Violeta Acedo, psicóloga: «Cuando todo nos duele, cada comentario parece un ataque»
Lo que dicen los demás habla más de ellos que de ti: cómo distinguir esa frontera es clave para la libertad emocional

Violeta Acedo Herrera | Cedida
En la era de la hiperconexión, vivir significa navegar constantemente entre estímulos que nunca descansan. El sonido de una notificación, la presión de cumplir plazos, el incesante flujo de las redes sociales, la velocidad de las relaciones modernas… todo se mezcla en un torbellino que desgasta incluso a quienes aparentan calma. En medio de ese caos cotidiano, lo que antes sería un gesto menor, una mirada esquiva en la oficina, un comentario seco de un amigo, un simple “te veo cansado”, puede sentirse como un ataque personal, capaz de activar inseguridades y viejas heridas. La pregunta que surge es inevitable: ¿por qué reaccionamos de esta manera cuando, muchas veces, la intención del otro ni siquiera roza nuestra esfera emocional?
THE OBJECTIVE se ha puesto en contacto con la psicóloga extremeña Violeta Acedo Herrera, que explica que esta tendencia a interpretar las palabras o acciones de los demás como algo personal tiene raíces profundas en nuestra historia emocional. «Está muy vinculada a nuestras experiencias previas y a las heridas que aún cargamos», afirma. Según Acedo Herrera, si alguien ha crecido en entornos donde predominaban la crítica, el rechazo o el abandono, es más probable que perciba los gestos presentes como ecos de aquel pasado. Lo que el otro dice, incluso sin mala intención, puede resonar como una confirmación de viejas inseguridades.
Por qué nos afecta todo y cómo no tomárselo personal
Nuestro cerebro, diseñado para detectar peligros, no siempre distingue entre una amenaza real y una simbólica. «Si alguien nos dice ‘te veo cansado’, podemos escucharlo como una crítica», explica Acedo Herrera. «Interpretamos el mundo a través de nuestras inseguridades. Si tenemos heridas no resueltas, lo externo se convierte en un espejo de lo interno». Así, un comentario casual puede activar una respuesta defensiva desproporcionada. Esa reacción, lejos de ser un fallo, tiene una función: protegernos. Pero cuando se vuelve constante, puede generar agotamiento emocional, relaciones tensas y una sensación permanente de estar a la defensiva. Vivir desde ese lugar es, en palabras de la psicóloga, como «caminar con la armadura puesta incluso cuando no hay batalla».
La clave está en la autoestima y la gestión emocional. Cuando una persona se siente segura de su valor, las palabras ajenas no tambalean su identidad. Pero si hay dudas internas o inseguridad, cualquier observación puede sentirse como una confirmación de esas carencias. «La combinación de una autoestima cuidada y una inteligencia emocional desarrollada actúa como un colchón que amortigua los impactos de lo que otros hacen o dicen», señala Acedo Herrera. Aprender a reconocer las emociones, rabia, tristeza, miedo, sin dejar que dominen es una habilidad que se entrena. No se trata de reprimir, sino de aprender a sentir y a filtrar: no todo lo que escuchamos habla de nosotros.

Estrategias para no tomarse todo como algo personal
La experta en psicología señala que existen hábitos cotidianos capaces de frenar reacciones automáticas y fomentar una relación más consciente y amable con uno mismo:
- Detenerse antes de reaccionar: una respiración profunda puede bastar para preguntarse: “¿Esto que me han dicho me define o simplemente ha tocado una fibra sensible?”. Esa pausa consciente interrumpe el ciclo de la interpretación negativa.
- Cambiar la mirada: no todo comentario encierra una crítica. Detrás puede haber preocupación, torpeza o simple cansancio. «Reencuadrar» lo que escuchamos es un ejercicio de madurez emocional: nos libera del hábito de asumir lo peor.
- Reforzar la propia voz: cuando cultivamos el autocuidado y la confianza en nosotros mismos, los juicios externos pierden poder. «Lo que alguien opina es solo una pequeña parte de la realidad, no una verdad absoluta sobre quién soy», recuerda la psicóloga.
- Diferenciar lo propio de lo ajeno: cada persona habla desde su mundo interno. Las palabras de otro revelan más sobre su historia, su estado de ánimo o sus expectativas que sobre nuestra identidad. Entender esto es un acto de salud mental.
Aprender a filtrar para vivir con más serenidad
En un mundo hiperconectado y emocionalmente saturado, no tomárselo todo de forma personal es un gesto de autocuidado. Es un entrenamiento diario que implica dejar de vivir a la defensiva y comenzar a hacerlo desde la serenidad. «No se trata de ignorar lo que nos dicen, sino de filtrar, quedarnos con lo que puede ayudarnos a crecer y dejar pasar lo que no nos pertenece», concluye Acedo Herrera. Al final, lo que los demás dicen de ti dice más de ellos que de ti. Aprender a distinguir esa frontera invisible es un acto de libertad emocional, una forma de recuperar el control frente al ruido externo y construir una identidad más firme, serena y auténtica.