Invisible pero no silencioso: así afecta el 'ghosting' al bienestar emocional
Aunque parezca una forma fácil de huir, la complejidad de esta ausencia es mucha en quien deja y en quien es dejado

Una mujer con su smartphone. | Freepik
Más allá de ser una palabra de moda, el ghosting se ha convertido en una realidad fácilmente identificable en múltiples ámbitos de la vida. Aunque se asocia sobre todo con las relaciones de pareja, también ocurre en amistades, entornos laborales e incluso en la familia. La tecnología ha facilitado esta práctica, permitiendo que las personas corten el contacto de manera abrupta sin dar explicaciones. Pero lo que para algunos puede ser una forma de evitar un conflicto, para otros supone una fuente de ansiedad e incertidumbre.
Las redes sociales y la comunicación digital han amplificado los efectos del ghosting. La inmediatez y la accesibilidad constantes hacen que las interacciones sean efímeras y prescindibles, lo que puede llevar a una menor responsabilidad afectiva. Además, el ritmo de vida acelerado y la falta de tiempo para gestionar relaciones pueden hacer que ignorar a alguien parezca la opción más sencilla. Sin embargo, esta práctica no es inofensiva y deja una huella emocional en quienes la sufren.
Aunque pueda parecer una experiencia invisible, el ghosting tiene un impacto real en la salud mental. Las personas que lo padecen pueden experimentar sentimientos de abandono, baja autoestima y dificultades para confiar en los demás. En un mundo donde la conexión es más digital que nunca, el vacío que deja el ghosting es una herida difícil de sanar.
Caer en el ‘ghosting’: ¿soy víctima o culpable?
El ghosting consiste en cortar de manera repentina y sin explicación cualquier tipo de comunicación con otra persona. Esta práctica genera confusión y malestar, ya que quien la sufre no obtiene respuestas ni tiene la oportunidad de cerrar la relación de forma saludable. A menudo se asocia con relaciones amorosas, pero también ocurre en amistades o en el ámbito profesional, donde un compañero o jefe deja de responder sin previo aviso. Algo de lo que también hemos hablado en THE OBJECTIVE.
Quien sufre el ghosting suele darse cuenta cuando los mensajes dejan de recibir respuesta, las llamadas no son atendidas y los intentos de contacto se vuelven unilaterales. La incertidumbre es una de las emociones más difíciles de gestionar, ya que el cerebro humano busca explicaciones para poder dar sentido a lo ocurrido. Sin embargo, cuando la comunicación se corta de manera abrupta, la persona afectada puede culparse a sí misma o generar escenarios hipotéticos sobre lo que ha sucedido.
«Muchas veces, las personas que practican el ghosting evitan el conflicto o no saben cómo comunicar sus verdaderos sentimientos», explica Virginia del Palacio, psicóloga de Blua de Sanitas. Las razones por las que esto sucede pueden ser variadas. Podría ser «ya sea por miedo a dañar al otro, por inseguridad personal o por falta de herramientas emocionales para manejar una situación difícil», añade. De hecho, insiste en que «la inmediatez y el anonimato que ofrece la tecnología permiten evitar el enfrentamiento», lo que podría parecer una solución. Aunque apunta que «esto, a la larga, genera un vacío emocional tanto en quien lo realiza como en quien lo sufre», explica.
Evitar el conflicto no es la solución

Por otro lado, quienes practican el ghosting lo hacen por diversas razones. Algunos evitan el conflicto por miedo a herir los sentimientos de la otra persona, mientras que otros lo hacen por falta de habilidades emocionales para afrontar situaciones incómodas. En muchos casos, el ghosting se produce porque la tecnología ha facilitado la desconexión sin consecuencias inmediatas, haciendo que desaparecer parezca una solución más sencilla que enfrentar una conversación difícil. Sin embargo, aunque pueda parecer una estrategia válida a corto plazo, este comportamiento genera un impacto negativo en ambas partes.
Las consecuencias psicológicas del ‘ghosting’: cómo afecta
El ghosting deja una serie de secuelas emocionales que pueden afectar la forma en que las personas se relacionan en el futuro. Una de las primeras reacciones es el vacío emocional, ya que la interrupción abrupta de una relación impide procesar la pérdida de manera adecuada. Lo triste es que es una tendencia al alza y es más sencillo no plantear la complejidad de la ruptura que simplemente dejarlo correr.
Sin respuestas ni una despedida clara, la persona que lo sufre queda atrapada en un estado de desconcierto que dificulta el cierre emocional. Este vacío puede generar insatisfacción y una sensación de abandono difícil de superar. Indica además que «a menudo, las personas experimentan dificultades para reconocer que han sido víctimas de ghosting debido a sentimientos de vergüenza o culpa».
Por eso, advierte que «es crucial entender que este tipo de experiencias pueden dejar secuelas emocionales». De hecho, otro efecto común es la incertidumbre, que alimenta la ansiedad y el malestar emocional. La ausencia de explicaciones deja espacio para la duda, lo que puede hacer que la persona afectada se cuestione si ha hecho algo mal. Este proceso puede derivar en sentimientos de culpa injustificados, ya que el ghosting es, en última instancia, una decisión unilateral en la que la persona afectada no tiene control.
Solución a corto plazo; complejidad a largo plazo
A largo plazo, el ghosting puede generar inseguridad en las relaciones futuras. Quienes lo han sufrido pueden desarrollar miedo al abandono y dificultades para confiar en los demás. La repetición de estas experiencias refuerza la idea de que las conexiones humanas son frágiles e impredecibles, lo que puede derivar en ansiedad por separación o una tendencia a evitar relaciones profundas para protegerse del posible dolor. Reconocer estos efectos es clave para gestionar el impacto emocional y buscar estrategias que permitan fortalecer la autoestima y la confianza en las relaciones interpersonales.