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¿Por qué molestan las tetas de Amaral?

«Algunos de los que celebran el desnudo de la cantante atacaban a Chanel porque vestía como una puta»

¿Por qué molestan las tetas de Amaral?

La cantante Amaral durante uno de sus últimos conciertos, donde se 'quedó a pecho descubierto' en señal de protesta | EFE

Pensé que si Amaral enseñaba las tetas sería que tenía calor. Luego llegó el escándalo y, entre las voces que anuncian el apocalipsis veraniego, las tetas de la cantante se venían como un misil de algo, no sé muy bien de qué. Eran tetas como para molestar; eso debe de ser. Unas tetas hirientes, ofensivas, unas tetas de destrucción masiva como de superheroína que lanza contra el enemigo su supersónica teta, o tetas de darte con la teta como una teta antidisturbios. Amaral viene a darnos nuestro merecido con sus tetas-porra.

Hace un tiempo en Murcia, un policía intentó tapar los pechos de la cantante Rocío Saiz que los enseñaba en el escenario. Nos estábamos acordando Santa Águeda pintada por Zurbarán sosteniendo entre sus manos una bandeja con sus propios pechos cortados. Al ser rechazado por la santa que había ofrecido su virginidad a Cristo, Quintianus, procónsul de Sicilia en tiempos de Decio, ordenó que le cortaran los pechos. En La leyenda dorada, el hagiógrafo Jacobo de la Vorágine narraba que, ante la crueldad del tirano, la mártir le respondió: «¿No te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?».

«Para que sean bien vistas, para que alcancen la condición de tetas admirables, tienen que encabronar al personal»

Si es que las de Amaral son unas tetas contra el heteropatriarcado, esto es contra el hombre, no se entiende la ofensa, pues hay consenso en que las tetas nos gustan a los hombres desde chicos. Ese parece ser, justamente, el problema del asunto. La endemoniada geometría del problema necesita que las tetas nos sienten mal. Para que sean bien vistas, para que alcancen la condición de tetas admirables, tienen que encabronar al personal, pues, si el público se pone contento al verlas, algo falla. Los pechos aquí se pueden mostrar con la condición de que susciten una culpa en el que los ve, un ansia de autofustigamiento, ducha fría, cilicio y confesión por la relación tóxica que el hombre hombre occidental cristiano ha mantenido con las tetas. Habría que llorar sobre esas tetas; esa sería la condición. 

Los pechos y muslos de Chanel Terrero tuvieron al parecer bastante éxito, pero los pusieron de vuelta y media por enseñar demasiado. Para mostrarse así, la candidata de Eurovisión no debía tener la libertad suficiente, así que la acusaron de hipersexualizarse, esto es sexualizarse demasiado -¿dónde está la medida?-. También  de cosificar el cuerpo de la cantante y profundizaren los mecanismos que han hecho del sexo femenino poco menos que un objeto. En corto y por derecho, algunos de los que celebran el desnudo de Amaral, atacaban a Chanel porque vestía como una puta. Este feminismo entiende por tanto que el cuerpo de la mujer debe enseñarse pero de determinada manera y con determinada intención, y así es como los libertadores de la mujer se erigen -de nuevo- en moralistas y censores.  

Ahora, las tetas tienen que enfadar si no desean incurrir en un pecado. Tienen que producir en el que las ve algún tipo de vergüenza y nunca ser objeto de una celebración en la que anidan, creen, quién sabe qué intenciones sucias. Para probar lo que se enuncia, uno puede acercarse a una mujer de escote generoso y decirle sonriente: «¡Vaya tetas tan bonitas tiene!», y entonces veremos lo que pasa. Si, por ejemplo, al enseñar las tetas, España entera hubiera celebrado lo preciosas que son, dirían de nosotros que somos una sociedad enferma.

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