Julia Navarro: «Los periodistas no estamos para defender las posiciones políticas de nadie»
Es la escritora española más leída fuera de España, aunque a costa de renunciar a su primera gran pasión: el periodismo.
Le costó mucho dejar a un lado el periodismo para volcarse de lleno en su faceta de novelista. Esto ocurrió en 2010. Como recuerda en esta entrevista concedida a Fuera de Micrófono, cada vez que escuchaba un informativo en la radio o leía las noticias en el periódico, le embargaba cierto sentimiento de culpa. Era una especie de traición a su larga trayectoria en el oficio.
Pero Julia Navarro tenía claro que tenía que elegir entre el periodismo y la novela. Que ya no era posible vivir a tiempo parcial sus dos grandes pasiones. Ahora, varias décadas después, reflexiona sobre el oficio de informar y confiesa su preocupación por la polarización. Por la división entre buenos y malos, que nos devuelve a épocas felizmente superadas.
Autora de grandes éxitos literarios, como La Hermandad de la Sábana Santa o Dime quién soy, Julia habla en esta entrevista del miedo que pasó en la tribuna de prensa del Congreso de los Diputados el 23-F y de la necesidad de explicar a las nuevas generaciones la Transición de la dictadura a la democracia. Califica de «enorme irresponsabilidad» dividir a la sociedad entre buenos y malos, mientras lamenta el desconocimiento de muchos jóvenes sobre nuestra historia reciente.
Julia Navarro escribe dos columnas semanales en OTR/Europa Press y publica nuevo libro cada dos o tres años. Lectora casi compulsiva, veinte años después de la primera novela, confiesa que le produce ansiedad no tener siempre un libro cerca. El éxito tampoco ha cambiado su vida. «Estoy preparada —dice— para el día en que los lectores decidan abandonarme. Los periodistas estamos acostumbrados a ver a gente en la cumbre, que parecen levitar, y que un día dejan de estar arriba, el teléfono ya no suena y caen en la cruda realidad».
Al comentar las historias que se recuerdan de su padre —Felipe Navarro, Yale—, se atreve a decir que el nuevo periodismo que supuestamente nació en EEUU, ya lo estaban haciendo en España su progenitor y aquellos extraordinarios reporteros de los que ella y otros muchos jóvenes aprendieron en redacciones cargadas de humo, ruido, olor a papel impreso y sueños llevados a la portada.
PREGUNTA.- Dedicaste muchos años al periodismo, antes de escribir novelas.
RESPUESTA.- Empecé en la Transición. Esa fue la oportunidad para muchas mujeres que queríamos hacer periodismo. Porque, hasta entonces, el periodismo para las mujeres estaba un poco relegado a lo que entonces los periódicos consideraban páginas menores. Nunca lo entendí. Pero eran las páginas de Educación, Cultura y Espectáculos. Como si la cultura o los espectáculos no formaran parte de la vida de las personas y no tuvieran ninguna importancia trascendental.
P.- Si por ti hubiera sido, hoy serías bailarina profesional.
R.- La verdad es que mi vocación era ser bailarina de ballet, pero en aquella España las escuelas de ballet clásico se podían contar con los dedos de una mano. Era difícil. Y yo quería ser una gran bailarina. No una bailarina cualquiera. Entonces, o me iba fuera de España, cosa que en casa descartaron totalmente, o tenía que elegir otra opción.
«La Transición fue una época fantástica y un privilegio poder contarla»
P.- ¿Te costó mucho dejar a un lado el periodismo y dedicarte a la novela?
