Manuel Campo Vidal: «Los debates son un derecho de la ciudadanía»
Moderó el primer debate electoral televisado de nuestra democracia, entre Felipe González y José María Aznar
Llegó a TVE de la mano de José Luis Balbín y presentó su primer Telediario el 22 de febrero de 1983, a las órdenes de Luis Mariñas. Ingeniero técnico industrial, sociólogo y periodista, ha ejercido esta última profesión en diferentes medios y desempeñando muy distintas responsabilidades. Actualmente, tiene su propia productora –Lúa Multimedia–, preside una escuela de negocios –Next Inernational Busines School– y colabora en periódicos y en el magacín de fin de semana de Radio Nacional, No es un día cualquiera.
Este lunes, el debate electoral entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en Antena 3 le hará recordar la noche del 24 de mayo de 1993. Ese día, Manuel Campo Vidal tuvo el honor de moderar el primer debate electoral televisado de la democracia, entre José María Aznar y Felipe González. Lo recuerda con nostalgia y con todo lujo de detalles en esta entrevista de Fuera de micrófono, a la vez que reivindica esta fórmula de contrastar las opiniones de los candidatos como un derecho de la ciudadanía.
En opinión de Campo Vidal, estos debates incrementan la participación en las urnas y tienen un interés indudable, como queda reflejado en audiencias que rondan los diez millones de espectadores. Sobre el primer debate que moderó entre González y Aznar (después habría otro en Telecinco, moderado por Luis Mariñas), afirma que lo ganó el candidato del PP por exceso de confianza del entonces presidente socialista. «Lo perdió Felipe porque confió en su capacidad dialéctica. Aznar era un opositor, un fichillas, y se lo había preparado mejor».
Años después, este periodistas aragonés criado en Cataluña y residente en Madrid, tuvo la oportunidad, siendo presidente de la Academia de la Televisión, de organizar y moderar otros debates. En todos ellos –comenta-, partidarios de los contendientes acababan echándole la culpa al árbitro, algo que va incluido en el sueldo del moderador.
Como todos los veranos, Campo Vidal volverá el próximo 30 de julio a su pueblo natal, Camporrélls (Huesca) para participar en las fiestas patronales y en el tradicional baile de los bastones (Ball dels totxets). Desde ese pueblo aragonés de habla catalana, perteneciente a la España vacía, Manuel denuncia la desigualdad territorial y considera que el problema de la despoblación podría solucionarse con la llegada de inmigrantes.
El periodista y empresario es también socio del Huesca -«Somos tan educados que subimos a Primera División sólo para saludar, y luego nos retiramos»- y procura no olvidar nunca un refrán aragonés, muy querido por su padre: «Allí, donde fueres, haz lo que vieres».
PREGUNTA.- En una entrevista que te hice hace ya muchos años decías que nunca te perdías las fiestas de tu pueblo, Camporrélls (Huesca), con el baile de los bastones.
RESPUESTA.- Quién me quiera encontrar, el próximo 30 de julio estaré en Camporrélls, en el Ball dels totxets. Nosotros somos aragoneses de habla catalana. Totxets quiere decir palos. El baile de los bastones, efectivamente. Este baile es una tradición que representa viejas ceremonias agrarias y luchas guerreras que se perdió por la emigración. Luego volví al pueblo y con otros amigos, algún familiar y José Ramón Vidal, lo recuperamos. Ahora baila más gente de la que hay en el pueblo. Las raíces hay que conservarlas. Si no, en este mundo globalizado, entras en órbita en cualquier momento.
«Concha habría sido mi sustituta en la Academia, pero tuvimos la mala suerte de la leucemia»
P.- ¿Qué significado tiene para ti el 22 de febrero de 1983?
R.- Claramente. Es el día en el que yo empecé en el Telediario. Hacía dos años del golpe de Estado. Yo, en realidad, iba como director del Telediario 2. Pero no encontraban un presentador, se hicieron muchas pruebas, y al final Enrique Vázquez, que era el segundo de José Luis Balbín, me dijo: «Prueba tú». Y a continuación: «Te quedas, lo haces y pasas a ser subdirector. Te ponemos de director a Luis Mariñas». Fue un placer porque con Luis aprendimos todos mucha televisión. No solamente era un buen presentador, sino un excelente periodista.
