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Comida basura: ¿falsa felicidad o una peligrosa adicción silenciosa? Esto dicen los estudios

El aumento del consumo de comida rápida está preocupando a los expertos, que han empezado a alzar la voz

Comida basura: ¿falsa felicidad o una peligrosa adicción silenciosa? Esto dicen los estudios

La comida basura es muy adictiva.

Vivimos en una era de inmediatez, hiperconectividad y agendas hasta arriba. En este contexto, la comida basura se presenta como una solución rápida y accesible, pero sus consecuencias van mucho más allá de una simple elección alimentaria. En Estados Unidos, el 83% de las familias consume comida basura al menos una vez a la semana, según datos de Statista. Pero esta tendencia no es exclusiva de América del Norte. En España, la situación también es preocupante y está creciendo rápidamente.

Un informe de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), titulado Informe del consumo alimentario en España 2022, revela que:

  • Un 33% de los adolescentes españoles consume comida basura al menos una vez por semana.
  • El 24% de los adultos incluye este tipo de alimentos en su dieta habitual.
  • Los jóvenes entre 14 y 18 años son el grupo más vulnerable, con un aumento del consumo de snacks, bebidas azucaradas, hamburguesas y pizzas precocinadas.

Asimismo, el gasto medio por hogar en comida rápida ha aumentado un 17% desde 2019. Además, un estudio publicado por el Ministerio de Sanidad en su Encuesta Nacional de Salud 2021 indica que el 40% de la población infantil española tiene exceso de peso (sobrepeso u obesidad), una cifra alarmantemente ligada al consumo de ultraprocesados.

El peligro de los ultraprocesados en la salud mental

Un hombre come una hamburguesa. ©Unsplash.

La comida basura está compuesta por alimentos ultraprocesados, que constituyen el 73% del suministro alimentario en EE.UU. En España, según un estudio de la Universidad de Navarra y el Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBEROBN), publicado en The BMJ, un mayor consumo de ultraprocesados se relaciona con: un 62% más de riesgo de mortalidad general; mayor riesgo de desarrollar obesidad, hipertensión y cáncer colorrectal; y un incremento significativo en el riesgo de padecer síntomas depresivos.

La Dra. Amny Acosta Then, directora de Salutte Clinic en República Dominicana, va un paso más allá y advierte que la comida basura produce un efecto inmediato de recompensa emocional, pero deteriora el bienestar mental a largo plazo. «Las personas con depresión o ansiedad suelen tener déficit de triptófano, un aminoácido necesario para producir serotonina», explica.

Un estudio del King’s College London publicado en Molecular Psychiatry halló una fuerte asociación entre dietas altas en comida ultraprocesada y un mayor riesgo de depresión clínica. A nivel cerebral, el consumo excesivo de este tipo de comida modifica los circuitos de recompensa, similar a lo que ocurre con sustancias adictivas, como señala una revisión publicada en Nature Neuroscience.

¿Y qué se puede hacer?

Las cifras son alarmantes. En todo el mundo, el impacto económico y cultural de la comida basura es innegable. En Estados Unidos, el 10% del ingreso familiar promedio se destina a este tipo de alimentos, y el sector de comida rápida crece a un ritmo del 2,2% anual, generando más de 330.000 millones de dólares en ingresos, según Statista.

En España, la industria del fast food mueve más de 4.700 millones de euros al año, con las hamburgueserías representando el 43% de todos los establecimientos de comida rápida, seguidas de pizzerías y locales de kebab, de acuerdo con Euromonitor International. Además, el gasto por persona ha aumentado especialmente entre los jóvenes de 18 a 35 años, y el consumo general de este tipo de alimentos se ha incrementado en un 17% desde 2019, impulsado por el auge de las plataformas de reparto a domicilio, apunta el Ministerio de Agricultura.

Frente a esta epidemia silenciosa, la Dra. Acosta Then ha lanzado la campaña «Comida basura: falsa felicidad», que busca romper el vínculo emocional que une la gratificación con la comida nociva. La propuesta es sencilla, pero poderosa: volver a los alimentos reales. Aquellos que realmente nutren y que, lejos de provocar picos de azúcar o dopamina, generan bienestar sostenido.
Los alimentos ricos en triptófano como el pescado, huevos, frutos secos, plátano y legumbres pueden contribuir a mejorar el estado de ánimo, de forma natural y sin efectos secundarios. «La alimentación consciente no es una moda. Es una herramienta de transformación emocional, física y mental» concluye la Dra. Acosta Then.

Un dúrum kebab
Un dúrum kebab

Como vemos, el consumo de comida basura ya no puede considerarse una decisión trivial. Su impacto está respaldado por múltiples estudios científicos, tanto en España como a nivel global. Afecta la salud metabólica, deteriora el estado emocional y configura un sistema de recompensa cerebral que favorece la dependencia. Así, optar por una alimentación natural, equilibrada y rica en nutrientes no solo es una forma de evitar enfermedades, es un acto de cuidado personal y de responsabilidad social. Porque la verdadera felicidad —a diferencia de la que promete la comida basura— no es momentánea, sino sostenible.

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