R.- Me costó mucho. Unavez tomada la decisión, en el 2010, pasé un par de años malos. Cada vez que escuchaba un informativo en la radio, leía un periódico o veía las noticias en televisión, siempre pensaba: pero yo que hago aquí, si tendría que estar contando lo que mis compañeros están contando. Fue duro. Una decisión difícil. Pero, yo también creo que. Hay que saber cuándo ha llegado el momento En el 2010 ya estaba llegando una nueva generación de mujeres periodistas y yo tenía que elegir si, de verdad, continuaba una carrera literaria o seguía con el periodismo. El periodismo es una gran pasión y las grandes pasiones o se viven de forma total, o no merecen la pena. Por tanto, yo me planteaba lo siguiente: ¿puedo hacer compatibles las dos cosas? Me daba cuenta que no. Que terminaría haciendo algo mal. Y, cuando tú tienes una gran pasión, tienes que dedicarle lo mejor de ti misma. Así que decidí guardar esos años tan estupendos que yo había vivido. Tenía que ponerles un punto y final.
P.- Las herramientas del periodismo pueden también servir para novelar historias.
R.- Siempre digo que la Julia escritora no se puede comprender sin la Julia periodista. Los periodistas tenemos el privilegio de vivir muchas vidas. Tenemos el privilegio de conocer a gente que sería imposible conocer, si no nos dedicáramos a este oficio. De estar en lugares donde no habríamos estado. Una de las herramientas principales para escribir libros es el pasado vivido en el periodismo.
P.- Viviste intensamente los años de la Transición.
R.- La Transición fue una época fantástica. Era un momento germinal de la historia de España, y poder contarlo fue un privilegio. Ahora está denostada.
P.- De ser elogiada y reconocida en todo el mundo ha pasado a ser criticada.
R.- Lo malo de la ignorancia es que tiene las patas largas. ¿Se hizo todo bien en la Transición? No. Seguramente, hubo cosas que se podrían haber hecho mejor o de otra manera. Pero, yo creo que todo se hizo razonablemente bien. Sobre todo, porque la Transición no fue obra de los políticos. Fue obra de todos los ciudadanos, que empujábamos en una dirección: la de que este país fuera un país normal. Un país homologable al resto de Europa. Que recuperara las libertades. Que fuera democrático. Y eso no se hace con el impulso de cuatro personas que se reúnen en un despacho. Eso no se puede hacer sin el concurso de las personas, de la gente. La Transición es una obra colectiva. Y la Constitución es una Constitución votada por abrumadora mayoría de los españoles. Hay quien la quiere deslegitimar. No, no, mire usted: es una Constitución totalmente legitimada porque ha sido refrendada por una mayoría de ciudadanos. ¿Me da pena lo que sucede? Bueno, hay a quienes les gustaría volver atrás, que empezara todo de cero, de una manera diferente. Pero no hay vuelta atrás. La historia no se puede cambiar. Venir ahora a dar clases y lecciones de cómo se debería haber hecho… Yo pertenezco a una generación que estuvo allí y las cosas se hicieron razonablemente bien. Y más que razonablemente bien.
P.- Adolfo Suárez, Felipe González o el rey Juan Carlos I son ahora figuras que molestan.
R.- Molestan a algunos. Hay gente que se lo debería de hacer mirar. Creen que, para ser ellos importantes, tienen que denostar a los que han sido importantes antes que ellos. Creen que su obra, lo que están haciendo –si es que están haciendo algo que merezca la pena– la forma de ponerlo en valor es decir que no tiene valor lo anterior. Eso refleja no sólo adanismo, sino una enorme inseguridad. Cuanto tú tienes que destruir algo que, en este caso, fue un proceso democrático, para decir que lo tuyo es mejor o que tus ideas son mejores y que tú lo habrías hecho mejor; insisto, se lo tendrían que hacer mirar.
«Es una enorme irresponsabilidad dividir a la sociedad en dos»
P.- La tolerancia ha caído en desuso. O estás conmigo o estás contra mí.
