países desarrollados esta enfermedad afecta a entre un 10% y un 15% de la población total. También que afecta con más frecuencia a mujeres que hombres y, por suerte, que es una enfermedad que es menos virulenta con el paso del tiempo.
Lo cierto es que, según MSD Manuals, se trata de la primera causa de consulta en la gastroenterología y una realidad fácilmente identificable. Hablamos de un trastorno del tubo digestivo, ya en su parte final, que produce un dolor abdominal frecuente, aunque no es su única manifestación.
Estreñimiento, diarrea, hinchazón y gases también están entre sus síntomas. El problema del síndrome del colón irritable no solo está en las molestias, sino en la dificultad a la hora de identificar sus detonantes. En muchas personas se trata de una especial sensibilidad a ciertos estímulos, aunque en otras se trata de contracciones intestinales anómalas. Por eso motivo, el síndrome del colón irritable también tiene cierta conexión con la gastroparesia.
A menudo también se confunden sus señales con las de la gastroenteritis, pues tienen cierto parecido y, en ocasiones, las sintetizamos pensando que es una cuestión de mala digestión. Lo cierto es que las comidas hipercalóricas y muy ricas en grasas pueden suponer ese desencadenante. Por este motivo, en THE OBJECTIVE vamos a buscar a esos enemigos de la dieta que pueden multiplicar la aparición del síndrome del colón irritable.
Por qué aparece el síndrome del colon irritable
Aparte de las dietas mencionadas, hay otras situaciones que pueden devenir en su aparición. Se cita a menudo que comer deprisa o hacerlo después de un largo período de tiempo podría guardar relación. Por desgracia, esta asociación no es tan fácilmente demostrable.
Lo que sí se ha encontrado con más frecuencia es una conexión emocional. Estrés, ansiedad, depresión o miedo aparecen asociados al síndrome del colón irritable o a empeorar un brote. Ciertamente, los factores precipitantes no están claros, razón por la cual también es habitual buscar culpables en la dieta.
Además, no a todo el mundo les afecta por igual, aunque sí hay patrones más o menos comunes. Entre lo más evidente se suele citar el trigo, los lácteos, las alubias y estimulantes como chocolate, té o café. También algunas verduras especialmente ricas en fibra y, en resumidas cuentas, alimentos que contentan hidratos de carbono que no se absorben con facilidad por el intestino delgado.
Por este motivo, alimentos que pueden ser a priori muy saludables y beneficiosos pueden convertirse en enemigos. Por citar un par de ejemplos que desarrollaremos a continuación podríamos hablar del brócoli o de los espárragos. Esto, evidentemente, no significa que los apartemos de la dieta, pero sí que sepamos cómo consumirlos o cuándo evitarlos.
Enfatizamos también que no se trata de una regla de oro, pues no a todo el mundo afectan por igual los mismos alimentos. Además, es frecuente que aparezcan mezclados en recetas o platos, por lo que no es tan fácil buscar culpables. Aun así, el intento es perseguir una dieta con movimientos intestinales más regulares y que haya menos calambres y menos hinchazón.
De qué alimentos prescindir para evitar el síndrome del colon irritable
Entre la lista de enemigos podemos encontrar productos saludables, pero también enemigos habituales. En este caso, vamos a poner el foco en productos que quizá no tengan mala fama. Pueden ser verduras, hortalizas, frutas o legumbres o productos sin azúcar, dando por hecho que no vamos a buscar una cesta de la compra cargada de fritos y precocinados.
También conviene saber que hay otros alimentos que, a medida que envejecemos, toleramos peor. Por eso, es frecuente que las personas que sufren del síndrome del colon irritable acaben quitándose ciertos alimentos de su día a día. En cualquier caso, recordamos que se ha de consultar con personal cualificado para desenmascarar esta enfermedad y atajarla lo mejor posible.
Leche
La leche y los productos que tienen lactosa, entre ellos la nata, la mantequilla o los quesos, provocan malestares evidentes en los intolerantes a la lactosa. Sin embargo, la mayor parte de los adultos del mundo no producen suficiente lactasa. Esta enzima descompone los azúcares de la leche, los cuales facilitan la absorción.
Si no se absorben, esas bacterias se alimentan de los azúcares de la leche y causan gases en el colon. Sin embargo, hay ciertos quesos que no son tan perjudiciales si ya son muy añejos, pues la lactosa se va degradando con el tiempo y facilitan su digestión. Algo parecido a lo que ocurre con el yogur, pues sus cultivos descomponen la lactosa y permiten mejores digestiones.
Chocolate
El problema por el chocolate, independientemente del formato, está en cualquier parte si hablamos del síndrome del intestino irritable —el nombre más preciso de esta enfermedad—. Por un lado, un producto rico en grasas, independientemente del tipo de chocolate.
Por otro, es rico en azúcares y, además, puede tener lactosa. Del mismo modo, hay que recordar que el chocolate contiene teobromina, un estimulante similar a la cafeína, que también influye a la hora de hacer pesadas las digestiones de este producto.
Crucíferas
Son saludables y cargadas de vitaminas y minerales, pero las digestiones de las crucíferas son tradicionalmente pesadas. Esto se debe que alimentos como las coles de Bruselas, la coliflor, el brócoli o el repollo están cargadas de fibra insoluble. En ocasiones te hemos hablado de los diferentes tipos de fibra y lo que suponen para el organismo.
La cuestión es que, si hay equilibrio, son beneficiosos, pero en las personas con síndrome del intestino irritable se pueden convertir en detonantes de esta malestar. Hinchazón o estreñimiento están entre los síntomas más habituales, razón por la que conviene moderar su ingesta. Especialmente si pretendemos consumirlas por la noche.
Ajos y cebollas
Aunque los sinteticemos en este par de ingredientes, lo cierto es que nos referimos a cualquier miembro de la familia Alium. Así que incluye a cebolletas, puerros, cebollino y todo lo que se emparente con ellos. El problema es que tienen fructanos, que es un oligosacárido que no se descompone con facilidad en el intestino.
Esto hace que los gases, las flatulencias y la hinchazón abdominal se multiplique, aunque hay ciertas formas de evitarlo. Lo más sensato es que no los consumamos en crudo, pues esos síntomas aumenta. Por esto, es mejor que se tomen cocinadas, aunque aún así pueden perjudicar a nuestro síndrome del colon irritable.
Alimentos ricos en fructosa
Son muchos los alimentos que tienen fructosa, que no es otra cosa que el azúcar naturalmente presente en las frutas. La industria suele utilizar la fructosa para endulzar zumos, néctares y determinados alimentos que no deberíamos consumir de manera regular. Del mismo modo que los debemos evitar en una dieta blanda.
El problema, como es evidente, es que la fructosa también está en las frutas que comemos a diario. Manzanas, peras, albaricoques, melocotones… Todos estos alimentos tienen fructosa y, si los comemos con piel, también tienen fibra, razón por la que pueden ser enemigos por partida doble de nuestro síndrome del intestino irritable.
Cereales con gluten
El gluten es una proteína presente en ciertos cereales como el trigo, el centeno o la cebada, lo cual puede hacer que el síndrome del intestino irritable se resienta tras su ingesta. No hablamos de celiaquía o de intolerancia al gluten, sino incluso de afecciones en las que dietas sin gluten pueden mejorar estos síntomas.
Por este motivo, suele prescindirse de estos alimentos en las denominadas dietas FODMAP. Como alternativa a su ingesta, entre las recomendaciones más habituales está consumir quinoa, avenas —que sepamos que no tiene trazas—, mijo, sorgo o trigo sarraceno, que aportarían fibra e hidratos, pero sin estos perjuicios.