El invierno, la estación de los ictus y los infartos: cómo el clima afecta a la salud cardiovascular
Un enemigo más al que añadir a la lista de razones por las que temer al frío está a la altura de nuestro corazón
El invierno es, sin duda, una de las estaciones más complicadas para nuestra salud. Las bajas temperaturas, los cambios bruscos de clima y el hecho de pasar más tiempo en espacios cerrados favorecen la proliferación de virus respiratorios. Es en esta época cuando los catarros, las gripes y otras infecciones encuentran su ambiente ideal, lo que puede comprometer nuestro bienestar general, especialmente en personas mayores o con enfermedades previas. Tanto como para que invierno e infartos puedan ir de la mano.
Como decimos, los virus no son el único enemigo al acecho durante los meses invernales. El frío ejerce un impacto profundo sobre el organismo, especialmente en el sistema cardiovascular. En esta estación se registra un aumento significativo de ictus e infartos, convirtiéndola en una pesadilla para quienes tienen problemas circulatorios o del corazón. Este vínculo entre las bajas temperaturas y los eventos cardiovasculares no es casual, sino que responde a complejas reacciones fisiológicas que el cuerpo experimenta frente al frío. Por eso, determinadas enfermedades cardiovasculares hacen más aparición en esta época.
La combinación de enfermedades respiratorias, aislamiento social y estrés añadido durante esta época contribuye a empeorar el panorama. Aunque la llegada del invierno se asocia a menudo con momentos de confort y celebración, la realidad es que también trae consigo desafíos que exigen mayor conciencia y medidas preventivas para proteger nuestra salud cardiovascular. Un riesgo añadido para entender esa relación entre invierno, infartos e ictus.
El invierno y la salud cardiovascular: un vínculo peligroso
El frío tiene un impacto directo en el sistema cardiovascular. Cuando las temperaturas descienden, el organismo reacciona de manera automática para conservar el calor. Los vasos sanguíneos se contraen, lo que eleva la presión arterial y obliga al corazón a trabajar con mayor intensidad. Este esfuerzo adicional puede ser especialmente peligroso para personas con hipertensión, antecedentes de infartos o enfermedades coronarias, ya que aumenta el riesgo de sufrir un episodio cardiovascular. Algo de lo que ya advertimos en THE OBJECTIVE.
Además de la presión arterial, el frío puede favorecer la formación de trombos y coágulos en las arterias. Esto ocurre porque las bajas temperaturas hacen que la sangre se vuelva más viscosa, lo que dificulta su circulación y eleva la probabilidad de obstrucciones. Estos bloqueos pueden desencadenar infartos de miocardio o ictus isquémicos, dos de las principales causas de muerte en invierno. Pruebas de ello encontramos en numerosas publicaciones y, además, mencionando el aumento del riesgo en personas mayores de 65 años.
La relación entre el frío extremo y la salud cardiovascular es directamente proporcional: cuanto más bajas son las temperaturas, mayor es el riesgo. Estudios médicos han confirmado que en los días más fríos del año aumentan las hospitalizaciones por infartos e ictus, especialmente entre personas mayores o con patologías previas. Así, el invierno se convierte en un enemigo silencioso que exige estar atentos a los síntomas y reforzar las medidas de prevención.
Cómo protegerte del frío para evitar complicaciones cardiovasculares
Aunque el invierno supone un riesgo para la salud cardiovascular, hay medidas que pueden ayudarnos a reducir el peligro. La primera clave está en evitar la exposición prolongada al frío extremo. Abrigarse adecuadamente, utilizando varias capas de ropa y protegiendo especialmente las manos, los pies y la cabeza, es fundamental para evitar que el cuerpo pierda calor y se produzcan reacciones peligrosas en el sistema cardiovascular.
Las personas con antecedentes de problemas cardíacos o hipertensión deben extremar las precauciones. Mantenerse bien hidratado, evitar el consumo excesivo de alcohol y tabaco, y seguir una dieta equilibrada rica en frutas, verduras y grasas saludables puede ayudar a fortalecer el sistema cardiovascular. Además, es fundamental no interrumpir los tratamientos médicos y acudir a revisiones periódicas para garantizar que la salud del corazón esté bajo control.
Por último, el ejercicio moderado también es un aliado clave durante el invierno. Realizar actividades físicas adaptadas a las condiciones climáticas no solo contribuye a mejorar la circulación sanguínea, sino que también ayuda a mantener el corazón fuerte y protegido frente a las bajas temperaturas. Sin embargo, es importante evitar esfuerzos extremos en ambientes muy fríos, ya que podrían ser contraproducentes.