R.- A mí me produce mucha preocupación la irresponsabilidad de algunos dirigentes. Todo esto empezó con Zapatero y el ‘pacto del Tinell’. Dividir de nuevo a España en dos. Los que están conmigo son los buenos y el resto de españoles son parte del infierno. Eso es muy peligroso. Porque ¿qué es lo que se construyó en la Transición? En la Transición se construyó un ‘nosotros’. Un lugar donde cabíamos todos, con nuestras diferencias y discrepancias; con nuestras distintas maneras de ver la vida y de entender la política. Pero, era un ‘nosotros’. Y ahora es ‘nosotros’ y ‘ellos’. Los unos contra los otros. Es muy peligroso dividir a la sociedad en dos. Es una enorme irresponsabilidad, que ya está teniendo consecuencias y que tendrá más. Y todo eso empezó con el entonces presidente Zapatero, en aquel ‘pacto del Tinell’. Tú no puedes decir que millones de personas están condenadas al ostracismo si no te votan a ti. No podemos volver a la España de buenos y malos. Me parece irresponsable. Me parece una frivolidad, fruto de un pensamiento político realmente débil.
P.- El presidente mete en el mismo saco al PP, a Vox y al nuevo partido de Alvise. ¿Qué te parece la idea?
R.- Es una táctica política un poco marrullera. Uno de los aciertos que tuvo Manuel Fraga en la Transición fue aglutinar a toda la derecha -a la más liberal y a la menos liberal– dentro del Partido Popular. Y eso funcionó. A mí me parece una desgracia que, de repente, haya brotado Vox. Pero es una desgracia que no está sucediendo sólo en España, sino en el resto de los países europeos. Hay nuevos y viejos partidos de ultraderecha que están ganado posiciones. De la misma manera que a la izquierda de los partidos socialdemócratas hay partidos cuyas credenciales democráticas también dejan mucho que desear. Porque su modelo de sociedad no es el modelo que se construyó entre todos. Por tanto, son granos que tienen los dos grandes partidos centrales, que fueron capaces de construir lo mejor de Europa. Se habla de populismos, pero creo que está faltando una reflexión de por qué están otra vez brotando partidos extremistas. Es una reflexión que tienen que hacer, por igual, la socialdemocracia y los conservadores liberales. Las cosas no son porque sí, ni la gente se vuelve loca de un día para otro. Todo tiene razón de ser. En mi opinión este fenómeno tiene mucho que ver con la crisis del 2008, con la situación en la que se quedaron millones de personas. Personas que, de repente, se encontraron que perdían sus casas y sus trabajos. Que se recortaba el Estado del bienestar y que los partidos tradicionales no eran capaces de dar respuesta a sus problemas. Eso ha llevado a que mucha gente se haya sentido abandonada y haya terminado dándole patadas al sistema.
«El rey padre ha cometido errores, pero hay que ver la vida en su conjunto»
P.- El 23-F estabas dentro del Congreso. ¿Temiste más por lo que te pudiera pasar a ti o por el futuro de la democracia?
R.- Aquel día, en el Congreso de los Diputados, yo estaba en la tribuna de prensa con Charo Zarzalejos, Pilar Narvión, Susana Olmos, Miguel Ángel Aguilar, Raúl del Pozo, Pilar Cernuda… Todos los que cubríamos la información parlamentaria. Era una sensación de desolación absoluta. Es decir, esto ya se ha acabado, otra vez damos marcha atrás. Era una sensación de pena y de vergüenza. ¿Cómo es posible que pueda estar sucediendo esto? ¿De dónde sale esta España, con estos señores del tricornio? Esta no es la España que ha votado la Constitución. Esta no es la España de la calle. Esa no era la España real. Los que irrumpieron en el Congreso no estaban representando a la España real. Confieso que tuve miedo. Ahora nadie pasó miedo y todo el mundo dice: yo ya sabía que esto iba a pasar. Yo no sabía nada. Sabía que había unos señores que nos apuntaban con los cetmes. Eso es lo único que sabía. Ahora todo el mundo es listísimo y sabía que aquello iba a acabar en nada. Bueno, pues yo no era tan lista y no sabía que eso iba a acabar en nada. Pasé miedo y tenía además un sentimiento de tristeza, de vergüenza, de volver al pasado. Fue un momento muy difícil que, afortunadamente, se resolvió bien. Hay que reconocer el papel que tuvo el rey Juan Carlos I. El rey emérito ha cometido muchos errores, pero la vida de cualquier persona no se puede juzgar por un instante, ni para bien ni para mal. Hay que verla en conjunto.