P.- En Barcelona trabajaste nueve años en el periódico Tele-Express. Pero ¿tenías alguna experiencia en televisión?
R.- Yo empecé en 1977 en el Instituto Catalán de Televisión y había hecho también un programa, como subdirector, en Prado del Rey, durante la época del balbinato que se llamaba El testigo. Pero aquello fue: «Bueno, pues empiezas mañana». La verdad es que fue un gran método para adelgazar [Risas]. Te veían diez o doce millones de espectadores. Para encontrar esa audiencia tuve que ir al 24 de mayo de 1993 con el primer debate electoral entre Felipe González y José María Aznar. Otros diez millones, pero pasaron años y ya había televisiones privadas.
P.- ¿Qué tal te llevabas con José Luis Balbín?
P.- Tuvo peleas con el poder, pero yo no era el poder y, por tanto, conmigo no las tuvo. A mí aquellas presiones no me afectaron. José Luis era también un hombre particular. Años después, tuve el honor como presidente de la Academia de Televisión y formando parte del jurado, de proponer a José Luis y La clave para el Premio Nacional de Televisión que convoca el Ministerio de Cultura. Y lo sacamos adelante. Habían pasado muchos años, pero era un premio merecido. José Luis Balbín había reunido a tres generaciones delante del televisor y aquello fue una escuela de democracia. Por La clave pasaron Alfonso Guerra, Santiago Carrillo, Manuel Fraga, Miquel Roca, venía gente de Francia y de otros países… Balbín tenía una gran visión europea, porque había sido corresponsal de TVE en París y, antes, en Alemania. Le dimos el premio, su mujer me lo puso al teléfono, cuando ya casi no podía hablar, y me dio las gracias. Fue un gesto de reconocimiento por lo que había hecho periodísticamente.
P.- ¿Qué recuerdo guardas de la que fuera tu compañera de telediario, Concha García Campoy?
R.- Recuerdo aquel domingo por la mañana, en el que se hicieron una serie de pruebas entre nosotros para formar las parejas, y a mí me tocó Concha García Campoy. Fue fantástico, aunque hubiera sido también profesionalmente feliz con nuestra querida amiga, Ángeles Caso, qué duda cabe. Concha tenía una sensibilidad especial. Ella había nacido en Tarrasa (Barcelona), su familia también era de emigrantes y teníamos una relación especial. Había una complicidad profesional, personal y casi diría que familiar. Era una persona, realmente, extraordinaria. Habría sido –y así lo teníamos hablado– presidenta de la Academia de la Televisión. Yo fui el cuarto presidente, después de Jesús Hermida, Antonio Mercero e Ignacio Salas, y lo normal es que Concha hubiera sido mi sustituta, pero tuvimos la mala suerte de aquella leucemia.
«Recibimos un comunicado de ETA: ‘O se lee, o matamos al capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios’»
P.- Alguna vez has comentado que te sentías incómodo con la popularidad de entonces.
R.- He creído siempre que la arrogancia distancia y la humildad acerca. Lo tengo muy claro. Yo era un periodista al que las circunstancias le llevaron allí; lo disfruté mucho, lo agradecí mucho, pero no por eso me creía que era más alto. Además, nunca he creído que el Telediario sea un concurso de guapos. Si lo fuera, nunca habría salido yo. Habría salido otro con toda seguridad. Yo procuré hacerlo lo mejor que pude, aprendí mucho y viví experiencias extraordinarias, momentos dificilísimos… Eran años de terrorismo, años muy complejos. Yo recuerdo cuando ETA secuestró al capitán de farmacia Alberto Martín Barrios y recibimos en TVE un comunicado terrible en el que se decía: «O se lee esto -cuatro o cinco hojas infumables-, en el Telediario de las nueve de la noche, o lo matamos». Y, claro, la presión de aquellos días fue tan extraordinaria… Para que te hagas una idea, los Informativos de TVE todavía estaban en La Casa de la Radio (Prado del Rey), al lado del despacho del director general, José María Calviño, y un día al subir las escaleras Calviño se encuentra a una señora mayor y una joven. Pues bien, cuando llega a su altura, se arrodillan físicamente en el suelo y le dicen: «Por favor, lean el comunicado, porque, si no, lo matan». Eran la madre y la esposa del capitán.
