Influir, manipular o persuadir: la psicóloga Claudia Nicolasa explica la diferencias
Identificar cuándo una influencia es genuina o es interesada es clave para construir relaciones de confianza

Psicóloga Claudia Nicolasa | Cedida
En la compleja interacción humana, muchas veces buscamos generar un impacto en las decisiones y comportamientos de quienes nos rodean. Sin embargo, ¿sabemos realmente diferenciar cuándo estamos influenciando, persuadiendo o manipulando? Esta distinción, aunque sutil, es crucial para comprender la ética y la intención detrás de nuestras acciones.
‘Tips’ para diferenciar los tres conceptos
Claudia Nicolasa, psicóloga, emprendedora y creadora de contenido, aborda este tema con claridad en su nuevo libro Es manipulación y no lo sabes, donde explica cómo identificar y comprender las diferencias entre estas tres formas de interacción. Según Nicolasa, el primer paso para evitar caer en manipulaciones dañinas es reconocer que no todas las formas de afectar al otro son iguales ni tienen las mismas consecuencias.
1. Influir: la espontaneidad del impacto genuino
La influencia se da de forma natural y respetuosa, sin una intención consciente de cambiar el comportamiento del otro. Claudia Nicolasa describe la influencia como un efecto orgánico de nuestra conducta en los demás, basada en la autenticidad y la espontaneidad. Un ejemplo que utiliza en su libro es el caso de Luis y Adrián. Luis, apasionado por el senderismo, comparte su amor por esta actividad, habla sobre las rutas que ha descubierto y los beneficios que le aporta. Sin presionar ni intentar convencer, simplemente relata su experiencia, mostrando entusiasmo genuino. Adrián, tras escuchar a su amigo, decide probar el senderismo por sí mismo. Aquí no hay una intención deliberada de cambiar la conducta de Adrián, solo un compartir sincero que termina por influir en su decisión. La influencia, entonces, respeta la libertad y autonomía del otro.
2. Persuadir: convencer con ética y respeto
La persuasión implica una intención clara de convencer, pero siempre con respeto hacia el otro, sin forzar ni dañar. Claudia Nicolasa sostiene que la persuasión busca generar un cambio positivo en el otro, a menudo para su propio beneficio o para el bien común. Para ilustrar esto, Nicolasa menciona la labor del psicólogo que persuade a un paciente para que tome conciencia de su situación y siga un tratamiento. A través de técnicas como metáforas, preguntas abiertas y escenarios imaginativos, el profesional moviliza emociones y pensamientos que llevan al paciente a adoptar una conducta saludable. La persuasión aquí no es manipulativa; es un proceso que ayuda a la persona a tomar mejores decisiones con plena conciencia y consentimiento.
3. Manipulación: el control disfrazado de influencia
La manipulación es el extremo oscuro de este espectro. Según Claudia Nicolasa, se caracteriza por una intención egoísta, que busca obtener un beneficio personal sin importar el daño o perjuicio para el otro. Aquí la ética desaparece y la libertad del otro queda comprometida. Un claro ejemplo que plantea Nicolasa es el de un gerente que manipula a un empleado para que trabaje horas extras sin compensación. Consciente de las inseguridades laborales del empleado, el gerente sugiere que aceptar más trabajo “demuestra compromiso” y “asegura su futuro”, mientras que en realidad busca evitar costes contratando menos personal. Este tipo de manipulación explota vulnerabilidades y se basa en el engaño para obtener ventajas personales, ignorando el bienestar del empleado.

La clave está en la intención y el respeto
La psicóloga enfatiza que la diferencia fundamental entre influir, persuadir y manipular reside en la intención y el resultado. Mientras que la influencia es espontánea y sin un objetivo explícito, tanto la persuasión como la manipulación buscan generar un cambio consciente en el otro. Sin embargo, la persuasión se utiliza para modificar positivamente, con empatía y respeto, promoviendo el beneficio mutuo. La manipulación, en cambio, fuerza un cambio para beneficio propio, sin importar el daño causado. Nicolasa señala que la línea entre persuasión y manipulación es muy fina y a menudo difícil de detectar. Esa diferencia depende del respeto hacia los valores y sentimientos del otro, la ética aplicada, y la capacidad de sentir remordimiento o conciencia por el impacto que causamos.
¿Por qué es importante esta distinción?
En un mundo donde las relaciones personales y profesionales están marcadas por la comunicación constante, saber cuándo una influencia es saludable o cuando estamos siendo manipulados puede marcar la diferencia entre relaciones de confianza y vínculos tóxicos. Claudia Nicolasa invita a la reflexión para que cada uno examine sus propias formas de interacción y se pregunte: ¿Estoy respetando la autonomía del otro o solo busco mi propio beneficio a costa suya? Este conocimiento no solo ayuda a protegerse de manipulaciones externas, sino también a evitar caer en la manipulación propia, promoviendo así interacciones más auténticas, éticas y enriquecedoras para todos.