El mundo está muy loco y hay gente que hace cosas muy raras con sus coches
Nuestros vehículos, de alguna manera, parecen ser un acicate, una catapulta, o una rampa de lanzamiento para hechos y acaeceres inesperados
No podía ser de otra manera. La película El mundo está loco, loco, loco, dirigida por Stanley Kramer en 1963, cuenta la historia de ocho automovilistas desconocidos entre sí cuyo destino trastoca un noveno conductor que se estrella y realiza una revelación. Los coches, de alguna manera, parecen ser un acicate, una catapulta, o una rampa de lanzamiento para hechos y acaeceres inesperados. Y el último mes ha estado repleto de historias muy inesperadas.
Precisamente una rampa de lanzamiento utilizó una joven de 21 años en Georgia, Estados Unidos, para volar durante treinta metros con su coche. No se trataba de una escena de Misión Imposible o Fast & Furious, sino de una vecina de la localidad, que pasaba al lado de un accidente de carretera. La policía local recibió un aviso, corrió a atender dicho accidente, y detuvo los vehículos de auxilio en un punto de la Ruta 84, cerca de la localidad de Valdosta.
En el grupo de vehículos se encontraba una grúa equipada con una plataforma. Aparcada a un lado de la carretera, estaba apoyada en el suelo en su parte trasera y la delantera apuntaba al cielo. Durante la maniobra de rescate del primer accidente, un Nissan Altima de color gris apareció justo por el carril izquierdo de este vial, no vio el camión-grúa, y utilizó de manera indeseada la plataforma como trampolín. La conductora no debió de ver las luces de emergencia de los vehículos, y el Altima voló durante 30 metros durante algo más de dos segundos. En su caída golpeó a un segundo coche y se sospecha que todo se debió a una distracción al volante.
Una semana antes y un poco más al norte, la Policía Montada del Canadá emitió una orden de busca y captura hacia una mujer sin identificar. Su delito no deja de ser extraño: rayar más de cuatrocientos vehículos con una llave. No parecía la venganza despechada contra un ex, ni tampoco la proyección de sus frustraciones o disgusto para con unos vecinos mal avenidos. Su hazaña se dirigía hacia coches de las marcas Chrysler, Jeep, Dodge y Ram, todos ellos del concesionario Journey Chrysler en Port Coquitlam, a unos 25 kms al este de Vancouver.
Los daños infligidos a estos vehículos rondan los 400.000 euros, a razón de unos mil por coche. Esta señora se ha aplicado con energía desde al menos enero, de ahí la enorme cantidad de vehículos deteriorados, aparentemente con una llave en lo que las autoridades denominan «incidentes masivos de rayado de coches». Se cree que la sospechosa es una mujer rubia, de entre 40 y 50 años, usa una mascarilla quirúrgica, gafas oscuras, guantes y un gorro de lana para ocultar su identidad. Antes de subirse al Ford Escape que utiliza para desplazarse, también ha dañado elementos decorativos y arquitectónicos del concesionario. Sigue en búsqueda y captura.
Los ciudadanos de Nueva Gales del Sur, en Australia, están volviendo locos a los magistrados de los juzgados locales. El primero de todos, el que arrancó la tendencia, fue un conductor de la ciudad de Sovereign, que apeló una multa de aparcamiento con un escrito de más de trescientas páginas. A cuenta de este truco pseudolegal los trámites que conducen o no a una sanción dilatan el proceso en el tiempo hasta tres y cuatro veces. El problema real no es tanto la tardanza, sino que atascan la tarea habitual de los juzgados, que empiezan a verse desbordados por casos similares.
El sistema judicial se atasca, y los conductores ganan por aburrimiento de los togados. En los últimos seis meses este tipo de denuncias han crecido alrededor del 30%, protagonizados por ciudadanos privados, desprovistos de abogados, y que impugnan denuncias legales que con anterioridad se solventaban en minutos. Lo pintoresco de los escritos es que en el alegato de defensa y dentro de la abultada respuesta, hay llamados a la Constitución, los derechos humanos, pasajes de la Biblia, o tipos que hasta reclaman para sí la potestad de ser el sheriff encargado de multar casos como el suyo. Un delirio. En los juzgados andan quejosos ante la tesitura, liante y excesiva, para multas menores, y tienden a enterrar los casos.
Locuras con coches de Alabama a Malasia
En el otro lado del mundo, la policía de Daphne, Alabama, detuvo a mediados de mes a un individuo que iba por la carretera a toda velocidad… subido en una moto de agua. Velocidad, asfalto y motos de agua son palabras que casan mal, pero era cierto. La moto acuática corría como una de las de siempre, y esto llamó la atención de una patrulla de carreteras. Tras una breve inspección, los agentes se dieron cuenta de que de moto de agua solo tenía el aspecto. Bajo la carrocería se escondía una motocicleta real, y como el conductor tenía los papeles de la misma en regla, le dejaron marchar. Eso sí, solicitaron al propietario de este Frankenstein sobre ruedas que corriese a por un casco, que en el agua no es necesario, pero en tierra sí.
La guinda se la llevan dos jóvenes de la isla malaya de Langkawi, al noroeste del país. Los primeros avisos comenzaron a llegar una noche a la estación de policía local. Algunos conductores llamaron para denunciar el comportamiento errático de un pequeño Toyota Vios de color plateado —un sedán similar a un Auris con maletero—. Tras los avistamientos, el Toyota acabó estrellado contra un poste eléctrico. Cuando los agentes llegaron al lugar del accidente se llevaron una pequeña gran pequeña sorpresa: el coche había sido conducido por un niño de seis años.
La sorpresa iba más allá, porque en el asiento del copiloto había sentado otro pequeñajo, de poco más de tres años, hermano del primero. Los chiquillos habían cogido el coche familiar mientras su madre estaba en el baño y su padre dormía, y habían recorrido unos dos kilómetros y medio. Cuando les preguntaron que a donde querían ir, la respuesta fue bastante sorprendente: a comprar coches de juguete. Ya tenían uno de verdad, pero en realidad querían otro con el que poder jugar. Ahora serán los padres los que tengan que comprar uno de verdad, para sustituir al pobre Vios, que no quedó del todo bien tras su impacto contra el poste eléctrico.
En la película El mundo está loco, loco, loco, todos corrían con sus vehículos tras un tesoro escondido. En todos estos casos había, en cierto modo, un tesoro, algo que conseguir. De lo que no hay duda es de que todos lo buscaron subidos en sus coches, o al menos, sobre ruedas.