P.- Sin cancelar, en el caso del rey Juan Carlos, lo que hizo anteriormente…
R.- Claro. El rey Juan Carlos I ha tenido en los últimos años un comportamiento reprobable. Ha antepuesto sus apetencias personales a su responsabilidad, no solamente con la Corona, sino con el país, con los ciudadanos. Y eso difícilmente se lo van a perdonar. Pero, junto a eso, está toda la obra anterior, que no se puede borrar. Tuvo aciertos y errores también. Y los últimos errores son difíciles de comprender y perdonar. Porque se antepuso él y sus apetencias personales a los intereses de España.
P.- Hay jóvenes que sólo conocen la democracia y piensan que siempre estará ahí.
R.- Estoy de acuerdo contigo. En estos años se ha desaprovechado la oportunidad de que en las escuelas se explicara de dónde veníamos y qué se había hecho. Oye, que toda esa sociedad de libertad en la que estáis viviendo viene desde hace muy poco. Veníamos de una dictadura, de la noche negra del franquismo. Y todo esto se ha conseguido con el esfuerzo y concurso de toda la sociedad. Yo creo que eso ha faltado explicárselo a las nuevas generaciones para que tengan ese aprecio. No tanto por la Transición, sino por la Constitución. Se les debería explicar cómo se hizo esa Constitución.
«Pilar Cernuda es un referente en el periodismo español»
P.- Eres muy amiga de Pilar Cernuda, con la que presentaste en TVE el programa Centros de Poder.
R.- La quiero mucho. Pilar Cernuda es un referente en el periodismo español. Forma parte de un grupo de mujeres que abrieron espacios. Yo la admiro porque sigue sintiendo una gran pasión por el periodismo.
P.- ¿Podría hacerse un programa como aquel, explicar el funcionamiento de las instituciones, a pesar del descrédito que ahora tienen algunas?
R.- No sé si podría hacerse, pero alguien lo debería de hacer. Fue una forma amena y didáctica de explicar a los ciudadanos cómo funcionan por dentro sus instituciones. Porque son nuestras instituciones. Ver cómo funciona el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía General del Estado, la Presidencia del Gobierno o el Defensor del Pueblo. Centros de Poder fue un programa útil, para que muchos ciudadanos conocieran qué había detrás de la fachada de esas instituciones. Se debería de repetir. Creo que la nueva generación de periodistas debería proponer un programa así a TVE porque, en definitiva, es un servicio público.
P.- En alguna entrevista has dicho que te produce ansiedad no tener un libro cerca.
R.- Me produce tanta ansiedad que soy incapaz de leer en los libros electrónicos. Ojo, no estoy en contra. Pero no me concentro. La editorial me regaló un montón de libros electrónicos cargados y yo decía: no me entero de lo que estoy leyendo. Yo siempre viajo con libros. En mi maleta va el libro que estoy leyendo y dos más, aunque esté fuera sólo cuatro días. Por esa ansiedad -que me debería hacer mirar– que me produce el hecho de acabar un libro y no tener otro. ¿Qué voy a hacer? Siempre voy cargada de libros. Para mí el libro de papel es especial: tocarlo, meter las entradas del teatro por la página que estás leyendo… El libro de papel tiene vida, huele. El olor a papel me inspira.
«El éxito de La Hermandad de la Sábana Santa me abrumaba, pero tampoco me lo creía»
P.- ¿La publicación de La Hermandad de la Sábana Santa marcó un antes y un después en tu vida?
