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Cosas pintorescas que pasan relacionadas con la conducción autónoma

Los automatismos en los vehículos van a ir a más y con ello llegarán nuevas situaciones, equívocas o incluso hilarantes

Cosas pintorescas que pasan relacionadas con la conducción autónoma

Un taxi autónomo de la compañía Cruise.

El pasado 28 de diciembre una patrulla de carreteras alemana detectó algo extraño en el comportamiento de un coche que circulaba por la Autobahn A70 entre Bamberg y Bayreuth. El vehículo avanzaba por debajo del límite de velocidad y se manejaba con cierta normalidad, pero la experiencia e instinto de los dos agentes indicó que pasaba algo raro. Decidieron echarle el alto, así que encendieron sus luces de advertencia de color azul, lanzaron ráfagas, hicieron sonar su sirena, pero no ocurría nada. Sin embargo, aquel Tesla Model 3 no solo no se inmutaba, sino que seguía su trayectoria de una manera limpia y más que correcta… pero con nadie al volante. Para su sorpresa, el coche parecía conducirse solo. Los patrulleros se emparejaron al vehículo para buscar una explicación al misterio, y de golpe una cara emergió de la oscuridad: su conductor se había despertado. En realidad el coche no circulaba solo, sino que llevaba un pasajero, tripulante que tras ser detenido mostraba a las claras que se encontraba bajo el efecto de las drogas.

El sujeto, en un momento de especial flaqueza, activó el sistema Autopilot de conducción autónoma para que su coche le llevase a casa y para ello ‘hackeó’ los sensores. El Tesla dispone del Nivel 2 de pilotaje robotizado, pero advierte que el conductor ha de estar atento a lo que ocurra en la vía. Por esto ha de mantener las manos puestas en el volante, por si es necesaria su intervención ante un imprevisto que el propio sistema sea incapaz de solventar. El tipo había colgado un peso justo en el lugar donde se encuentran los sensores que determinan que hay un chófer en disposición de recuperar el control. Lo que había hecho era engañar al dispositivo mientras se echaba una siesta en su asiento reclinado de camino a casa a dormir la mona. Durante los 15 minutos que duró la persecución, el Tesla funcionó perfectamente; lo que no lo hizo fue su propietario, que tuvo que acompañar a los agentes al cuartelillo, y perdió el permiso de conducción por poner en peligro la circulación. 

Echar la culpa al coche 

Algo parecido ocurrió en Noruega en el verano de 2021. Un tipo se subió a su Tesla S, y quedó dormido sobre su volante en un trayecto interurbano. El coche se movía gracias a que el Autopilot estaba activado. El sistema no detectó las manos del conductor donde deberían estar, y debido a ello detuvo el coche a un lado de la carretera, más concretamente en el interior de un túnel. Cuando llegó la policía, se dieron cuenta de estado de ebriedad del sujeto. Es un ejemplo de buen funcionamiento del sistema aunque peor le fue al joven de 24 años, que perdió su licencia de conducción. Fue en el juicio donde ocurrió la novedad: alegó que sí, que efectivamente estaba borracho aquel día, pero que él no estaba conduciendo el coche, así que no debería perder su licencia. El juez se la acabó retirando, pero deja encima de la mesa una interesante diatriba. Si es el coche el que conduce y toma decisiones, ¿de quién es la responsabilidad en caso de accidente? ¿Del coche, o del conductor que no manipulaba el vehículo? 

Aunque la situación suene a chiste visual, es algo a lo que nos tendremos que ir acostumbrando. Los automatismos en los vehículos van a ir a más, avanzarán en su evolución tecnológica, el coste se irá reduciendo, y su implantación se irá produciendo tal y como llegaron el cinturón de seguridad, los frenos ABS o los Airbags. Pero con ello llegarán nuevas situaciones, equívocas o incluso hilarantes.

