Los riesgos del 'doomscrolling', el consumo compulsivo de contenidos en tu teléfono
Lo que puede parecer un gesto inofensivo, podría resultar en un comportamiento casi adictivo
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Un hombre joven agobiado con el teléfono. | Freepik
Adultos, jóvenes y niños están expuestos a diario a una avalancha de información digital. Redes sociales y plataformas de entretenimiento despliegan un flujo incesante de contenidos diseñados para captar la atención y generar interacción. La facilidad de acceso a estos estímulos hace que muchas veces se consuman sin reparar en su relevancia o impacto. Lo que empieza como una consulta rápida al móvil puede convertirse en minutos —o incluso horas— de navegación ininterrumpida.
Este fenómeno tiene nombre: doomscrolling. El término hace referencia a la conducta de desplazarse compulsivamente por un sinfín de vídeos y publicaciones, muchas veces con un enfoque negativo o alarmista. La mezcla de curiosidad, miedo a perderse algo y la facilidad de acceso a la información convierten esta práctica en una espiral difícil de romper. Aparentemente inofensiva, esta costumbre no es trivial y puede tener consecuencias perjudiciales en el bienestar mental y emocional.
El doomscrolling es más peligroso de lo que parece. Aunque parezca una actividad pasiva, es un hábito que altera la percepción del mundo, alimenta la ansiedad y dificulta la concentración. Además, su impacto no se limita a un grupo de edad concreto: desde niños que reciben su primer dispositivo hasta adultos que buscan estar informados, todos pueden verse atrapados en este consumo excesivo de contenidos digitales sin apenas darse cuenta. Tanto como para que ya haya numerosa literatura científica que advierta de las consecuencias psicológicas de este fenómeno.
Qué es el ‘doomscrolling’
El término doomscrolling ha aparecido en la última década para describir la tendencia de desplazarse de forma compulsiva por noticias y contenidos, especialmente aquellos con un tono negativo. Aunque no es un fenómeno nuevo, cobró especial relevancia durante la pandemia de covid-19, cuando muchas personas pasaban largas horas consumiendo información sobre la crisis sanitaria. La necesidad de estar al día, unida a la facilidad con la que se accede a nuevas publicaciones, hizo que el hábito se consolidara en la rutina de millones de usuarios. Algunas, incluso, afectando al rendimiento laboral, como ya alertamos en THE OBJECTIVE.
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Las redes sociales están diseñadas para incentivar este tipo de comportamiento. Algoritmos inteligentes seleccionan contenido basado en los intereses del usuario, manteniéndolo enganchado durante más tiempo. Instagram, TikTok, X o Facebook ofrecen un flujo inagotable de publicaciones que se renuevan constantemente, fomentando el desplazamiento sin fin. Además, las aplicaciones de noticias priorizan los titulares llamativos y alarmantes, lo que refuerza la necesidad de seguir leyendo para no perderse ninguna novedad.
El doomscrolling no discrimina por edad. Niños con acceso a plataformas como YouTube pueden quedarse atrapados en vídeos interminables, adolescentes pasan horas en TikTok sin percibir el paso del tiempo y adultos consultan noticias de forma compulsiva antes de dormir. La combinación de accesibilidad, diseño adictivo y una percepción de urgencia hace que sea difícil controlar este hábito, especialmente cuando se asocia con la necesidad de mantenerse informado o de llenar momentos de ocio.
Las consecuencias del ‘doomscrolling’
El consumo compulsivo de contenidos digitales no es inocuo. Numerosos estudios han señalado que el doomscrolling puede afectar negativamente a la salud mental. La exposición constante a noticias negativas y estímulos digitales puede aumentar los niveles de ansiedad y estrés, dificultando la regulación emocional. Además, el exceso de información puede generar sensación de agotamiento y desesperanza, haciendo que el mundo parezca un lugar más caótico y amenazante de lo que realmente es.
Controlar este hábito no es fácil, pero es necesario para reducir su impacto. Una de las claves es establecer límites de tiempo en el uso del móvil y de las redes sociales. Aplicaciones que monitorizan el tiempo de pantalla pueden ser útiles para tomar conciencia de cuánto tiempo se dedica a esta actividad. También es recomendable evitar el uso del móvil antes de dormir y sustituir el consumo pasivo de información por otras actividades, como la lectura o la meditación. La gestión consciente del tiempo digital ayuda a reducir la dependencia y mejora la salud mental.
Para saber si se tiene un problema con el doomscrolling, basta con observar ciertos signos: la sensación de pérdida de tiempo tras pasar largos ratos en el móvil, la dificultad para concentrarse en otras tareas o la necesidad constante de comprobar actualizaciones. Si el hábito interfiere con la vida diaria, es momento de tomar medidas. Romper con el doomscrolling no solo mejora la productividad, sino que también ayuda a recuperar la tranquilidad mental y a gestionar mejor la información que realmente importa.