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Qué es la amnesia infantil y por qué no recuerdas nada de cuando eras un bebé

Presumiblemente, la infancia puede ser la etapa más feliz de nuestras vidas, pero de ella apenas hay memorias

Qué es la amnesia infantil y por qué no recuerdas nada de cuando eras un bebé

Un bebé jugando. | ©Freepik.

Aunque parezca extraño, no es ninguna anomalía el hecho de que no recordemos nada de cuando éramos bebés. Ni el día que dimos nuestros primeros pasos, ni esa vez que nos caímos gateando, ni mucho menos la cara de quien nos cuidaba cada mañana. Esta ausencia casi total de recuerdos ha intrigado desde hace décadas a psicólogos y neurocientíficos. ¿Se debe a una falta de capacidad para almacenar memorias o a que, sencillamente, esos recuerdos no existen?

A este fenómeno se le conoce como amnesia infantil, y su explicación ha oscilado tradicionalmente entre dos polos. Nada que ver, por cierto, de otros tipos de amnesia de los que ya te hemos hablado en THE OBJECTIVE. Por un lado, la hipótesis de que el hipocampo —la región cerebral clave para almacenar recuerdos— no está lo suficientemente desarrollado en los primeros años. Por otro, la idea de que las memorias podrían existir, pero, simplemente, se encuentran inaccesibles. Ahora, una nueva investigación de la Universidad de Yale propone una interpretación que combina ambas visiones.

Publicado en la revista Science, el estudio aporta pruebas de que los bebés sí codifican memorias, aunque no puedan recuperarlas después. La investigación sugiere que el cerebro infantil no está tanto vacío de recuerdos como operando con un sistema distinto al de los adultos, priorizando mecanismos de aprendizaje más útiles para su momento evolutivo. Y eso cambia por completo cómo entendemos la memoria en la infancia.

¿Falta de recuerdos o falta de necesidad?

El estudio, liderado por el equipo del profesor Nick Turk-Browne, ha trabajado con una muestra de 26 bebés de entre cuatro meses y dos años. El objetivo era claro: comprobar si los bebés eran capaces de reconocer imágenes previamente vistas y, sobre todo, qué zonas del cerebro se activaban durante ese proceso. Para ello, utilizaron resonancias magnéticas funcionales (fMRI), una técnica que, hasta hace poco, era muy difícil aplicar con éxito en población infantil.

Los bebés vieron inicialmente una serie de imágenes —caras, objetos y escenas— y, tras un periodo breve, se les presentó una de esas imágenes junto a una nueva. El equipo midió entonces cuánto tiempo pasaban mirando cada una. Los resultados fueron contundentes: cuando el hipocampo del bebé mostraba mayor actividad al ver por primera vez una imagen, era más probable que el niño la reconociera después. Pasaban más tiempo mirando las imágenes conocidas que las nuevas, una señal clara de reconocimiento.

Estos datos llevan a plantear una dicotomía fundamental en el desarrollo de la memoria infantil. Según el equipo de investigación, los bebés emplean dos tipos de memoria: la episódica, que se refiere a recuerdos de eventos concretos, y el aprendizaje estadístico, que consiste en detectar patrones repetidos en el entorno. Lo que revelaron las pruebas es que, en las primeras etapas de la vida, domina claramente este segundo mecanismo, mucho más útil para un cerebro en proceso de adaptación.

La función del aprendizaje estadístico en los bebés

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Se cree que el cerebro de un bebé da prioridad al aprendizaje estadístico antes que a la memoria episódica. ©Freepik.

El aprendizaje estadístico se manifiesta en la capacidad de los bebés para detectar regularidades: por ejemplo, que un sonido siempre va seguido de una imagen concreta, o que ciertas personas aparecen con frecuencia mientras otras son esporádicas. Este tipo de aprendizaje no se basa en recordar momentos específicos, sino en acumular patrones generales que les permiten predecir cómo funciona el mundo. Y en esos primeros años, esa capacidad es esencial para sobrevivir y desarrollarse.

Según los investigadores, tiene sentido que el aprendizaje estadístico se active antes que la memoria episódica. Los bebés, al fin y al cabo, no necesitan recordar qué ocurrió un martes cualquiera. Lo que sí necesitan es identificar qué rostros son familiares, cuándo suele llegar la comida o qué voces son tranquilizadoras. El cerebro opta, por tanto, por dedicar sus recursos a una forma de aprendizaje que les permite adaptarse a su entorno con mayor eficacia.

Mientras la memoria episódica requiere una comprensión más elaborada del tiempo y del contexto —algo que llega más tarde—, el aprendizaje estadístico funciona como una especie de radar. Ayuda al bebé a moverse en un entorno social complejo, distinguir riesgos y establecer rutinas. Por eso, en esos primeros compases del desarrollo, almacenar recuerdos concretos no es tan prioritario como aprender a reconocer patrones.

La respuesta a la amnesia infantil está en el hipocampo

El hipocampo, estructura cerebral clave en la formación de recuerdos, tiene distintas áreas que se desarrollan a ritmos diferentes. En el estudio, los científicos observaron que la parte posterior del hipocampo, más relacionada con la memoria episódica, mostraba actividad significativa incluso en bebés pequeños. Esto indica que la capacidad para formar recuerdos concretos existe antes de lo que se pensaba. Sin embargo, la parte anterior, más asociada al aprendizaje estadístico, se activa antes y con mayor intensidad.

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El estudio profundiza en la forma en la que se estructura la memoria de un bebé para explicar por qué no recordamos nada. ©Freepik.

Gracias a las resonancias magnéticas realizadas durante el experimento, los investigadores pudieron seguir el comportamiento del hipocampo en tiempo real. Cuanto mayor era la actividad en esta región al ver una imagen por primera vez, más probable era que el bebé la reconociera después. Este hallazgo sugiere que los recuerdos no desaparecen, sino que se almacenan en una especie de archivo oculto, inaccesible por ahora para la conciencia adulta.

Esto abre una posibilidad fascinante: que los recuerdos de la primera infancia sigan existiendo en alguna parte del cerebro, aunque no podamos acceder a ellos voluntariamente. Como si fueran datos guardados en un disco duro al que hemos perdido la contraseña. El equipo de Turk-Browne ya investiga si mediante ciertas técnicas o estímulos —como vídeos grabados desde la perspectiva del bebé— podríamos reactivar esas memorias y recuperar parte de nuestra historia olvidada.

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