R.- Fue un éxito inesperado. Yo fui la primera sorprendida. Pero no me cambió la vida. Tardé tres libros más en tomar la decisión de dejar el periodismo. Primera sorpresa: me publicaron la novela. Había escrito libros sobre política, pero nunca se me había ocurrido escribir una novela. Entonces, la primera sorpresa y alegría fue verla publicada. Segunda sorpresa: al cabo de veinte días me llaman de la editorial y me dicen que van a sacar una segunda edición. Luego, llevan la novela a la Feria Internacional de Frankfurt y, de una tacada lo compran en treinta países diferentes. Todo eso me abrumaba, pero tampoco me lo creía. Yo seguía con el periodismo. Aquello me había salido bien, pero sabía que todo el mundo estaba con la escopeta cargada, diciendo: «a ésta le ha salido bien esta novela, pero ya veremos la segunda». Y la segunda también salió bien. Y la tercera. Luego, llegó Dime quién soy,y fue increíble. Ahí fue cuanto ya tuve que plantearme qué voy a ser de mayor.
P.- Sigues escribiendo una columna para la agencia OTR/Europa Press.
R.- Escribo dos columnas de opinión a la semana. Es una manera de no desconectarme al cien por cien del periodismo. Pero, tampoco me puedo engañar. Ya no estoy dentro del juego. Dentro del juego están quienes hacen periodismo todos los días. Los que están contando la actualidad desde el lugar donde suceden las cosas. Yo ya no estoy donde suceden las cosas. Para mí, el periodismo es estar allí donde se produce la noticia. Comentar la noticia está muy bien, pero no es lo mismo.
P.- ¿Te genera responsabilidad o vértigo saber que eres una de las escritoras más leídas fuera de España?
R.- Relativizas. Tienes una edad en la que ya no vas a cambiar de amigos. No vas a cambiar de vida. Venir del periodismo es una escuela estupenda porque los periodistas estamos acostumbrados a ver a gente en la cumbre, que se creen que van a estar ahí para el resto de sus vidas, parece que levitan, y luego, el día que dejan de ser lo que son y, de pronto, ya no les suena el teléfono caen a la dura realidad. Como yo eso lo he visto en tantas personas, siempre he estado alerta para no levitar. Estoy preparada para el día que los lectores decidan abandonarme. ¿Por qué no lo van a hacer?
P.- Seguro que hay seguidores que ya están esperando la próxima novela…
R.- Nunca hago trampa a los lectores, ni me hago trampa a mí misma, pensando: tengo que escribir algo que les guste. El día que hiciera eso estaría llevando a cabo una doble traición: a los lectores y a mí misma. Yo escribo sin pensar en los lectores. No pienso en ellos.
«Me fío mucho de la opinión de Fermín Bocos; de la que más me fío»
P.- Has confesado que el primer lector de tus manuscritos es tu marido, Fermín Bocos. Al contrario, ¿eres tú la primera que lee también los suyos?
R.- Sí. Él, cuando termina de escribir, siempre me pide que le diga lo que me parece. Es normal. Siendo dos personas que se han dedicado a la misma profesión y que también escriben libros, es lógico que esa primera opinión sea de alguien que sabes que te va a decir la verdad. Que te va a decir: esta novela te ha quedado redonda o no te ha quedado tan redonda. Yo me fío mucho de su opinión. De la que más me fío.
P.- ¿Compartís opiniones similares sobre lo que está pasando?
R.- Nosotros discutimos mucho. Fermín y yo siempre hemos tenido un diálogo muy vivo, muy abierto, y a veces enfrentado. Eso es lo interesante. Me habría aburrido mucho estar casada con un señor con el que coincidiera en todo. Entonces, ¿de qué íbamos a hablar y debatir? Ha sido una suerte vivir con alguien que tiene la misma profesión porque no tienes que dar explicaciones. No le tienes que explicar por qué no voy a comer hoy a casa, por qué llego tarde o por qué mañana me voy a coger un avión a las siete de la mañana y no sé cuándo voy a regresar. Eso es muy cómodo. Y, luego, a mí me resulta muy estimulante estar casada con una persona que tiene un bagaje cultural tan importante. Inalcanzable. Fermín siempre tiene un pensamiento interesante, un pensamiento crítico, que me sirve para contrastar lo que yo pienso.