P.- ¿Qué hicieron?
R.- Vivimos una presión fortísima. Me llamó Luis Mariñas y me dijo que leeríamos un resumen de ese comunicado, con el compromiso público de que, si de verdad lo sueltan, lo liberan, lo leeremos completo. Vale, pero dadme garantías de que lo vamos a leer, porque, si no, quedo yo en el centro de la diana. Pedí hablar con el director general, que me recibió inmediatamente en su despacho. Me dijo: «Desgraciadamente, no vas a tener que leerlo, porque la información que tenemos del CESID (ahora CNI) es que a este hombre ya lo han ejecutado. Pero ¿y si no es verdad?». Lo puedo decir ahora. Las historias hay que desclasificarlas.
P.- Muy interesante lo que estás contando.
R.- Pues las desclasificamos. Entonces, Calviño me puso al teléfono al vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Y Alfonso Guerra me dijo: «Yo creo que no vas a tener que leerlo, pero, en caso de que tuvieras que hacerlo, vete estudiando euskera. Lo vas a leer, pero traducido al euskera, para que no se solivianten los cuarteles y no se soliviante nadie». Me pareció un gesto de inteligencia. Pensé: aquí hay alguien que piensa, lo que te hace sentir francamente muy seguro.
«Uno siempre es más feliz ejerciendo de periodista que haciendo números»
P.- Durante algunos años, fuiste director de Hora 25, en la Cadena SER. ¿Cómo fue esa etapa?
R.- Fue extraordinaria. Coincidió con la Guerra del Golfo y aquella guerra era radiada y de noche. Por lo tanto, era en el horario de Hora 25. La guerra de Ucrania hoy es de día y televisada. Televisada no solo por los compañeros que han sido enviados allí, sino por las personas que están constantemente grabando con sus teléfonos móviles. Es decir, a mí me pilló una guerra de noche y radiada. Para que te hagas una idea, había días que empalmábamos con el Matinal. Fue francamente apasionante. Recuerdo que una noche Eric Frattini, que estaba de enviado especial, me decía: «Estoy yendo para Tel Aviv en coche». Y yo le decía: «Cuidado porque, según la agencia France-Press, están bombardeando con bombas químicas, que luego no era así».
P.- En Antena 3 pasas del periodismo activo a la gestión. ¿Cómo fue ese aprendizaje?
R.- Me gusta adecuarme a lo nuevo, por suerte. Yo hice la carrera de ingeniero técnico en electricidad, pero, si se va la luz, aquí no contéis conmigo. La asignatura que más me gustaba de la carrera era Organización Industrial. Y aquello no sabes lo que me ayudó cuando Antonio Asensio me dijo: «Tú eres el director de Antena 3, pero tienes que hacer el informativo de las nueve de la noche para dar imagen». Luego sería consejero y vicepresidente. Era un esfuerzo extraordinario. Feliz por feliz, uno siempre está más feliz ejerciendo de periodista que haciendo números o teniendo que afrontar asuntos de personal.
P.- El 24 de mayo de 1993 moderaste el primer debate electoral entre Felipe González y José María Aznar. ¿Cómo lo recuerdas?
R.- Yo, en el año 1974, presencié en Francia un debate televisado entre Giscard d’Estaing y François Mitterrand y quedé impactado. Algún día, pensé, habrá democracia en mi país y yo intentaré hacer debates. Eso fue posible 19 años después, también en el mes de mayo. Era la primera vez que se hacía en España, todos estábamos muy nerviosos y las encuestas daban empate. Por eso se hizo. Si las encuestas hubiesen dado que Felipe ganaba por mayoría absoluta, como en las tres elecciones anteriores, probablemente no lo hubiera habido.
