La 'resaca' del café: del dolor de cabeza a la somnolencia cuando te pasas de cafeína
La EFSA considera que hay una barrera en la cual el consumo de café no tiene efectos secundarios en el organismo

Una mujer sirviendo café. | ©Freepik.
Te levantas temprano y, aún con los ojos entrecerrados, lo primero que haces es preparar un café bien cargado. Sientes que, sin esa dosis de cafeína, el día no termina de empezar. Al llegar al trabajo, alguien propone tomar otro café, y tú no dudas: es un buen momento para charlar y arrancar la jornada con energía. A media mañana, después de responder decenas de correos y encadenar reuniones, necesitas otro café para mantenerte en pie. El tercero cae rápido, como un ritual automático. Lo miras de soslayo y piensas que, por ejemplo, un exceso de cafeína no sería un problema.
Cuando por fin llega la hora de comer, rematas el almuerzo con un cuarto café. Lo haces sin pensarlo, porque así has funcionado siempre. Pero, en vez de mantenerte despierto, empiezas a sentirte extraño: los párpados te pesan, te cuesta concentrarte, estás irritable y, para colmo, te duele la cabeza. Te preguntas si es por la digestión, por el estrés o por el calor. Lo que no imaginas es que esa sensación extraña, casi como una resaca, tiene mucho que ver con lo que has estado bebiendo todo el día.
La cafeína, ese aliado cotidiano, puede volverse en tu contra cuando cruzas cierto umbral. Aunque su efecto más conocido es el de mantenernos alerta, su consumo excesivo tiene consecuencias menos conocidas y más molestas. A veces, el problema no es que te falte café, sino que ya has tomado demasiado. Y entonces, lo que llega no es el sueño reparador, sino una incómoda sensación de agotamiento y malestar. Por eso, comprender que el exceso de café puede ser perjudicial es conveniente.
¿Cuándo podríamos hablar de un exceso de cafeína?
La cafeína es un compuesto natural que actúa como estimulante del sistema nervioso central. Su mecanismo principal consiste en bloquear la acción de la adenosina, una sustancia que induce la somnolencia. Al hacerlo, aumenta temporalmente el estado de alerta, mejora el rendimiento cognitivo y da una sensación de energía que muchas personas buscan por la mañana. Por eso, el café es la bebida más popular del mundo para comenzar el día.
Esta sustancia se encuentra no solo en el café, sino también en el té, el mate, los refrescos de cola, las bebidas energéticas e incluso en algunos medicamentos. Su origen natural está en las hojas, semillas y frutos de ciertas plantas, y la humanidad lleva siglos aprovechando sus efectos. Aunque su presencia está generalizada, no todos los productos tienen la misma concentración de cafeína, y eso influye directamente en cómo nos afecta ese exceso de café.
Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), una cantidad diaria de hasta 400 miligramos de cafeína es segura para la mayoría de los adultos. Eso equivale, aproximadamente, a entre tres y cuatro tazas de café de tamaño medio. No obstante, la tolerancia varía mucho entre personas, y factores como la genética, el peso corporal y los hábitos de sueño influyen en la sensibilidad a la cafeína. Por eso, aunque una persona pueda tomar un café por la noche y dormir bien, otra puede pasar la noche en vela tras una simple infusión de té. No obstante, la EFSA también apunta a esa recomendación siempre y cuando el consumo de café esté distribuido a lo largo del día, no de una ingesta en una misma sentada.
Los efectos secundarios de tomar mucho café

Cuando el cuerpo recibe más cafeína de la que puede manejar, se producen efectos secundarios que van más allá de un leve nerviosismo. Uno de los primeros síntomas de ese exceso de café es la irritabilidad: el sistema nervioso se satura y se vuelve más reactivo. También es común sentir ansiedad, temblores en las manos o palpitaciones, especialmente si se combina el café con el estrés diario. Esta sobrecarga puede afectar también al sistema digestivo, provocando acidez o molestias estomacales.
A nivel cognitivo, el exceso de cafeína puede reducir la claridad mental, paradójicamente. Aunque se busca una mejora en la concentración, un consumo elevado termina afectando la capacidad de atención sostenida. Es entonces cuando aparecen la fatiga mental y esa sensación de resaca que muchas personas no relacionan con el café. La somnolencia tras una dosis alta puede explicarse por una especie de bajón en el sistema nervioso cuando pasa el efecto estimulante, dejando al cuerpo agotado. También, en determinados escenarios, un exceso de cafeína puede provocar dolor de cabeza.
No todos los cafés contienen la misma cantidad de cafeína. El tipo de grano (arábica o robusta), el método de preparación (espresso, filtro, prensa francesa) y el tamaño de la taza pueden alterar significativamente la dosis. Por ejemplo, un espresso corto puede tener menos cafeína que un café filtrado grande, a pesar de ser más intenso de sabor. Además, los cafés instantáneos y descafeinados no están completamente libres de cafeína, aunque sus niveles son mucho más bajos.
No obstante, hay que recordar que hay numerosa literatura científica asociada a los efectos positivos del consumo de café, siempre que se haga de una manera comedida. Desde la prevención de la demencia y la diabetes, como ya te contamos en THE OBJECTIVE, hasta incluso mejorar el envejecimiento, una taza de café puede ser un aliado sano y barato. Al menos si no nos pasamos de frenada.