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Culdesac Tempe: la comunidad que odia los coches

Cuenta con 761 unidades residenciales, 16.000 metros cuadrados de locales comerciales, 35.000 metros cuadrados de servicios… y lista de espera si quieres vivir allí

Culdesac Tempe: la comunidad que odia los coches

Culdesac Tempe: la comunidad que odia los coches. | Cudesac

Somos animales gregarios y cada manada a la que pertenecemos tiene unas reglas que la definen. La primera y última de Culdesac, Arizona, es clara y tajante: no queremos coches. No es que no les gusten, es que no los quieren cerca, o como mucho a 400 metros de distancia. Esa es justo la cifra que pone en el contrato de inquilinato y que sus convecinos han de cumplir a rajatabla. Pueden desplazarse fuera de este espacio en vehículos a motor, pero una vez dentro todo ha de ser a pie, en bicicleta, patinete eléctrico o cualquier solución de movilidad que no se pueda denominar automóvil, por eso carecen de parkings.

Y no están solos. En Houston (The Plant) o Charlotte (The Joinery), todos en Estados Unidos, están floreciendo entornos similares que desean erradicar los coches de su espacio vital, y es una tendencia que va en aumento. Si los más suspicaces, e incluso conspiracionistas, creen que el mundo va hacia una existencia sin coches, esta comunidad bien podría ser su zona cero. 

Un callejón como salida a necesidades

Culdesac, «callejón sin salida» en francés, se diseñó desde el principio sin la presencia de coches. Nació en 2018 pensado para ser localizado en San Francisco. Por la razón que fuese no funcionó, y se trasladó a Tempe, a unos 20 minutos de distancia en coche del centro de Phoenix.

Visitantes y nativos son conscientes desde el minuto uno que vivir allí sin un vehículo propio es una maldición propia de los indios yavapais y apaches, los nativos americanos que dominaban aquel territorio hasta la llegada de los europeos (La avenida principal más cercana se llama Apache Boulevard).

Phoenix es considerada la segunda peor ciudad de Norteamérica para los peatones debido a sus interminables espacios a cubrir. Con una población como la de Cataluña —unos siete millones de habitantes— y un espacio cuatro veces el de España, sorprendentemente preocupa la densidad poblacional. Es por esto que impiden que la expansión de sus ciudades sea una seriación de urbanizaciones una tras otra. Por eso colocan espacios naturales entre ellas, duplicando y triplicando las distancias. 

Radical para con sus principios, no es que Culdesac albergase coches en algún momento del tiempo y los fueran restringiendo a base de barreras, ‘prohibidos el paso’, o la peatonalización de viales. Esta pequeña comunidad de vecinos está pensada como una isla ajena a más vehículos que los que lleguen de visita, los de reparto, o los que se usen de puertas hacia fuera.

Culdesac

Esto ha llevado a sus gestores a una colisión en cadena contra las autoridades: por ley cada domicilio ha de tener asociada una plaza de aparcamiento. De momento los reguladores permiten hacer con cierta expectación ante el incipiente problema del tráfico; no simpatizan del todo con la idea, pero si les quitan coches de en medio, se ahorran problemas de otro tipo. 

El plan

Su promotor y cabeza visible, un inmobiliario llamado Ryan Johnson, se planteó la idea cuando fue consciente del impresionante crecimiento demográfico de las grandes ciudades. Entendió que el problema básico no era tanto la gente, sino compartir el espacio con los coches, que devoraban el espacio y el coste que ello llevaba añadido.

Tener coches no solo cuesta dinero a la hora de adquirirlos o mantenerlos, sino de darles su sitio en el entorno cercano. Tener tu vehículo a mano también supone viales de servicio, mantenimiento de asfalto y aceras, semáforos, señales verticales, y lo más caro de todo: el suelo. Esto puede suponer entre el 25 y el 40 % del coste de una promoción, y existe un cálculo que apunta a que el precio medio de la plaza de aparcamiento en Estados Unidos es de unos 25.000 euros; se puede disparar al doble de incremento en el precio final un piso de tres dormitorios.

Si se elimina esta cuantía de la suma final más los elementos citados, de golpe se abarata todo una cifra más que considerable. De ahí que los alquileres de Culdesac cuesten entre un 10 y un 20% más baratos que sus competidores del entorno. Cuando Culdesac abrió las inscripciones en 2020 se encontró con el 75% de los apartamentos alquilados en unos días; los promotores quisieron quedarse con el resto para cuando todo estuviera en marcha. Cuenta con 761 unidades residenciales, 16.000 metros cuadrados de locales comerciales, 35.000 metros cuadrados de servicios… y lista de espera si quieres vivir allí.

Servicio alternativos, vida alternativa

A cambio del dinero de sus inquilinos, los gestores del barrio-sin-coches ofrecen alternativas de movilidad en un paquete de bienvenida con servicios de puertas afuera. Hay bonos de viaje para el Valley Metro, una suerte de tren de cercanías, que cuenta con una estación cerca, igual que otra de autobuses con líneas en varias direcciones. Los residentes reciben un crédito de 3.000 dólares en paquetes de movilidad anual, que se pueden gastar en estos medios, la compañía de taxis Lyft o de scooters eléctricos Byrd, utilizables tanto dentro como fuera de la comunidad. Con este dinero también está previsto poder usar coches eléctricos compartidos.

Calculadora en mano, con un poco de organización y esos tres mil en mano, bien podrían estar cubiertas las necesidades de movilidad de un ciudadano normal. Con coches en propiedad, muy probablemente esa cifra acabe siendo superior. Habrá a quien guste y a quien no, de hecho ha habido voces en contra de este tipo de proyectos, pero todo indica que esto va a ir a más.

La clave no es lo medioambiental, ni las tendencias de lo instagramero, sino el coste, con un añadido. Los gastos grandes de un grupo familiar, sea del tipo que sea, son tres: casa, coche y comida. En Culdesac han logrado empaquetar los dos primeros en un solo recibo mensual. Su siguiente paso lógico sería que esos 3.000 dólares, o alguno más si es necesario, también puedan ser gastados en la pequeña red de tiendas, bares y restaurantes sitas en la comunidad. Llegará. Si tan de moda está y tanto da que hablar la ciudad de los quince minutos, puede que estos hayan inventado algo que va más allá y cuyo eco es previsible. 

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