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Misofonía o la razón de por qué odias algunos sonidos: cómo identificarla y cuáles son

No busques explicación en el volumen alto, sino en sonidos reiterativos que pueden ser mucho más molestos

Misofonía o la razón de por qué odias algunos sonidos: cómo identificarla y cuáles son

Una mujer con misofonía. | ©Freepik

Estás en una sala tranquila y, de pronto, alguien empieza a masticar chicle. El sonido húmedo, pegajoso, rítmico. A otros les pasa inadvertido, pero tú sientes cómo la irritación te recorre el cuerpo. No puedes concentrarte, te sientes tenso, e incluso notas cómo la rabia empieza a escalar sin que sepas bien por qué. No se trata de un ruido estridente ni especialmente fuerte. Es algo mucho más sutil, pero profundamente molesto.

Quizá te pasa también con los golpecitos de un bolígrafo, con la respiración acelerada de alguien cercano o con el sonido de unas uñas sobre una mesa. No es que seas especialmente maniático o quisquilloso, y sabes que no es lógico sentir tanto rechazo por algo tan pequeño. Pero no lo puedes evitar. Lo que para otros es un murmullo de fondo, para ti es un tormento silencioso. Te incomoda, te irrita, y acabas deseando escapar de la situación.

Esto que te ocurre tiene nombre: misofonía. No se trata de una rareza ni de una invención. Es una condición real que afecta a muchas personas, aunque aún no esté reconocida oficialmente como un trastorno médico. Lo que sí está claro es que puede interferir en la vida cotidiana, dificultar las relaciones sociales y hacer que entornos completamente normales se conviertan en un suplicio.

Qué es la misofonía

La palabra misofonía viene del griego misos (odio) y phoné (sonido). Significa, literalmente, “odio al sonido”. No se refiere a todos los sonidos, ni a los especialmente fuertes, sino a sonidos muy concretos que despiertan reacciones emocionales intensas y negativas. Quien la sufre no simplemente se molesta; puede sentirse abrumado, enfadado, e incluso desesperado ante determinados estímulos acústicos.

Los desencadenantes suelen ser sonidos cotidianos, repetitivos y de baja intensidad: sorber, masticar, toser, respirar, teclear o hacer clic con un bolígrafo. También pueden ser visuales, como movimientos rítmicos asociados a esos sonidos. No hay una lista cerrada: cada persona puede desarrollar aversión a estímulos distintos. La reacción puede ser tan intensa que lleve a evitar situaciones sociales o a enfrentamientos con otras personas.

Aún se desconoce con precisión qué la origina. Algunas teorías apuntan a una alteración neurológica en la forma en que el cerebro procesa ciertos sonidos. Otras la vinculan a fobias, traumas o a una hiperconexión entre los circuitos auditivos y los emocionales. Se considera un estado fisiopatológico, es decir, una condición que puede desarrollarse incluso en personas sin patologías previas. A diferencia de la hiperacusia, donde se perciben todos los sonidos como excesivos, en la misofonía el rechazo es selectivo.

Cómo saber si la padezco y qué puedo hacer para evitarlo

Sospechar que se sufre misofonía requiere observar con atención nuestras reacciones. Si ciertos sonidos cotidianos te provocan un enfado inmediato, una sensación de ansiedad o incluso un impulso de huida, podrías estar experimentándola. No se trata solo de molestia: hablamos de emociones intensas y persistentes que interfieren en tu bienestar. Este patrón se repite con sonidos muy específicos, lo que ayuda a diferenciar la misofonía de una sensibilidad auditiva general, como explican desde Gaes.

El primer paso para identificarla es reconocer los desencadenantes. Haz memoria: ¿hay sonidos concretos que, siempre que los escuchas, te irritan de forma desproporcionada? Anótalos. Luego, evalúa la intensidad de tu reacción: ¿te cuesta concentrarte? ¿Te cambia el estado de ánimo? ¿Te entran ganas de marcharte del lugar? Finalmente, observa si esos sonidos afectan tu vida social: tal vez evitas ciertas comidas, reuniones o espacios por temor a exponerte a ellos.

Es importante saber que misofonía no es lo mismo que hiperacusia, de la que ya hablamos en THE OBJECTIVE. Esta última implica una percepción exageradamente intensa de todos los sonidos, mientras que en la misofonía solo unos pocos generan rechazo. Aunque no existe un tratamiento específico aprobado, algunas estrategias pueden ayudar: el uso de auriculares con ruido blanco, técnicas de relajación, terapias de reestructuración cognitiva o simplemente explicar a las personas cercanas lo que te sucede. Comprender el fenómeno es el primer paso para afrontarlo sin culpa y con mayor tranquilidad.

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