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¿Es una buena idea hacer deporte cuando estás enfermo? Depende de los síntomas

La prudencia y el sentido común son las piedras angulares de no exponerse más de lo debido en estos casos

¿Es una buena idea hacer deporte cuando estás enfermo? Depende de los síntomas

Una pareja hace deporte en invierno. | ©Freepik.

Llega el frío, y con él, la temporada alta de gripes y resfriados. En cuanto octubre se asienta, los virus comienzan a circular como si tuvieran entrada libre: en el metro, en la oficina, en la escuela y, cómo no, en tu propio salón. De pronto, te despiertas una mañana con congestión, algo de tos y esa típica sensación de cuerpo cansado que parece anunciar que vas a tener que cancelar planes. Lo primero que se pone en entredicho es tu rutina de ejercicio: ¿salgo a correr o mejor me quedo en la cama?

Es fácil que, en este punto, se active ese impulso de «puedo con todo» tan común entre quienes han hecho del deporte un hábito saludable. Te dices que son solo unos mocos, que no hay razón para romper con la constancia que tanto te ha costado construir. Incluso llegas a pensar que hacer algo de ejercicio puede ayudarte a eliminar el virus, sudarlo, o al menos despejarte un poco. Pero esa idea, por lógica que parezca, tiene más letra pequeña de la que se suele contar.

Estar enfermo y hacer deporte no siempre son compatibles. Aunque mantener una vida activa nos ayuda a prevenir enfermedades, una vez que el virus ha hecho acto de presencia, las reglas cambian. Lo que está en juego ya no es solo la constancia o la fuerza de voluntad, sino también la capacidad de escuchar lo que tu cuerpo necesita en cada momento. Y, a veces, lo que necesita no es más actividad, sino reposo.

El primero de los sentidos: el común

Lo primero que conviene aclarar es que hablamos de enfermedades leves, típicamente estacionales: resfriados comunes, gripes sin complicaciones y afecciones similares. No se trata de dolencias crónicas, infecciones severas ni cuadros que requieran atención médica especializada. Partiendo de ahí, lo más razonable es aplicar el sentido común. Si te ves incapaz de hacer tareas básicas como trabajar, salir de casa o incluso preparar una comida, lo más probable es que tu cuerpo tampoco esté en condiciones de enfrentarse a una sesión de ejercicio.

Aunque muchos piensan que hacer deporte puede sudar el virus o acortar la duración de un resfriado, lo cierto es que no hay evidencia científica sólida que respalde esta idea. Ni correr ni ir al gimnasio hacen que los virus desaparezcan antes. Tampoco es cierto que aumente tu capacidad para combatirlos una vez la infección está en marcha. El sistema inmunológico necesita energía para luchar, y si se la restamos con un esfuerzo físico añadido, podríamos ralentizar su respuesta natural.

Lo que sí es cierto es que llevar una vida activa y practicar deporte con regularidad puede ayudarnos a enfermarnos menos, algo de lo que ya hemos hablado en THE OBJECTIVE. El ejercicio fortalece el sistema inmunológico a medio y largo plazo, pero no es un remedio inmediato cuando los síntomas ya han aparecido. Por eso, si estás realmente enfermo, lo más recomendable es parar, descansar y dejar que el cuerpo se recupere. Obligarle a rendir en esas condiciones puede ser más perjudicial que beneficioso.

Cuándo hacer deporte si estás enfermo

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Conviene ser prudentes, prestar atención a los síntomas y no exponernos más de la cuenta si hay congestión en el pecho, fiebre o dolores musculares. ©Freepik.

Hay casos en los que sí se puede hacer algo de ejercicio, aunque estés ligeramente enfermo. La clave está en observar tanto tu estado general como la localización de los síntomas. Si estos se concentran del cuello hacia arriba —como moqueo, estornudos, congestión nasal o dolor de garganta leve—, no tiene por qué ser necesario renunciar por completo a tu actividad física. Eso sí, debe ser suave, sin forzar, y con la flexibilidad de parar en cuanto te sientas peor.

En cambio, si los síntomas bajan del cuello —tos seca, congestión en el pecho, fatiga profunda o molestias musculares generalizadas—, lo más sensato es suspender el ejercicio. El cuerpo está luchando contra un virus que puede estar afectando órganos vitales como los pulmones, y someterlo a un esfuerzo adicional puede empeorar los síntomas o prolongar la enfermedad. En el caso de la gripe, además, es común sentir una debilidad general que no conviene desafiar.

La fiebre es otro síntoma que marca un límite claro. Si tienes fiebre, aunque sea ligera, no deberías hacer deporte bajo ningún concepto. La temperatura elevada ya indica que el cuerpo está en plena batalla inmunitaria. Aumentarla aún más con ejercicio puede suponer un riesgo cardiovascular y dificultar la recuperación. En estos casos, descansar y mantener una buena hidratación no solo es recomendable: es necesario.

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