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Soledad no deseada: qué es y cómo darse cuenta de que va más allá de la tercera edad

Los cambios de paradigmas sociales también plantean nuevos retos que no solo son propios de una generación

Soledad no deseada: qué es y cómo darse cuenta de que va más allá de la tercera edad

Un anciano solitario. | Freepik

La soledad no deseada es una realidad que se extiende como una sombra en las sociedades modernas. Lejos de ser un problema menor, se está convirtiendo en una preocupación de salud pública. La urbanización, las dinámicas laborales y los cambios en las estructuras familiares han configurado un escenario donde cada vez más personas sienten que les falta compañía significativa, incluso cuando están rodeadas de gente. La soledad no deseada, a diferencia de la soledad elegida, se vive como una carencia y afecta profundamente al bienestar emocional.

Tradicionalmente, este fenómeno se ha asociado a la tercera edad, una etapa vital en la que la jubilación, la pérdida de seres queridos o los problemas de salud suelen fomentar el aislamiento. Sin embargo, esta percepción es cada vez más limitada. Estudios recientes muestran que la soledad no deseada impacta también a jóvenes, adultos de mediana edad y adolescentes. El creciente aislamiento digital y la presión de las redes sociales, entre otros factores, han contribuido a que las personas más jóvenes sean vulnerables a este problema. Algo de lo que también hemos hablado en THE OBJECTIVE.

Las familias pequeñas y los estilos de vida más individualistas también tienen un papel en esta problemática. La disminución de los hogares multigeneracionales y la falta de comunidades sólidas agravan la sensación de desconexión. Aun así, es fundamental romper el estigma de que solo las personas mayores experimentan esta realidad. La soledad no deseada trasciende edades, géneros y condiciones económicas.

Qué se entiende por soledad no deseada

La soledad no deseada no se trata únicamente de estar físicamente solo. Es una experiencia subjetiva, caracterizada por la discrepancia entre las relaciones que deseamos tener y las que realmente tenemos. Aunque todos podemos sentirnos solos en algún momento, este tipo de soledad es persistente y genera un malestar emocional que interfiere con la vida diaria.

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Se tiende a vincular la soledad no deseada con la madurez, pero no tiene por qué ser así. | Freepik

Diversos grupos están más expuestos a este fenómeno. Las personas mayores que viven solas, los jóvenes que han cambiado de ciudad para estudiar o trabajar, y los cuidadores no remunerados son algunos ejemplos. También pueden verse afectados aquellos que atraviesan cambios vitales significativos, como separaciones, pérdidas o enfermedades crónicas.

Las consecuencias de la soledad no deseada van más allá del plano emocional. Estudios científicos vinculan este problema con un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, depresión, ansiedad e incluso un aumento en la tasa de mortalidad. Además, puede generar un ciclo de aislamiento: cuanto más sola se siente una persona, más difícil le resulta buscar apoyo o crear vínculos significativos.

Por qué la soledad no deseada no es un patrimonio exclusivo de la tercera edad

Aunque la soledad no deseada se asocia comúnmente a la tercera edad, no es una experiencia exclusiva de esta etapa. Factores como el síndrome del nido vacío, cuando los hijos dejan el hogar, pueden generar un vacío emocional en los padres. Asimismo, el edadismo, que discrimina a las personas mayores y les resta oportunidades sociales, puede intensificar su aislamiento.

Sin embargo, estas experiencias no están limitadas a quienes han acumulado décadas de vida. Los jóvenes también enfrentan esta problemática, aunque por razones distintas. La presión por mantener una vida social perfecta en redes, los trabajos precarios y el aumento del teletrabajo han reducido las interacciones cara a cara. Además, los adultos jóvenes que retrasan la formación de familias propias pueden experimentar aislamiento, especialmente en grandes ciudades.

De igual manera, las personas que lidian con enfermedades mentales, como la ansiedad o la depresión, son especialmente vulnerables. Estas condiciones no solo contribuyen a sentirse aislado, sino que, a menudo, dificultan la búsqueda activa de relaciones sociales. Esto demuestra que la soledad no deseada es un problema transversal, que no entiende de edades ni situaciones vitales. Algo que explica también Cruz Roja Española.

Cómo percatarse de la soledad no deseada y cómo ayudar

Detectar la soledad no deseada en los demás no siempre es sencillo, pero hay señales que pueden darnos pistas. Las personas que la padecen suelen mostrar cambios en su comportamiento: evitan el contacto social, pierden interés en actividades que antes disfrutaban y pueden parecer tristes o apáticas. También pueden manifestar un incremento en quejas sobre su salud o sentirse desbordadas por problemas cotidianos.

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Fenómenos como el síndrome del nido vacío podrían acrecentar esta sensación. | Freepik

Ayudar a alguien en esta situación requiere empatía y paciencia. A menudo, un pequeño gesto puede marcar una gran diferencia. Escuchar sin juzgar, invitar a actividades sociales o simplemente mostrar interés genuino por su bienestar puede ser el primer paso. Además, animar a estas personas a buscar apoyo profesional, como terapia psicológica o grupos de ayuda, puede ser fundamental para su recuperación.

En un nivel más amplio, es importante fomentar comunidades más inclusivas y solidarias. Participar en actividades de voluntariado o iniciativas vecinales puede reducir el aislamiento en entornos locales. Asimismo, políticas públicas que apoyen a los colectivos más vulnerables, como personas mayores o cuidadores, son esenciales para combatir la soledad no deseada desde su raíz.

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