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¿Pantallas contra la demencia? Cómo podrían ayudar a reducir el deterioro cognitivo

Hay indicios de que la forma en la que nos afectan cambiarían en función de nuestra edad y del tipo de uso

¿Pantallas contra la demencia? Cómo podrían ayudar a reducir el deterioro cognitivo

Un hombre utilizando un teléfono móvil. | ©Freepik.

Durante años, los dispositivos electrónicos han estado en el punto de mira de la comunidad científica. La preocupación ha girado en torno a cómo influyen en nuestra salud general. Especialmente en relación con el sueño, la atención, la ansiedad o el desarrollo de habilidades cognitivas. Se ha intentado medir el impacto que puede tener pasar horas frente a una pantalla, ya sea de un móvil, una tableta, un ordenador o incluso la televisión. Esto ha llevado a asociar el uso excesivo de pantallas con ciertos trastornos en diferentes etapas de la vida. Uno de los puntos más recurrentes es el vínculo entre el uso de pantallas y la pérdida o el deterioro de funciones cognitivas, como la memoria o la capacidad de concentración.

El foco se ha puesto sobre todo en los más jóvenes. Es en este grupo de población donde se considera que un uso excesivo de estos dispositivos puede influir negativamente en un desarrollo cognitivo que aún está en construcción. Al mismo tiempo, se han generado advertencias similares para las personas mayores. Especialmente en relación con posibles vínculos entre el uso de pantallas y el avance de enfermedades como la demencia. Sin embargo, los efectos varían en función del grupo de edad. La investigación ha evolucionado para matizar muchas de estas suposiciones iniciales. Abre así además nuevas líneas de reflexión sobre el papel de las tecnologías en nuestra vida.

De hecho, un reciente estudio ha introducido una perspectiva que desafía los prejuicios más comunes. Publicado en la revista Nature Human Behaviour, sugiere que, en algunos casos, el uso de pantallas en personas mayores podría no ser tan perjudicial como se pensaba. Incluso plantea la posibilidad de que tenga efectos beneficiosos sobre determinadas capacidades mentales. Este hallazgo no deja de ser sorprendente: ¿y si en lugar de contribuir al deterioro cognitivo y la demencia, las pantallas pudieran ayudar a ralentizarlo?

Pantallas y desarrollo cognitivo: dos caras de una misma moneda

En la infancia y la adolescencia, el cerebro está en pleno proceso de desarrollo. Por eso, el entorno digital puede tener un impacto especialmente significativo. Numerosos estudios han demostrado que una exposición prolongada y no regulada a las pantallas puede influir negativamente en ciertas habilidades. En ese sentido, se suele citar la memoria de trabajo, la atención sostenida o la autorregulación emocional. El problema no está únicamente en el tiempo de exposición, sino en el tipo de contenidos consumidos y en la sustitución de otras actividades más enriquecedoras como la lectura o el juego activo.

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Aunque el estudio presenta datos halagüeños, no se han podido precisar los motivos por los que podría ser interesante esta relación. ©Freepik.

Uno de los aspectos más preocupantes es la relación entre el uso de pantallas y el sueño. Diversas investigaciones han confirmado que utilizar dispositivos electrónicos en las horas previas a dormir afecta a la calidad del descanso. La luz azul que emiten estas pantallas puede alterar el ritmo circadiano y dificultar la conciliación del sueño. Esto, a su vez, tiene un impacto directo en el rendimiento académico, ya que un sueño insuficiente o de mala calidad afecta a la memoria y la concentración durante el día siguiente. Algo de lo que hemos hablado previamente en THE OBJECTIVE.

En contraste con este escenario, la evidencia disponible sobre los efectos del uso de pantallas en la población adulta mayor no es tan contundente. Aunque a menudo se ha asumido que este hábito podía estar vinculado al aumento del deterioro cognitivo, los datos no lo confirman del todo. De hecho, no existe una prueba clara de que ver la televisión, utilizar un ordenador o interactuar con otros dispositivos digitales favorezca el desarrollo de enfermedades como el alzhéimer o la demencia. Esto ha abierto una puerta a la posibilidad de que el uso tecnológico, cuando está bien orientado, pueda tener efectos neutros o incluso beneficiosos. Algo fundamental si tenemos en cuenta algunas de las señales tempranas de la demencia y del deterioro cognitivo.

Un rayo de esperanza: pantallas contra la demencia en la tercera edad

El estudio en cuestión ha vuelto a poner el foco en cómo afectarían las pantallas al deterioro cognitivo o la demencia en las personas mayores. Para ello se han valido de un metaanálisis de 136 estudios previos que incluían a más de 410.000 personas con edades superiores a los 50 años (con una media de 68,7 años) y un reparto de género similar.

La investigación tenía como objetivo analizar si existía una relación directa entre el uso de pantallas y el deterioro cognitivo a lo largo del tiempo. Los resultados han sido, como mínimo, sorprendentes. No solo no se detectó una correlación negativa clara, sino que incluso se apuntó a ciertos beneficios cognitivos entre quienes hacían un uso regular de dispositivos electrónicos.

Este hallazgo debe ser interpretado con cautela. Aunque el estudio cuenta con una muestra amplia y un seguimiento prolongado, no se ha podido controlar del todo el tipo de actividades realizadas frente a las pantallas. No es lo mismo ver programas de entretenimiento pasivo que participar en videollamadas, leer noticias o resolver pasatiempos digitales. Por tanto, no se puede afirmar que cualquier uso de pantallas tenga un efecto positivo. En ese supuesto, lo que parece importar es cómo se emplean y qué grado de estimulación mental aportan.

Aun así, el metaanálisis plantea una cuestión relevante. En lugar de centrarse exclusivamente en los riesgos, conviene también explorar los posibles beneficios del uso digital en edades avanzadas. Actividades como aprender a utilizar nuevas aplicaciones, comunicarse con familiares por videollamada o jugar a juegos de estrategia pueden funcionar como ejercicios cognitivos. Estas interacciones pueden ayudar a mantener activa la mente, fomentar la conexión social y reducir el aislamiento, factores todos ellos que se consideran protectores frente a la demencia.

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