P.- ¿Las tertulias en radio y televisión se han polarizado demasiado?
R.- Se han polarizado excesivamente. En un lado estos y en otro lado estos otros. Oiga, yo tengo ideas que a veces pueden coincidir con el de enfrente. Entonces, ¿me tengo que levantar de esta silla para sentarme en la otra? No me gusta esa polarización. Los periodistas estamos para contar lo que pasa y analizar lo que sucede, evidentemente, con las herramientas que tenemos y con nuestro propio criterio. Pero no estamos para defender las posiciones políticas de unos o de otros. Yo no me quiero poner la camiseta de nadie. No me gusta cómo se plantean ahora las tertulias. Tampoco me gustaba cómo se empezaron a plantear las tertulias cuando nacieron en la cadena Ser. Todos tenemos nuestras ideas políticas. Sería absurdo negarlo. Pero, nuestra primera obligación es contar lo que pasa. La opinión es otra cosa.
«El nuevo periodismo ya lo hacían en España los reporteros de la generación de mi padre»
P.- De tu padre, Felipe Navarro (Yale), se han contado muchas historias. Periodistas de aquellos ya no quedan…
R.- Cada momento es distinto. Hay una generación, en la que estaban también Raúl del Pozo, José María García, Jesús Hermida o José Antonio Plaza. Cuando alguien habla del ‘nuevo periodismo’ en EEUU, digo: no, no, el nuevo periodismo se hacía en España. Y lo hacían aquellos reporteros absolutamente extraordinarios de los que las nuevas generaciones fuimos aprendiendo.
P.- Se cuenta que tu padre se disfrazó de enfermero para entrar en las salas de La Paz donde estaba ingresado Franco.
R.- Una vez se vistió de enfermero y otra de monja porque no dejaban entrar a los periodistas. Nadie iba a detener a una monja. Era otro momento. El pasado no se puede comprender con los ojos del presente, porque estás condenado a no entender nada. Fue un momento muy apasionante.
P.- Hoy las redacciones de los periódicos parecen clínicas hospitalarias, nadie levanta la voz y es todo muy aséptico.
R.- Ya no voy a las redacciones, pero cuando he visitado alguna me ha parecido aséptica, como si fuera un banco en el que todo el mundo está callado, con su ordenador. Por una parte, me alegro de no estar en una redacción donde ahora me aburriría muchísimo.
P.- Tu último libro, Una historia compartida, lo escribiste durante la pandemia y está dedicado a mujeres destacadas.
R.- En Una historia compartida hago una reflexión. La historia nos la han contado siempre a medias. Nos la han contado historiadores hombres y nos han dado una visión de lo sucedido, ignorando la mayoría de las veces el papel de las mujeres. No nos han contado qué hacíamos nosotras, aunque formábamos parte de esa sociedad. Entonces, salvo las reinas o mujeres realmente excepcionales por algo, no hay muchas noticias de qué hacían las mujeres. Noticias de la presencia de las mujeres en la sociedad, de sus aportaciones en las distintas épocas. Entonces, yo escribí una historia de las mujeres que a mí me han impactado. Quise contar esa historia desde otro punto de vista: cómo eran los hombres que formaban parte de la vida de ellas.
P.- ¿Qué te parece el tópico de que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer?
R.- Me parece un concepto casi machista. A lo mejor ha ayudado, o a lo mejor no. Es una especie de premio de consolación. Él es estupendo, maravilloso, pero tiene una mujer que también es estupenda y ella es la que tiene mérito. Yo creo que la historia es común –hombres y mujeres- y hay que contarla en común.
P.- Muchas gracias, y a esperar tú próximo libro.
R.- En eso estoy. Yo publico cada dos o tres años. No me comprometo a cumplir plazos. Una cosa es la presión del periodismo, donde tienes que escribir sesenta líneas para hace un cuarto de hora, y otra cosa es escribir una novela.
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