Criofobia: el miedo al frío sí existe y así se identifica
Una patología que va mucho más allá de la anécdota
Hay todo tipo de fobias y de miedos que por diversas causas pueden llegar a paralizarnos. Aunque es evidente que hay algunas mucho más conocidas como la agorafobia (el miedo a los espacios abiertos) o su opuesto, la claustrofobia, así como la acrofobia (el miedo a los lugares altos), hay otras que pasan más desapercibidas y que en invierno pueden repuntar. Hablamos, por ejemplo, del caso de la criofobia o miedo al frío.
El problema es que realmente fobia y miedo, independientemente del tipo de situación a la que nos enfrentemos. De hecho, sentir miedo es relativamente habitual entre las personas cuando se enfrentan a según qué situaciones. Es decir, el miedo se concibe como una reacción natural a todo aquello que pueda implicar un peligro real. Curiosamente, vivir a bajas temperaturas podría tener algunos beneficios para la salud, como ya te contamos en THE OBJECTIVE.
Algo que, si hablamos del miedo al frío o criofobia, tendría una explicación algo más larga y que, como veremos, realmente establece diferencias. De hecho, las fobias meteorológicas son relativamente comunes y estarían alojadas dentro del subtipo de las fobias ambientales.
Hay ejemplos para todos los públicos. Miedo a los truenos, a la lluvia, incluso pueden existir ejemplos de miedo al sol, al calor y, lo que hoy nos ocupa, el miedo al frío. Por eso, comprender mejor qué es la criofobia y qué diferencia hay entre el miedo y las fobias es conveniente para saber a qué atenernos.
Qué es la criofobia o miedo al frío
Realmente la clave es discernir entre fobia y miedo. De hecho, lo más correcto sería definir la criofobia como fobia al frío y no como miedo. ¿Por qué? Pues porque, como apuntan desde Clínica Universidad de Navarra para definir la fobia, ésta se produce «ante situaciones u objetos que no suponen un peligro real ni tampoco es evolutivo». Es decir, la fobia es «un miedo que no es adaptativo».
En este caso, hablaríamos de un temor patológico al frío que puede manifestarse ante muy diversas realidades como estar expuesto a bajas temperaturas, al propio hielo o incluso con elementos más triviales. Sin ir más lejos, tomar un helado o consumir una bebida helada podría desencadenar la criofobia.
En sus manifestaciones encontramos un cariz habitual en este tipo de fobias: una ansiedad intensa e inmediata, completamente irracional. De hecho, puede llevar a evolucionar y empeorar, acercándose a un ataque de pánico. Curiosamente, puede que incluso no haga falta el detonante físico, sino el hecho de pensar en ellos o en sus situaciones podría desatarla. El problema agravado en esta irracionalidad es que se genera un sentimiento de impotencia ante la imposibilidad de atajarla o controlarla.
Cuáles son sus síntomas
En este sentido, la ansiedad ante una fobia se puede manifestar con síntomas físicos. Hablamos de sudoración excesiva, aceleración del ritmo cardíaco, escalofríos, mareos o dificultad para respirar, entre otros. Según la Clínica Universidad de Navarra, la persona puede llegar a tener «pensamientos distorsionados respecto a la situación o estímulo» y síntomas conductuales como evitar aquello que le produce temor.
No obstante, este tipo de ansiedad también puede tener un reflejo físico como una sudoración excesiva, así como otros síntomas vinculados a esta situación de estrés. Mareos, vértigos, falta de aire o dificultad para respirar, aceleración del ritmo cardíaco… Todos los parámetros que se pueden dar en un ataque de pánico o en caso de ansiedad también se reflejarían aquí.
¿Se puede tratar la criofobia?
Muchas de estas fobias acaban produciéndose en las primeras etapas de la vida. No obstante, se pueden desencadenar en la adolescencia o a la edad adulta temprana. Pueden deberse a experiencias estresantes o episodios traumáticos, razón por la que la forma de atajarlas es mediante terapias de conducta.
En ocasiones podría ser necesario también acompañarlo de determinado tratamiento farmacológico, pero la primera fase suele ser la terapia psicológica. De esta manera, se corrige la criofobia desde la terapia y desde la exposición a determinados estímulos vinculados a ese miedo irracional, como indican desde Mayo Clinic al hablar de fobias específicas.