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La policía no quiere coches eléctricos porque los malos se les escapan

El trabajo policial y la agenda ecológica no siempre son compatibles

La policía no quiere coches eléctricos porque los malos se les escapan

Vehículos eléctricos de la Policía Local de Vitoria. | Ayuntamiento de Vitoria

El uso de vehículos eléctricos plantea nuevos problemas a las fuerzas del orden, y la conclusión es que los buenos quieren perseguir a los malos en coche con motores de combustión. Contaminarán más, harán más ruido, irán contra las directrices europeas, pero podrán realizar sus servicios sin sobresaltos.

La Policía Local de Vitoria ha sido la última en llegar a esta conclusión, y lo ha hecho apenas dos meses después de haber adquirido siete vehículos patrulla basados en esta tecnología. Comprados a mediados de diciembre, los responsables municipales ya son conscientes de que los agentes tienen un problema añadido a los habituales. Sus coches eléctricos se les quedan sin batería al final de los turnos, y no les da tiempo de recargarlos, so pena de quedar inoperativos durante horas, recargando sus baterías.

Este tipo de coche, el destinado a la vigilancia de las calles, es idóneo sobre el papel, pero casa mal a la hora de usarlo. En el haber tienen que son silenciosos, ideales para introducirse en las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), no consumen combustible, y se alinean con los dictados regulatorios hacia los que vamos de cabeza. En el debe, y en palabras de representantes sindicales vascos, muestran «un fuerte déficit de operatividad para un servicio de emergencias como es el de la guardia urbana». Portavoces del Sipla, sindicato mayoritario en la plantilla, aducen que en ocasiones los coches cambian de manos en turnos que han de cubrir las 24 horas. Con frecuencia les ocurre que los agentes frescos se suben en coches recién utilizados en un turno previo con el 20% de batería.

También denuncian que se les plantean nuevas problemáticas. Explican que cuando los coches de combustión se averían, los llevan a comisaría sin más con la ayuda de una grúa municipal. Esto no es posible con los eléctricos por temor a dañar sus baterías. De ahí que haya que avisar a la compañía aseguradora cada vez que se presenta un problema similar. Si a esto sumamos unas norteñas temperaturas que pueden rebajar la eficiencia de las baterías, tenemos una situación en la que la flota queda mermada y bajo unas garantías mínimas de eficiencia. De todo ello, el sindicato ha solicitado que este tipo de vehículo, alquilados en leasing por cuatro años, pasen a servicios no prioritarios.

No son los únicos

En julio de 2022, las fuerzas del orden del Reino Unido llegaron a una conclusión parecida. Según el departamento de Policía y Crimen de Gloucestershire, este problema se incrementa cuando los agentes han de realizar servicios en zonas rurales, esto es, en lugares donde es más complicado acceder a cargadores. Se les ha dado el caso de que agentes han tenido que cambiar de vehículo en mitad de un servicio, porque sabían que no iban a llegar al destino donde ocurría una emergencia.

El comisario, Chris Nelson, señaló que las exigencias del mundo real a las que un agente somete a un coche ponen a prueba sus capacidades. Los vehículos policiales están repletos de dispositivos que consumen electricidad, como son sus radios, ordenadores de a bordo y luces de emergencia, que pueden estar horas encendidas señalizando un accidente. Esto devora la energía sin que haya nada que la reponga o compense estando parados a un lado de una carretera, cosa que sí puede ocurrir con vehículos de combustión. Nelson sugiere que el trabajo policial y la agenda ecológica no siempre son compatibles. Y si alguien piensa que la Policía de Gloucester es antiecologista se equivoca: tiene la mayor flota totalmente eléctrica del Reino Unido, con un 21 % de sus 435 vehículos eléctricos.

Dame velocidad

En 2019, un oficial de policía de Fremont, al sur de San Francisco, informó que no pudo continuar una persecución subido en su patrullero eléctrico. El agente había comenzado su turno a las dos de la tarde y a las once de la noche recibió un aviso. Con apenas diez kilómetros de utilización disponibles en la batería, un imponente Tesla policial, pidió por radio que alguien le sustituyera en plena carrera contra un fugitivo que se desplazaba a velocidades de cerca de 190 km/h. Un par de minutos después de emitir su mensaje, el agente dio por terminada la alocada carrera por temor a no poder llegar a su destino de vuelta. De haber seguido, el coche se hubiera quedado varado en una cuneta poco más allá, y jamás atraparon al tipo que huía. 