«Felipe González estuvo a punto de morir el día anterior al primer debate con Aznar, volviendo de Canarias»
P.- Aquel primer debate lo ganó Aznar, porque Felipe no lo llevó bien preparado…
R.- Es así. Todo el mundo que ha visto ese debate entiende que Aznar se preparó mejor el debate. Felipe, que es un gran dialéctico, no le pilló el tono. Debió de pensar: le ganaré porque hablo mejor. Luego, hubo otro dato, que no conocíamos en aquel momento y que supimos seis meses después. Resulta que Felipe estuvo a punto de morir el día anterior. Volviendo de un mitin en Canarias, se produjo una avería en la cadena del avión privado que lo traía y a punto estuvieron de que se los tragara el Atlántico. El piloto, por lo visto, era un tipo muy experto y volvieron de nuevo a Las Palmas prácticamente planeando a cien metros de altura. Yo lo noté tan cansado que le pregunté a Rosa Conde (ministra portavoz) si no había dormido. No digo que perdiera el debate por eso. Lo perdió porque se confió en su capacidad dialéctica. Y Aznar es un opositor, un fichillas. Tenía delante un montón de fichas. Se lo había preparado mejor. A la semana siguiente, con Luis Mariñas como moderador, se lo preparó mejor y lo ganó.
P.- Después vendrían algunos debates más con la Academia de Televisión.
R.- Yo agradezco a todos su confianza para que los organizáramos. Los debates electorales son un derecho de la ciudadanía.
P.- ¿Han ayudado también a subrayar el papel moderador de la institución?
R.- La Academia hace más de lo que se ve. En esta campaña electoral hemos estado atentos. Teníamos que hacer un papel en la retaguardia, de red, para salvar el debate si no había un acuerdo entre los partidos y los grupos mediáticos. Hemos estado trabajando intensamente, con la presidenta, María Casado, y con el vicepresidente, Paco Moreno. Los tres hemos estado hablando para ver cuáles eran las posibilidades, siempre con una enorme discreción, porque primero tenían que ser las televisiones las que se pusieran de acuerdo con los partidos. Como, finalmente, ha sido así, la Academia no ha intervenido. Pero la Academia ha estado ahí, y hubiera salvado el debate, si se hubiera requerido su participación.
P.- Fernando Navarrete confesó en THE OBJECTIVE que, en el debate a cuatro de las elecciones generales de 2016, Pedro Sánchez llegó con retraso.
R.- Yo entonces no fui moderador, pero éramos los organizadores. Fernando fue el realizador y yo el director del debate. Los moderadores fueron Ana Blanco, Vicente Vallés y Pedro Piqueras. Yo creo que no calculamos bien el tiempo del maquillaje y se produjo una cierta acumulación. Entonces, al que le tocó maquillarse el último fue a Pedro Sánchez y ahí se retrasó un poco. Quizá nos dijeran: «Ya llevamos nosotros el maquillador», como muchos partidos hacen, y después no lo trajeron. Pero ese ratito se pasa mal.
P.- No es la primera vez que Sánchez se hace esperar.
R.- Es probable. Viajar todos los días es muy complicado. Los que viajamos con cierta frecuencia sabemos que esas cosas pueden ocurrir. Lo importante es que este país tiene que decidir dónde va y yo aspiro a que la política se parezca más al país. Porque el país no está tan crispado como la política. Esto es una tristeza, francamente.
«España no puede mantenerse con el 80% de la población viviendo en un 20% del territorio»
P.- ¿Qué influencia tienen los debates en el resultado de unas elecciones?
R.- Yo soy un sociólogo observador y miro las cosas. Tengo la impresión de que siempre que hay un debate electoral aumenta la participación. Los debates interesan extraordinariamente, si no, no habría diez millones de personas viéndolos. Si uno no pierde el debate clamorosamente, claro que no influyen. Pero los debates tienden a empatar. Luego, como pasa en los partidos de fútbol, los partidarios de uno creen que el suyo ha estado extraordinario y al revés. Y casi siempre le echan la culpa al árbitro. Los que vamos de árbitros sabemos que eso va dentro de la jugada.
