El Doctor López, médico y farmacéutico; «La dieta keto puede arruinar tu microbiota»
Su popularidad no parece disminuir, pero como cualquier tendencia alimentaria, debe aplicarse con criterio

Dieta keto | Canva Pro
La dieta cetogénica, o keto, se ha posicionado como una de las grandes tendencias nutricionales de los últimos años. Su promesa de pérdida rápida de peso, mejora de la energía y control del apetito la han convertido en un estilo de vida adoptado por miles de personas. Sin embargo, ¿hemos pensado en cómo afecta este régimen a nuestra microbiota intestinal? ¿Qué pasa con esas bacterias buenas que habitan en nuestro intestino y que tanto influyen en nuestra salud general? Desde THE OBJECTIVE nos hemos puesto en contacto con el Doctor Miguel Ignacio López Ramiro, médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, farmacéutico, y colaborador de Schwabe Farma, quien lanza una advertencia clara: «La dieta cetogénica, si no se realiza con una adecuada planificación, puede alterar negativamente el equilibrio de la microbiota intestinal y perjudicar a largo plazo la salud digestiva».
Un cambio radical que afecta a las bacterias
La dieta keto se basa en una ingesta muy baja de carbohidratos, un consumo moderado de proteínas y un alto aporte de grasas. Esta combinación empuja al organismo a entrar en un estado de cetosis, donde, ante la escasez de glucosa, el cuerpo comienza a usar cuerpos cetónicos, moléculas derivadas de las grasas, como principal fuente de energía. Este cambio metabólico, aunque eficaz para adelgazar, tiene un impacto directo sobre el ecosistema intestinal. «Las bacterias beneficiosas de nuestro intestino necesitan, en gran medida, fibra alimentaria para sobrevivir y multiplicarse», explica el doctor López Ramiro. «Al eliminar casi por completo frutas, legumbres, cereales integrales y otros carbohidratos complejos, dejamos sin alimento a estos microorganismos, lo que puede llevar a una pérdida de diversidad microbiana».

Consecuencias de la dieta keto
Una microbiota intestinal poco diversa o desequilibrada, lo que en términos médicos se conoce como disbiosis, puede abrir la puerta a múltiples trastornos. Desde molestias digestivas como gases, hinchazón y estreñimiento, hasta cuadros inflamatorios más complejos e incluso enfermedades metabólicas o inmunológicas. «El intestino es un órgano clave en la salud general, y su equilibrio microbiano está directamente relacionado con procesos tan variados como la digestión, la inmunidad o el estado de ánimo», añade el experto. «Descuidar ese equilibrio por seguir una dieta sin supervisión puede tener un efecto boomerang en el bienestar» aclara.
La fibra, esa gran olvidada en la dieta keto
Uno de los mayores riesgos de la dieta cetogénica es el drástico descenso en la ingesta de fibra. Esta sustancia, presente principalmente en frutas, verduras y legumbres, no solo favorece el tránsito intestinal, sino que actúa como prebiótico, es decir, como alimento para las bacterias buenas. «La fibra es esencial para que proliferen los géneros bacterianos beneficiosos, como Bifidobacterium y Lactobacillus. Sin ella, esas poblaciones disminuyen y, en su lugar, pueden proliferar microorganismos menos favorables, generando un entorno intestinal propenso a la inflamación» señala el doctor López Ramiro.
Así es como te puede funcionar la dieta keto
A pesar de los riesgos potenciales, no todo es negativo. La dieta keto puede adaptarse para ser más respetuosa con la microbiota si se realiza bajo control profesional y con ciertos ajustes. «Una de las claves es incorporar fuentes de fibra compatibles con la cetosis, como ciertas verduras de hoja verde, semillas de chía o lino, y alimentos fermentados», recomienda el doctor. Además, el especialista sugiere considerar la suplementación con probióticos. «Los probióticos pueden actuar como refuerzo, ayudando a mantener una buena población de bacterias beneficiosas durante la dieta. Eso sí, no sustituyen una alimentación adecuada, pero pueden ser un gran apoyo». La clave está en el equilibrio. No se trata de demonizar la dieta cetogénica, sino de adaptarla para que no comprometa la salud intestinal. Y eso solo puede lograrse si entendemos que alimentar a nuestras bacterias buenas es tan importante como alimentarnos a nosotros mismos» concluye el doctor.