La velocidad es otro dolor de cabeza. Un ladrón de bancos escapará con su botín en un coche de prestaciones medias-altas de los agentes londinenses que le pusieran en su punto de mira. Los vehículos eléctricos suelen estar autolimitados en cuanto a velocidad punta por dos razones básicas: una, es ilegal alcanzar ciertas velocidades y las autoridades occidentales están locas porque los coches dejen de superar las prohibidas. Por otra parte, en su avance en lucha contra el aire devora las baterías de los coches eléctricos. Cuando se superan ritmos de 110-120 km/h el éter se convierte en un ineludible muro que hace bajar la duración de la energía de forma masiva. Esta es la razón por la que los policías de Londres retiraron del servicio de emergencias los excelentes BMW i3 que compraron hace un par de años… los ladrones se les escapaban. Capados para ir a más de 150 km/h, cualquier chorizo equipado con un modesto Volkswagen Polo los dejaría atrás sin muchas dificultades. Es por eso que ahora solo se usan para mover a funcionarios y servicios de orden menor.

Por otra parte, y aunque corren y mucho, los eléctricos ‘normales’ no son coches con los que correr. Cuando sus baterías alcanzan ciertas temperaturas dejan de funcionar de forma lineal. Hace unos años un empresario catalán intentó poner en marcha la llamada Electric GT, una categoría de carreras basadas en el Tesla S100, el modelo más alto de la gama de los californianos. La categoría llegó poco lejos, tanto como vuelta y media al circuito de Montmeló. Estos poco más de ocho kilómetros fue lo que tardaron sus baterías en alcanzar los 40 grados, y el sistema entraba en modo protección. De manera automática, los alrededor de 600 caballos que desarrollaban la potente berlina apenas quedaban en la mitad. Sin apoyo técnico de la marca, con modificaciones en el software, sistemas de refrigeración, y cambios de orden mayor en sistemas propietarios, apenas pudieron hacer nada con unos vehículos que eran malamente modificables con un coste razonable. La categoría jamás disputó carrera alguna y sus promotores abandonaron la idea. 

Guardia Civil

Los que no parecen haber hecho mucho caso de esto ha sido la Guardia Civil. A primeros de año la benemérita ha puesto en manos del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) 157 motocicletas eléctricas. La adquisición ha sido muy respondida y no por su acercamiento hacia lo ecológico, que tiene todo el sentido del mundo, sino por las cuestiones de eficiencia que dejan en el aire. Las Zero FX elegidas desarrollan una potencia de 44 CV de potencia, alcanzan los 113 km/h de forma sostenida y su rango de autonomía homologada es de 145 kilómetros. Su recarga completa se realiza en 9,7 horas en un enchufe normal, periodo que se acorta bastante en uno con una toma especializada.

Muchos piensan que se trata de un gran ejemplo y un enorme acercamiento a lo ecológico en su Plan de Sostenibilidad, pero que acabarán tiradas en algún cuartelillo porque sus capacidades limitan mucho la operatividad. El frío, el calor, las distancias, las subidas en cuesta por caminos rurales, y una autonomía dependiente de recargas en pleno campo no casan mucho con la plena disponibilidad que requieren este tipo de vehículos. En este caso habrá que esperar a ver qué resultado dan, aunque muchos críticos han puesto el grito en el cielo. Las largas distancias que han de recorrer los agentes, lo escaso de su autonomía por carretera —menos de 100 kms—, y la enorme diferencia de prestaciones con los muy probados modelos de marcas japonesas usadas hasta la fecha, auguran escenas poco favorecedoras.

La conclusión parece sencilla: demasiado pronto para confiarse a estas tecnologías, que son necesarias y muy útiles en según que escenarios, pero los únicos que se alegran de que los empleen la policía van a ser los que los venden… y los malos, que huirán a toda velocidad diciendo, ‘más lento que el caballo del bueno’.

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