Las edades de la soledad: por qué jóvenes y ancianos son los que más solos se sienten
Aunque parezcan mundos opuestos, un estudio ha comprobado que edades muy dispares son las que más sufren esta pandemia silenciosa
Bien podría ser el término ‘las edades de la soledad’ una novela melodramática. No obstante, la realidad psicológica demuestra que hay determinados períodos de la vida donde se incrementa la sensación de soledad. No siempre. Tampoco en todas las personas, pero un reciente estudio de una universidad estadounidense ha comprobado que hay picos de este sentimiento.
Puede que real o quizás autopercibida, pero lo que la Universidad de Northwestern presenta en un estudio es concluyente: hay etapas de la vida en las que nos sentimos más solos. Es importante insistir en el factor del sentimiento, pues son muchos los trabajos científicos que han abordado esa misma problemática: lo sentido y percibido.
De esta manera, varias investigaciones han constatado que no es lo mismo estar solo que sentirse solo. De hecho, es posible que una persona se sienta sola, a pesar de estar acompañada. Puede parecer una incongruencia si lo llevamos a un plano semántico, pero nada más lejos de la realidad.
Lingüística aparte, el trabajo de la Universidad de Northwestern, publicado en la revista científica Psychological Science, ha constatado que además hay varios patrones que afectan a aumentar esta sensación. De hecho, como explican, no es un tema baladí. Incluso comprobando que la falta de conexiones personales incrementa el riesgo de muertes prematuras. Llegando, comentan, a niveles comparables al del tabaquismo diario. Incluso se aumentan las posibilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares.
Cuáles son las edades de la soledad
Lo que ha apreciado la investigación es que la soledad guarda un patrón muy singular en la edad adulta. De tal modo, se distribuye en forma de U, siendo la sensación o sentimiento de soledad mayor en la primera adultez y también en la tercera edad. Por este motivo, se genera una especie de valle durante la madurez, tal y como han advertido los investigadores del estudio tras comprobar nueve trabajos distintos llevados a cabo por todo el mundo.
Además, coligen que hay abundantes evidencias de que «la soledad está relacionada con una peor salud». Motivos por los que este sentimiento ya no simplemente afecta al perfil psicológico, sino que también afecta a la salud fisiológica. De esta manera, advierten que estas sensaciones acrecentadas de soledad repercuten en el resto de facetas.
Lo cierto, según también indica el estudio, es que hay grandes sesgos, más allá de la edad, que influyen en esta percepción. Han apreciado que, basándose en las investigaciones previas, la persistencia de la soledad es desproporcionada en determinados grupos poblaciones eran las mujeres con bajos ingresos y bajos niveles de educación que, además, pudieran tener limitaciones funcionales y estuvieran divorciadas o fueran viudas. También, explican, que pudieran tener un peor desarrollo cognitivo y físico, así como una peor salud mental.
Sin embargo, dentro del estudio también se comprueba por qué hay determinadas edades donde la soledad no es tan acusada. Es ahí, precisamente, donde entra esa etapa de madurez. Si bien no determinan el porqué de esa menor sensación en la mediana edad, los investigadores del estudio se aventuran con ciertas hipótesis.
«Las muchas exigencias en la vida de una persona de mediana edad a menudo implican interacciones sociales, como estar casado, ir a trabajar y hacer amistad con los padres de los amigos de los niños», explicaba Eileen Graham, directora del trabajo, al portal de noticias de la propia universidad.
Por qué las personas jóvenes y las personas mayores se sienten más solos
A priori, las condiciones de vida son extremadamente opuestas en unos y otros. Sin embargo, las conclusiones del trabajo de la Universidad de Northwestern comprueba que ambos nichos poblacionales se sienten especialmente solos. En este sentido, lo que aporta Tomiko Yoneda, investigadora y una de las coautoras del estudio, es que «los adultos jóvenes suelen atravesar varias transiciones vitales importantes» en esta fase de la vida. Elegir carrera o salida profesional, crear y mantener grupos de amigos, la aparición de parejas sentimentales y el futuro de una familia… Son motivos, advierten, que pueden estar detrás de esa sensación acrecentada.
En cierto modo, digamos, hay un miedo a empezar a jugar ese partido vital. Algo que, como explica también Yoneda, se mitiga en la mediana edad cuando «empiezan echar raíces y a establecerse, consolidando grupos de amigos adultos, redes sociales y parejas». Aquí también se da otra paradoja: la abundancia de conexiones de las redes sociales que, sin embargo, pueden multiplicar esa sensación de soledad, como explica este estudio. Una especie de pandemia de la que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
Precisamente lo contrario a lo que sucede durante la tercera edad. Aquí cambia radicalmente el perfil. En esta soledad interviene, como citan diversos estudios, la pérdida de relaciones. La muerte, la separación o un elemento tan trivial como la jubilación pueden, en ciertos casos, incrementar la sensación de la soledad. Especialmente con la viudez o la ausencia de una pareja.
Del mismo modo, el aislamiento social y la consecuente soledad también puede vincularse a esa nueva situación. Problemas de salud y movilidad reducida, con lo que conlleva en la reducción de oportunidades de interacción, también puede acabar suponiendo una multiplicación de estos sentimientos de soledad.