Cómo estimular el nervio vago: la terapia contra el estrés que está al alcance de tu mano
Hay ciertos ejercicios cotidianos que podríamos realizar para mejorar a través de esta vinculación nerviosa
En la vorágine de la vida moderna, los niveles de estrés alcanzan cotas alarmantes, generando preocupación sobre su impacto en la salud y el bienestar. La creciente complejidad y velocidad de la sociedad contemporánea son señaladas como principales culpables de este fenómeno. La presión laboral, los constantes estímulos digitales y las demandas sociales crean un caldo de cultivo propicio para el estrés crónico. Por eso, comprender qué es el nervio vago y cómo puede ayudarnos a lidiar con él es necesario.
A veces ignoto en la batalla cotidiana contra el estrés, el nervio vago aparece como aliado poco conocido, aunque poderoso. Ubicado en lo más profundo de nuestro sistema nervioso, este nervio despierta curiosidad por su peculiar nombre y su impacto en nuestro bienestar emocional.
No nos dejemos llevar por la mala impresión que puede tener la acepción ‘vago’ en este sentido. Como veremos a continuación, el nervio vago tiene muy poco de perezoso o de inoperante. De hecho, la literatura médica que avala su importancia es más que abundante y está sólidamente estudiada, así como su estimulación. Un fenómeno del que se hacen eco entidades como Mayo Clinic, que avalan la necesidad de trabajar sobre él.
Qué es el nervio vago y qué función tiene
El nervio vago, también conocido como el décimo par craneal o nervio craneal X, emerge del cerebro y desciende a través del cuello hasta el pecho y el abdomen. Su nombre, vago, deriva del término latino vagus, que significa vagabundo o errante. Esta denominación refleja su compleja trayectoria, ya que se ramifica por numerosos órganos vitales, incluyendo el corazón, los pulmones, el estómago y los intestinos.
¿Cuál es su función principal? El nervio vago desempeña un papel fundamental en la regulación del sistema nervioso autónomo, que controla funciones automáticas como la respiración, la frecuencia cardíaca y la digestión. Además, desencadena la respuesta de descanso y digestión, contrarrestando el estrés al promover la relajación y la calma. De hecho, el nervio vago es, en términos generales, el principal actor de lo que se conoce como sistema nervioso parasimpático. Aunque su nombre nos suene raro, debemos saber que este sistema nervioso es el controlador de todos esos actos y funciones involuntarios que se producen en nuestro cuerpo.
La relación entre el nervio vago y el estrés radica en su capacidad para modular la respuesta del cuerpo ante situaciones estresantes. Cuando nos enfrentamos a amenazas percibidas, el sistema nervioso simpático se activa, desencadenando la famosa respuesta de lucha o huida. Sin embargo, el nervio vago contrarresta esta respuesta, promoviendo la relajación y ayudando al cuerpo a recuperar el equilibrio.
Lo cierto es que hay numerosos estudios y tratamientos que incluyen la estimulación del nervio vago para diferentes patologías. En estos casos, hablamos de dispositivos intracorporales que, por ejemplo, se utilizan para recuperar la movilidad tras un accidente cerebrovascular como el ictus. También se ha comprobado su efectividad para, por ejemplo, tratar la epilepsia e incluso la depresión. Sin embargo, hay formas menos invasivas de trabajar el nervio vago y comprobar su correlación con el estrés.
Qué vinculación tiene con el estrés
Lo que se ha estudiado en las tres últimas décadas, principalmente, es haber encontrado una relación entre el tono vagal y su identificación con el estrés. También de haber comprobado que, sin llegar a los ejemplos anteriores, hay formas de estimular el nervio vago que pueden acabar repercutiendo en menores niveles de estrés. De hecho, es una terapia recurrente en los pacientes con trastorno de estrés postraumático. Además, se ha comprobado su eficacia en personas con autismo.
Esto no quiere decir que necesariamente funcione, como avala la literatura médica, aclarando que no siempre es exitoso en todos los pacientes. Sin embargo, conviene comprender que hay formas más domésticas, sin llegar a esos extremos clínicos, donde la estimulación del nervio vago podría suponer una ayuda contra el estrés.
El camino, como tantas veces hemos hablado en THE OBJECTIVE, pasa también por crear un círculo virtuoso de hábitos de vida. Hay estudios médicos, medidos en humanos, que avalan un mayor control del nervio vago gracias al ejercicio físico. También, como es evidente, hay influencias en la dieta y en la forma en la que nos alimentamos. Por eso, mantener sana nuestra microbioma –la flora bacteriana que habita en nosotros, especialmente en el intestino– también sería capital, como indica este estudio.
A menor escala, se han encontrado hallazgos de mejora de la estimulación del nervio vago con pequeños estudios donde, por ejemplo, el yoga, la meditación o los ejercicios de respiración controlada (como el mindfulness) aportarían beneficios en esta relación.