La depresión también entiende de estaciones: por qué el mes en el que naciste influiría
El estudio avalaría que haya una mayor incidencia de depresión entre las personas nacidas en los meses de verano

Un hombre sentado a orillas de un lago. | ©Freepik.
La depresión y otros trastornos de salud mental llevan muchos años en boca de todos. Cada vez más personas experimentan episodios de tristeza prolongada, desmotivación o ansiedad que interfieren en su vida diaria. Las causas son múltiples y a menudo se entrelazan: desde factores genéticos hasta presiones sociales, pasando por los hábitos de vida. La alimentación, el sueño, el consumo de sustancias tóxicas o la práctica (o no) de ejercicio físico influyen de manera decisiva. También el entorno en el que vivimos —ya sea urbano o rural, más o menos contaminado, con más o menos luz— puede condicionar nuestra salud mental. Pero un reciente estudio plantea un factor inesperado: el mes del año en el que nacemos.
Un artículo publicado en Plos Mental Health recoge los resultados de una encuesta realizada por una universidad canadiense que vincula la estación del nacimiento con la probabilidad de padecer depresión. En concreto, los hombres nacidos en verano parecen mostrar más síntomas depresivos que aquellos nacidos en otras épocas del año. Este dato añade una capa más al complejo puzle de la salud mental y sugiere que incluso nuestra llegada al mundo, en función del calendario, podría tener un peso que hasta ahora pasaba desapercibido. Aunque la investigación no da una explicación definitiva, sí abre la puerta a nuevas líneas de análisis.
Este hallazgo no implica que la estación de nacimiento sea determinante, pero sí que podría tener una influencia más relevante de lo que pensábamos. Las condiciones ambientales del momento en que nacemos —como la temperatura, la exposición a la luz solar o incluso ciertos factores estacionales que afectan a las madres durante el embarazo— podrían estar modulando ciertas funciones biológicas de largo plazo. Con todo, la ciencia sigue avanzando en la identificación de factores que ayuden a comprender por qué algunas personas desarrollan depresión mientras otras no. Y este estudio, aunque preliminar, invita a observar también el calendario.
La depresión, una cuestión de calendario
El estudio citado por Gizmodo fue realizado por investigadores de la Kwantlen Polytechnic University, en Canadá, se basó en una encuesta a 303 personas. Aunque la muestra es limitada y no se realizó un seguimiento longitudinal de los participantes, los datos obtenidos son cuanto menos llamativos. Los investigadores encontraron que los hombres nacidos durante los meses de verano eran significativamente más propensos a reportar síntomas depresivos. En cambio, aquellos nacidos en invierno o primavera mostraban menores niveles de sintomatología relacionada con la depresión. La relación entre el mes de nacimiento y la salud mental, al menos en este estudio, parece clara, aunque no concluyente.
Es importante destacar que los investigadores no se aventuraron a proponer una causa clara de esta correlación. No se explicaron mecanismos biológicos ni sociales que la justifiquen. Aun así, la tendencia observada fue lo suficientemente consistente como para despertar el interés académico. Las hipótesis pueden ir desde el impacto de la luz solar durante el desarrollo fetal, hasta la temperatura ambiente o la dieta materna durante el embarazo. Todo ello influye sobre sistemas endocrinos y neurológicos en fases clave del desarrollo. Aunque son solo teorías, muestran un campo de estudio en plena expansión.
Sin embargo, hay que tomar estos resultados con cautela. Una muestra pequeña y sin seguimiento a largo plazo limita la solidez de cualquier conclusión. Además, los datos obtenidos se basan en autodeclaraciones, lo que añade un margen de error inevitable. A pesar de estas limitaciones, el estudio se suma a una línea de investigaciones que examinan cómo factores aparentemente ajenos —como la estación de nacimiento— pueden tener efectos más profundos de lo que se creía. En cualquier caso, no se trata de determinar destinos, sino de identificar posibles factores de riesgo que ayuden a comprender mejor la complejidad de la depresión.
Cómo combatir la depresión

Más allá de la fecha de nacimiento, lo que sí está comprobado es que la depresión puede prevenirse y tratarse con una combinación de medidas clínicas y cambios en el estilo de vida. Dormir bien, mantener rutinas saludables y evitar el consumo de sustancias tóxicas son pilares fundamentales. El ejercicio físico, incluso moderado, tiene efectos antidepresivos constatados. Del mismo modo, una alimentación equilibrada rica en nutrientes como omega-3, triptófano o vitamina D puede ayudar a mantener un buen estado de ánimo. El estrés crónico, en cambio, actúa como un desencadenante frecuente.
Los profesionales de la salud mental también insisten en la importancia del apoyo social y la intervención terapéutica. La psicoterapia, y en algunos casos la medicación, son herramientas eficaces. Programas de mindfulness, técnicas de regulación emocional o terapias cognitivo-conductuales han demostrado resultados positivos. Cuando se actúa con rapidez, la recuperación es posible y los síntomas pueden reducirse significativamente. Algo de lo que ya hemos hablado en THE OBJECTIVE.
Existen además ciertos factores que predisponen al desarrollo de la depresión. Entre ellos, antecedentes familiares, traumas pasados, enfermedades crónicas o situaciones de soledad prolongada. También el desempleo, la precariedad o la presión social pueden actuar como desencadenantes. En los últimos años se ha hablado mucho de esta suerte de epidemia silenciosa de la salud mental. La ansiedad, el estrés y la depresión se han vuelto comunes, especialmente entre jóvenes, con cifras que crecen cada año.