P.- Como sociólogo, ¿cuál es a tu juicio el problema más serio que tiene la sociedad española en estos momentos?
R.- Nosotros tenemos un problema muy grave, que es el paro juvenil estructural. Esto es algo dramático. Tenemos la gente mejor formada y más subempleada. Tú vas al extranjero y ves a jóvenes españoles investigando o como médicos y enfermeras en el Reino Unido. Pero muchos también fregando platos en un restaurante para aprender el idioma del país. Esto es el sálvese quien pueda. Luego, tenemos un endeudamiento desaforado. Debemos más o igual que la riqueza de España de un año. Así que tenemos mucho paro, mucha deuda, y también una desertización de España importante.
P.- ¿A qué se debe tu implicación en el problema de la España vacía?
R.- Yo soy hijo de la España despoblada y un día vinieron a decirme: ¿por qué no nos apoyas, tú que tienes sensibilidad social? Entonces, me pidieron que redactara el manifiesto que leí, junto a Paloma Zuriaga (entonces directora de RNE), en la Plaza de Neptuno. Aquello fue un punto de inflexión. Hay mucho camino que recorrer, pero España no se puede mantener con el 80% de la población viviendo en el 20% del territorio. Eso es insostenible, no solo desde el punto de vista económico y social, sino medioambiental. El territorio que no se cuida arde. Es una destrucción del ecosistema. Hay que combatir eso. De todas las desigualdades, la más difícil de combatir es la desigualdad territorial.
«Ir contra los inmigrantes es absurdo. Es ir contra tu propio futuro»
P.- Al final, si la gente no quiere vivir en las zonas rurales despobladas, será difícil solucionar el problema.
R.- La solución está en la inmigración. Tienen que ir a esos territorios muchos inmigrantes que están buscando un nuevo espacio para desarrollar a sus familias y criar a sus hijos. Hay que crear las condiciones de aterrizaje y de coexistencia en la convivencia. Ir contra los inmigrantes es absurdo. Es ir contra tu propio futuro.
P.- La existencia de medios y canales de comunicación se ha multiplicado en los últimos años. Pero, ¿estamos mejor informados ahora que antes?
R.- Yo creo que sí. Esto está ahora más abierto. De la crisis del 2008 salen muy castigados los medios de comunicación; muy dependientes, muy pendientes de la subvención que les pueda caer de aquí o de allí, y eso conduce a un atrincheramiento político, en un sentido o en otro. El periodismo no está pasando un buen momento, ni en España ni en otros países. En cualquier caso, bienvenidos sean los medios y bienvenido sea el esfuerzo que hace todo el mundo para convivir con los nuevos medios.
P.- ¿Existe riesgo de retroceso en las libertades?
R.- Estamos ante un riesgo de retroceso de libertades, no sólo en España, sino también en Europa. Esta polarización es muy peligrosa. No se puede negar el progreso, negar el riesgo del cambio climáticos, las vacunas… Es un riesgo para España y para Europa.
P.- ¿Te arrepientes de algunas decisiones o volverías a hacer lo mismo?
R.- Todos cometemos errores y hay que aceptarlos. El haber estudiado distintas carreras para mí no es una rectificación; es una acumulación de cosas. Yo empecé estudiando una ingeniería técnica porque mi padre era comercial de electrónica; no tenía ningún estudio de eso y nos invitó a hacerlo. Años después comprendí que me había servido mucho porque estudiar matemáticas y física te ordena mucho el cerebro. Luego estudié periodismo y era feliz siendo periodista.
P.- Hace mucho tiempo, te escuché decir que una de las recomendaciones de tu padre era aquella de «allí donde fueres haz lo que vieres».
R.- Es un refrán aragonés. Nosotros fuimos a Barcelona. Yo tenía 9 años y mis padres ya hablaban catalán. Siempre digo que somos aragoneses de habla catalana y defendemos a la Sociedad Deportiva Huesca y somos tan educados que subimos a Primera División sólo para saludar. Luego nos retiramos.