Los signos del envejecimiento que no hay que asumir como necesarios y cómo combatirlos
Una cosa es hacerse mayor y otra bien distinta es asumir que es una inevitable rampa de salida

Un hombre mayor en un parque. | ©Freepik.
Un día descubres más canas de lo habitual y lo achacas al estrés. Otro, te sorprendes al ver en el espejo unas arrugas nuevas, como si hubieran aparecido sin avisar. Después notas que te cuesta más reaccionar, que las palabras no fluyen igual o que la memoria te juega pequeñas malas pasadas. Y entonces piensas que todo eso es lo normal, lo que toca, y lo dejas estar. Te resignas a que hacerse mayor sea así, una cuesta abajo por la que solo queda dejarse llevar. Piensas, desde la derrota, que los signos del envejecimiento son imposibles de combatir.
Poco a poco se acumulan señales: te notas más cansado, necesitas más horas de sueño pero no descansas mejor, tienes menos apetito, te falta energía. Tal vez incluso experimentes pequeños fallos de equilibrio o una sensación constante de fatiga que antes no estaba ahí. Y sin darte cuenta, vas cediendo espacio a una versión más apagada de ti, convencido de que es lo que hay, que los años pesan y que esto no tiene remedio. No se trata, insistimos, en parafrasear a Gil de Biedma y su Nunca volveré a ser joven. Todos sabemos que la vida en serio, aunque lo comenzásemos a comprender más tarde.
Pero asumir no es lo mismo que rendirse. Envejecer es parte de la vida, sí, pero eso no significa que debas aceptar sin más todo lo que venga con la edad. Hay síntomas que puedes frenar, ralentizar o incluso revertir con los cuidados y estrategias adecuadas. La clave está en saber reconocerlos y no dar por hecho que son inevitables. Porque no lo son. Esto no quiere decir que permanezcamos en un pensamiento ‘Forever Young’, pero tampoco en ciertos grados de fatalismo.
Los signos del envejecimiento: cómo saber si tu cuerpo y mente cambian
El cuerpo empieza a hablar con señales claras, pero no siempre las escuchas a tiempo. La pérdida de apetito, por ejemplo, puede parecer un simple cambio de gustos, pero es también una señal de alerta. Cuando el metabolismo se ralentiza, la sensación de hambre puede disminuir, lo que puede derivar en una nutrición insuficiente o desequilibrada. Esto tiene consecuencias directas sobre tu energía diaria y sobre la salud de tus músculos, huesos y órganos. Algo de lo que hemos hablado a menudo en THE OBJECTIVE.

En el plano cognitivo, uno de los signos más habituales es el olvido de nombres, citas o pequeñas tareas. Aunque es normal que la memoria cambie con el paso de los años, no significa que tengas que aceptar una pérdida progresiva de tus capacidades mentales. Los cambios de humor también se acentúan con la edad: puede que te sientas más irritable, más apático o incluso más ansioso sin una causa concreta. No es terrible, pero es bueno saber que forman parte de los signos del envejecimiento. A menudo se achaca a la edad, pero muchas veces hay factores emocionales, sociales o de salud que se pueden abordar. Por eso, en gran medida, hay que comprender qué es el envejecimiento prematuro.
A nivel dermatológico, la piel sufre una transformación visible. Se vuelve más fina, menos elástica, y tiende a romperse con facilidad. Las arrugas se multiplican y aparecen manchas que antes no estaban. También puedes notar que te cuesta más recuperarte de pequeñas heridas o que tienes mayor sensibilidad al sol. A esto se suma la aparición de problemas como las pérdidas de orina, que aunque frecuentes, no deben asumirse como normales. Y lo mismo ocurre con la fatiga prolongada o una somnolencia excesiva durante el día: son señales de que algo está cambiando, pero también de que puedes actuar.
Asumir y combatir: la respuesta al envejecimiento
Envejecer no es una derrota, pero tampoco es una excusa para rendirte. No se trata de buscar la eterna juventud, sino de llegar a esa etapa con dignidad y vitalidad. Aceptar los cambios no implica resignarse. Hay estrategias para mejorar cómo llegas a esa fase de la vida. Por ejemplo, el ejercicio físico regular ayuda a reducir la sarcopenia —la pérdida de masa muscular relacionada con la edad— y mejora el equilibrio, la resistencia y el estado de ánimo. Caminar, nadar o hacer yoga de forma constante puede marcar una gran diferencia. Se trata de, en nuestros ritmos, seguir ofreciendo calidad a nuestra vida.
También puedes frenar el deterioro cognitivo con rutinas que mantengan tu cerebro activo. La lectura, los juegos de memoria, aprender algo nuevo (como los idiomas) o resolver sudokus no son pasatiempos sin más: son gimnasia para el cerebro. Además, el ejercicio físico también tiene un impacto directo sobre la salud mental. Está demostrado que una vida activa ayuda a mantener una mayor agilidad cognitiva y un mejor estado emocional. Una dieta rica en antioxidantes, omega 3 y vitaminas también juega un papel clave en el cuidado del cerebro. Razón por la que comprender quiénes son nuestros aliados para combatir los signos del envejecimiento.
Los sentidos, además, se deterioran. Sientes menos, cuando ves, cuando oyes o cuando tocas y comes. Cuando aparecen síntomas como la presbicia o una pérdida progresiva de audición, lo peor que puedes hacer es ignorarlos o, casi peor, creer que no van contigo. Utilizar gafas adecuadas o audífonos no significa renunciar a tu independencia, sino todo lo contrario. Adaptarte a estos cambios con soluciones eficaces es una forma de mantener tu calidad de vida. No tienes que dejar de hacer lo que te gusta porque tus sentidos ya no funcionen como antes. Al contrario: tienes derecho a seguir disfrutando, con las herramientas necesarias para ello.