El verano, ¿un salvavidas para las parejas en crisis o el camino seguro para la separación?
Esta época puede ser un arma de doble filo para las parejas, especialmente cuando no se toman las medidas necesarias
El verano, como todo en esta vida, tiene su lado bueno y su lado malo. Mientras que muchos esperan esta época estival para disfrutar, viajar y, en definitiva, ser felices, numerosas parejas y matrimonios lo pasan realmente mal y solo quieren que estos meses acaben… para volver a la rutina o pedir el divorcio.
De hecho, las estadísticas llevan años revelando que las separaciones se incrementan a la vuelta de verano. En concreto, en nuestro país los divorcios se producen habitualmente en el tercer trimestre del año, sobre todo en septiembre, que es, casualmente, cuando volvemos a la rutina diaria.
El motivo: muchas parejas se ven obligadas a pasar juntas el tiempo del que no disponen durante el resto del año por motivos de trabajo. Es entonces cuando la convivencia se alarga y se hace más difícil mantener una relación que no atraviesa por un buen momento. Los problemas, que antes quedaban ocultos tras las obligaciones, se sitúan ahora en primer término.
¿Y si en vez del divorcio llega la reconciliación?
Puede darse, sin embargo, la situación contraria, es decir, el verano puede ser un salvavidas para parejas en crisis. Así lo afirma la psicóloga de Clínicas Origen Marian Barrantes, quien pone de relieve aspectos positivos de estos meses estivales.
Tener una jornada laboral reducida, viajar juntos y disponer de tiempo para el ocio, explica, «permite reconectar y poner coto a la comunicación deficiente, el distanciamiento emocional y la falta de intimidad que nos dificulta poder disfrutar de relaciones de más calidad». Además, la disminución de elementos estresores permite atenuar tensiones y practicar un modelo de comunicación más asertivo.
A la vez, la terapeuta incide en que disponer de más tiempo libre refuerza los vínculos emocionales, «ya que nos permite compartir momentos de mayor calidad con la pareja, dando lugar a un incremento de la intimidad tanto a nivel físico como emocional».
Entonces, ¿el verano puede salvar a una pareja en crisis?
Aunque, como hemos visto, el verano puede dinamitar o unir una pareja en crisis, para que pase esto último hay que tomar cartas en el asunto, especialmente cuando la relación no está bien. Así, no basta con compartir tiempo libre y estar menos relajados, sino que deben concurrir una serie de circunstancias favorables, detalladas por la experta:
- La primera es que ambos estén dispuestos a trabajar en la relación, para identificar qué les está bloqueando y ser capaces así de poder comunicarse de una forma abierta y honesta. Solo de esta manera podrán practicar la responsabilidad afectiva y estar preparados a escuchar y comprender al otro sin atacarle.
- Es importante elegir un ambiente relajante que dé lugar a la práctica de actividades conjuntas en las que ambos disfruten y fomenten el trabajo en equipo y la diversión, ya que generar nuevos recuerdos positivos y experiencias gratificantes es crucial para resetear la relación y que se oxigene.
- También es importante no olvidar el espacio personal individual. Cada uno debe tener sus propios momentos de conexión emocional individual para reflexionar y relajarse.
- Ajustar expectativas puede ayudar a no sentir frustración y a valorar y reforzar cada paso que vaya oxigenando la relación. Esto es, no pensar que porque estos meses están culturalmente asociados al idilio, se va a solucionar la relación sin más.
¿Y es mejor viajar con niños, familiares y/o amigos si estamos en crisis?
Lo anterior está muy bien, pero ¿y si hay niños de por medio? ¿El verano también puede unir a una pareja en crisis? Barrantes asegura que todo es querer: «Las obligaciones y el mantenimiento de las rutinas, el esfuerzo y la discrepancia entre las opciones de crianza y educación son algunos motivos de disputa. Ahora bien, si se tienen en mente estos inconvenientes y se está dispuesto a gestionarlos en positivo, la existencia de hijos puede ser un elemento reforzador».
¿Cómo? «Reservando tiempo para la pareja, echando mano de opciones externas como los cuidadores o las actividades recreativas de los lugares de destino. Otra solución es dividir las tareas e incluir a los más pequeños en la planificación de rutinas y actividades».
En cuanto a la conveniencia de viajar o no con amigos u otros familiares, la psicóloga de Origen recuerda que todo depende de la situación de cada pareja y de sus propias dinámicas internas. Si bien es cierto, recuerda, que viajar con amigos «puede provocar una atmósfera más distendida y más relajada, reduciendo el estrés y aliviando tensiones de forma puntual , siendo incluso mediadores de conflictos en ciertos momentos», no lo es menos que «pasar las vacaciones solos permite que la pareja se concentre más en la relación, trabajando la comunicación y resolución de conflictos sin presiones externas ni distracciones. Pasar tiempo de calidad ayuda a redescubrirse y reconectar emocionalmente, creando momentos de mayor intimidad».
Una fórmula mixta podría ser otra opción. Empezar, por ejemplo, las vacaciones solos y terminarlas con amigos (o quizá mejor al revés, por si la cosa se tuerce). «La flexibilidad se puede y debe adecuar al estado de la relación y la intención de mantenerla a flote».