En abril de 2022 un taxi autónomo de la compañía Cruise circulaba en periodo de pruebas por la ciudad de San Francisco. Una patrulla detectó que sus luces iban apagadas, y le echaron el alto por el conocido sistema de ponerse detrás y activar sus luces de colores a modo de aviso. Para un conductor normal —entiéndase humano—, esto se traduce en una orden instantánea de detenerse, y poner las manos sobre el volante y a la vista, pero no para un vehículo autónomo. En realidad, el Chevrolet Bolt robotizado se detuvo ante un semáforo. Los agentes salieron del coche patrulla, y cuando se acercaron, el Bolt salió disparado ante la luz verde del semáforo… El robot huyó del lugar de los hechos. No se sabe muy bien por qué, el taxi se detuvo unos pocos metros más allá, se pegó a la acera, y encendió las luces de emergencia. Cuando los patrulleros llegaron al coche se llevaron la enorme sorpresa de que no pudieron encararse con ningún conductor para pedir explicaciones, básicamente porque no había ninguno. En lo sucesivo las fuerzas del orden tendrán que estudiar nuevos métodos para tratar casos como este, y uno ha sido solicitar algún tipo de sistema que inhabilite a distancia los robocoches.

Atasco robotizado

Desde 2022 en San Francisco operan dos compañías de taxis autónomos, Cruise, que pertenece a General Motors, y Waymo, propiedad de Google. No son coches nacidos para tener vida propia, sino adaptaciones sobre vehículos ya existentes, Chevrolet Bolts, y Jaguar i-Pace, respectivamente. A estos se han adaptado los sistemas, cámaras y sensores necesarios para ejecutar sus funciones tras haber sido recogidos de sus fabricantes. Su clientela suele bajarse satisfecha del servicio, sus comentarios son positivos, y en general tienden a funcionar con seguridad a pesar de que de vez en cuando haya algún incidente.

Sus cerebros están programados para adquirir información a través de diversos medios: cámaras, sensores de ultrasonidos para detectar la cercanía de objetos, radares Lidar, láseres que miden distancia… y un sistema que lee las señales de tráfico. El problema es que, de un tiempo a esta parte, algunos ‘artistas callejeros’ se empeñan en tunear las señales de tráfico, modificarlas con pintura o adhesivos, y este tipo de sensores se puede confundir. Con esta idea en mente, técnicos de McAfee Advanced Threat Research engañaron a un Tesla en 2019 retocando una señal de tráfico. Estos hackers blancos, que se dedican a encontrar problemas, modificaron una señal vertical donde se leía una limitación a 35 km/h con unos post-its y el vehículo leyó 85. La consecuencia fue que el coche corría más de lo debido justo donde no debía.

Peor lo pasaron los técnicos de Cruise el pasado año, pero no una, sino dos veces. En julio y el octubre sus vehículos decidieron de forma autónoma reunirse en un par de cruces de la ciudad. En verano una veintena de Bolts montaron atascos en un señalado cruce del centro de San Francisco, y aún no saben la razón. Cuando el resto de conductores con los que compartían asfalto se acercaron a llamar la atención de los conductores y conminarles a que los movieran, no supieron qué hacer; no había nadie en su interior.

Algunos de estos coches fueron reiniciados desde la compañía, y en otros casos, empleados de Cruise se acercaron y se los llevaron rodando como vehículos normales con conductor. Los viandantes llegaron a pensar que se trataba de una protesta laboral, pero de ser así… nadie pedía nada. La municipalidad se quejó ante la compañía, no solo por el atasco organizado, sino porque los servicios de limpieza y mantenimiento de las calles no pudieron realizar los recorridos programados. La compañía se disculpó, pero un par de meses más tarde ocurrió algo similar, aunque con menos vehículos implicados. Las autoridades de San Francisco dejan hacer a estas compañías, aunque no les sientan especialmente bien las inconveniencias de un funcionamiento mejorable. Esta nueva tecnología no es que haya venido para quedarse, sino que en cifras de Tesla son más seguras que los conductores humanos, y es bastante posible que sea así, pero necesitan mejorar. A un coche robotizado le va a costar mucho trabajo y aprendizaje distinguir entre un policía municipal que le echa el alto, y un tipo vestido con un chándal azul y rayas en los hombros que saluda a un amigo en la acera de enfrente. Es un camino que necesitan andar. ¿Andar? ¿Quién necesita andar si te puede llevar poco menos que en brazos un robot con ruedas?

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