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¿Crujirse los dedos provoca artritis? Esto dicen los expertos en salud

Son muchos los que piensan que este gesto puede provocar esta enfermedad inflamatoria, pero no es del todo cierto

¿Crujirse los dedos provoca artritis? Esto dicen los expertos en salud

Crujirse los dedos | Canva

Una de dos: o formas parte del grupo que encuentra alivio en ese inconfundible crack al crujirse los dedos, o perteneces al bando contrario, el que se estremece con solo oírlo. Este gesto, casi automático para algunos y tabú para otros, lleva décadas envuelto en mitos, especialmente el más persistente: que puede provocar artritis. Pero, ¿qué dice la ciencia realmente?

¿Qué ocurre cuando crujimos los dedos?

Lejos de fracturas o desgastes óseos, el crujido al que muchos son adictos tiene una explicación física clara. Se trata de un fenómeno conocido como cavitación. Tal como explica el reumatólogo Marcos Paulino, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER), dentro del líquido sinovial que lubrica nuestras articulaciones pueden generarse burbujas de gas. Cuando estiramos o flexionamos los dedos de forma brusca, se produce un cambio de presión que libera estos gases, generando ese característico sonido.

Aurora Araújo, decana del Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid, lo describe de manera más gráfica: «Más que un crujido, lo que se oye es una pequeña explosión en la cápsula sinovial». Este proceso es completamente indoloro y reversible. Las burbujas se reabsorben lentamente, por lo que no se puede volver a crujir la misma articulación hasta pasados unos 20 minutos, según apuntan estudios biomecánicos.

¿Crujirse los dedos daña las articulaciones?

La evidencia actual sugiere que este gesto no es perjudicial per se, pero sí puede serlo si se convierte en una conducta repetitiva y compulsiva. Paulino aclara que «cualquier actividad física llevada al extremo resulta perjudicial» y añade que un exceso puede provocar molestias, dolor e incluso rigidez. Araújo coincide y advierte que «al practicar esta costumbre con mucha frecuencia se irritan y elongan los ligamentos, lo que podría generar inestabilidad articular».

Una de dos: o formas parte del grupo que encuentra alivio en ese inconfundible crack al crujirse los dedos, o perteneces al bando contrario, el que se estremece con solo oírlo.

A nivel clínico, sin embargo, no existe relación comprobada entre crujirse los dedos y el desarrollo de artritis o artrosis. Un estudio clásico de 1998 publicado en Journal of the American Board of Family Practice analizó a 300 personas mayores, concluyendo que no había diferencias significativas en la incidencia de artritis entre quienes crujían los dedos habitualmente y quienes no. El caso más citado, casi anecdótico, pero revelador, es el del doctor Donald Unger, quien durante 60 años se crujió los dedos de una mano, dejando la otra intacta. Tras décadas, no encontró diferencia alguna entre ambas. Por este “experimento casero”, incluso recibió un Premio Ig Nobel.

¿Por qué nos gusta crujirnos los dedos?

La explicación psicológica es tan interesante como la física. El doctor Paulino sugiere que algunas personas sienten alivio o mayor movilidad tras el chasquido: «es una forma de desentumecer las articulaciones». Araújo agrega un componente emocional: el crujido también puede asociarse a estrés, ansiedad o aburrimiento. Como morderse las uñas o golpear con el bolígrafo, es un gesto repetitivo con cierto efecto de descarga.

¿Puede provocar problemas a largo plazo?

Los especialistas coinciden: no es necesario alarmarse si el gesto es esporádico. Ahora bien, si se convierte en una rutina incontrolable o si va acompañada de dolor, hinchazón o disminución de la movilidad, entonces sí es motivo de consulta médica. En pacientes con artritis ya diagnosticada, los expertos recomiendan evitar este gesto, ya que puede aumentar la inflamación y el dolor.

¿Y si quiero dejar de hacerlo?

Aunque no es peligroso, el hábito puede resultar molesto para el entorno. «Crujirse los dedos compulsivamente no solo puede dañar las articulaciones, sino también generar rechazo social, ya que a muchos les resulta un sonido desagradable», señala Paulino.

Consejos para abandonar el hábito:

  1. Ejercicios suaves de muñeca y dedos, como estiramientos o rotaciones.
  2. Sustituir el gesto por otro, como apretar una pelota antiestrés o sujetar un bolígrafo.
  3. Tomar consciencia del hábito: el primer paso para modificar cualquier comportamiento es identificar cuándo y por qué se realiza.
  4. Evitar situaciones gatillo como el aburrimiento o la ansiedad prolongada.
  5. Terapias conductuales, en casos donde se convierte en una conducta repetitiva difícil de controlar.
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