Los beneficios de tener perro: cómo pueden mejorar tu salud sin que te des cuenta
Mucho más que el mejor amigo del hombre: cómo un perro puede dinamizar tu vida sin que apenas te des cuenta

Un hombre con su perro. | ©Freepik.
La frase de que el perro es el mejor amigo del hombre puede parecer un tópico más, pero lo cierto es que encierra una verdad profunda. Estos animales no solo son una compañía fiel y constante, sino que también actúan como catalizadores de bienestar sin que apenas lo notemos. Aunque ningún médico los recete, tener perro puede ser una forma natural y sencilla de mejorar diversos aspectos de nuestra salud.
En un momento en que el ritmo de vida moderno tiende al sedentarismo, la hiperconexión y la soledad urbana, los perros aparecen como aliados silenciosos. Sin necesidad de tecnologías, pastillas ni entrenadores personales, un perro puede ayudarnos a movernos más, respirar mejor, salir al sol o simplemente encontrar una sonrisa en un mal día. Muchas de sus aportaciones no se detectan a simple vista, pero van dejando huella en el cuerpo y en la mente.
Quien tiene un perro tiene más que un animal de compañía. Tiene un motivo para madrugar, una excusa para caminar y, en muchos casos, una llave hacia una vida más activa y equilibrada. No se trata solo de cuidarlos a ellos: en el camino, ellos también nos cuidan a nosotros. Y muchas veces, lo hacen sin que seamos del todo conscientes.
Los beneficios de tener perro para tu salud física
Uno de los efectos más directos y evidentes de tener perro es que obliga a salir a la calle. Pasearlo dos o tres veces al día supone incorporar de forma natural un mínimo de actividad física, incluso en personas poco acostumbradas a moverse. Para alguien con una vida sedentaria, el simple hecho de tener que sacar al perro puede convertirse en el inicio de un cambio de hábitos saludable.

Además del ejercicio, esos paseos tienen otras ventajas menos conocidas. Al caminar al aire libre, la piel recibe más luz solar, lo que facilita la síntesis de vitamina D, fundamental para huesos fuertes, un sistema inmunitario sano y mejor estado de ánimo. Incluso en días nublados, salir con el perro garantiza una dosis de exposición a la luz natural que muchos no alcanzarían de otro modo. Literatura científica que avala las bondades de tener perro hay más que de sobra en multitud de escenarios.
También hay que tener en cuenta que los perros necesitan moverse y explorar. No basta con abrirles la puerta del jardín o hacerles compañía en el sofá. Su bienestar depende de su actividad, y eso puede motivar al dueño a practicar más ejercicio, como correr, jugar con ellos o hacer rutas más largas. En este sentido, el perro no debe adaptarse al sedentarismo humano, sino que puede ser el motor que lo combate.
Mascotas y salud mental: el beneficio silencioso
Tener perro no solo implica movimiento, también estructura el día. Las rutinas de alimentación, paseos y cuidados crean una especie de calendario natural que da sentido a las jornadas. Esto puede ser especialmente beneficioso para personas que viven solas o que están pasando por momentos de estrés o ansiedad. Saber que hay alguien que te espera y te necesita tiene un poder emocional indiscutible.
Más allá de la compañía, los perros fomentan la socialización. En los parques, calles o zonas caninas, es habitual cruzarse con otros dueños, intercambiar palabras o simplemente sentirse parte de una comunidad. Esta interacción, aunque sea breve, ayuda a romper el aislamiento y a generar una sensación de pertenencia que fortalece el estado de ánimo. Incluso hay estudios que avalan su presencia en familias con menores que padecen trastornos del espectro autista.
Por último, el contacto físico y emocional con un perro activa mecanismos internos de bienestar. Acariciarles, hablarles o simplemente compartir espacio con ellos reduce los niveles de cortisol —la hormona del estrés— y puede aumentar la oxitocina, que está relacionada con el afecto y la confianza. Todo ello conforma un beneficio psicológico integral que muchas veces se infravalora, pero que se siente cada día.
Una realidad que, curiosamente, muchas veces pasa desapercibida en grupos de edad especialmente vulnerables como los niños, pero también los mayores. La responsabilidad que puede suponer mantener una mascota, habituarse a ella y que, en cierta medida, dependa de nosotros, puede ser la herramienta que niños y mayores necesitan para sentir esa utilidad vital.
