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En agosto no hay carreras, pero la Fórmula 1 corre más que nunca (en silencio)

«La sede de una escudería de Fórmula 1 es una mezcla de parque de atracciones, almacenes en rebajas y bar de costa»

En agosto no hay carreras, pero la Fórmula 1 corre más que nunca (en silencio)

La Fórmula 1 corre más que nunca. | Europa Press

La escena es de hace unos 30 años. Durante unos test en España, uno de los gestores de cierta escudería se dirigió al que esto escribe y le hizo una pregunta que le dejó patidifuso: «¿Cuál es el mejor club a menos de media hora de coche del circuito? O llevo a los chicos o se me amotinan». Había cierta lógica en aquella jugada lúdica, una situación casi impensable hoy día debido a la rigidez y severidad de los manejos actuales. 

La sede de una escudería de Fórmula 1 es de manera habitual una mezcla de parque de atracciones, grandes almacenes en rebajas y bar de costa en la hora feliz. Visto desde fuera es como una central energética que jamás se para… menos en verano. En agosto, la gasolina detiene su flujo, al igual que la producción, el diseño, las estrategias y todo aquello que contribuye a construir la velocidad. Durante este periodo las cuentas en redes sociales de pilotos, ingenieros y mecánicos se llenan de imágenes con tablas de surf, muñecos hinchables en piscinas, y discretas escenas familiares. 

Una máquina del tiempo

Los equipos de carreras tienen su propia medida del tiempo. Sus días disponen de 24 horas como el resto del mundo, pero su administración es muy distinta, y en el siglo pasado mucho más. Hoy se aplican ciertas regulaciones, pero antes de que las autoridades europeas metieran la zarpa, era como ir a la guerra. Sabías cuándo llegabas, pero no cuándo te ibas a ir

Antes de regular las jornadas de pruebas, cada formación entrenaba lo que le parecía oportuno y su presupuesto le permitía. En ausencia de software de simulación, pruebas virtuales, y los túneles de viento eran más rudimentarios, las piezas se construían y se llevaban directamente al asfalto. Allí se probaban y si el coche era más rápido, es que servían; si era más lento, acababan en los contenedores de la basura y se rediseñaban en la dirección contraria. 

Antes del año 2000 era habitual que contabilizasen veinte y treinta jornadas de entrenamientos privados, antes, durante, y después de la temporada regular. Con frecuencia sus trabajadores salían de casa a primeros de mes, y no volvían hasta pasado mes y medio. Empalmaban pruebas, una carrera, más pruebas, dos carreras seguidas en los dos extremos opuestos del planeta… Era un ritmo demoledor, con jornadas extenuantes, desde el amanecer y hasta bien entrada la noche

La Unión Europea recibió informes sobre el tema y obligó a los equipos a aplicar ciertas reglas laborales al respecto; ahora el trabajo de mecánicos e ingenieros albergan ciertas limitaciones. Llegan los del turno de día por la mañana, que por la tarde abandonan el circuito, y es cuando llega el turno de noche. El equipo no se detiene, pero si lo hace una parte de su personal, que es reemplazado por un cuerpo homónimo y hermano que continúa con su tarea. 

Invierno rápido, verano lento

Cuando el calendario se llenó de eventos y superó las dos decenas, se propuso una especie de parada biológica en el intersticio veraniego de agosto. Es un mes complicado para todos; la gente se va de vacaciones, se disipa el interés, la logística se complica mucho ante el vaivén del turismo, encontrar hoteles se encarece, y las fechas complican el devenir de la categoría. Si a esto añadimos que la F1 la hacen personas, que tienen familias, con críos en edad escolar, y que también tienen una vida, el resultado fue que se pactaron dos semanas de cierre total de la actividad.

Durante 14 días los motores no se arrancan, las máquinas de corte de metal guardan silencio, o en el túnel de viento reina la calma. Nada de reuniones, nada de tocar un ordenador, nada de llamadas a menos que ocurra algo realmente grave, y nada de enviar emails. Todo está muy controlado. En la factoría solo puede quedar la gente de seguridad y mantenimiento, nadie más. Ni visitas, ni proveedores. Nada que incida en el devenir habitual de su funcionamiento. Aunque… hay una rendija. 

Crecimiento silencioso

Aparte de la gente de seguridad, electricistas y personal de limpieza, hay dos grupúsculos que sí que puede trabajar en las factorías: los instaladores y los techies. Con esta última palabra es como se denomina de forma abreviada a los técnicos, y para ser más concretos, a los técnicos de IT, tecnologías de la información. Cuando los equipos llegan a los circuitos, lo hacen de forma escalonada: camiones con el material, luego van llegando instaladores, los primeros ingenieros, mecánicos, pilotos, y directivos, más o menos en ese orden, en un ciclo de cuatro o cinco días. Y en esa avanzadilla, los primeros en caer son los técnicos de IT, los zapadores de los datos. Tiran cables, instalan conexiones, colocan pantallas, prolongan cables de fibra óptica y prueban que todo funcione. 

Pues esos sí que tienen acceso a las fábricas de la Fórmula 1, porque es en este periodo cuando aprovechan para actualizar sistemas, cambiar ordenadores, instalar sistemas operativos nuevos, o ampliar memorias de ordenadores, por ejemplo. Una factoría de F1 jamás se detiene, trabaja 24 horas todos los días del año. Es por eso que cuando no hay gente pueden sustituir discos duros, reiniciar servidores, o cortar el suministro eléctrico. No es que el personal les estorbe, es que con ellos trabajando esto sería imposible. Un equipo de Fórmula 1 es como un ordenador gigantesco, todo está computerizado, desde el control de accesos hasta la contabilidad de las piezas desechadas. Es en este periodo cuando se renuevan muchos de estos sistemas, tanto en software como en hardware.

También es en este periodo cuando se sustituye maquinaria pesada como son las máquinas de corte de metal tipo CNC. Son enormes aparatos, del tamaño de una furgoneta grande, en la que se introduce un bloque de aluminio, y la máquina escupe un engranaje de la caja de cambios, una tuerca para las ruedas, o un eje de transmisión. La instalación de estos sistemas es compleja, requiere de elevadores, grúas y cortes del fluido eléctrico para realizar pruebas. Como resulta obvio, con la factoría a pleno rendimiento, esto es impensable. 

Atendiendo alas mismas circunstancias se ponen puertas donde antes había un hueco, se cambian cerraduras, se modifican las palas de los ventiladores en el túnel de viento, o se pintan las paredes. La Fórmula 1 se detiene, pero sus factorías hierven de actividad extradeportiva, y todo en tiempo récord: han de hacer todo eso en 14 días, ni uno más. 

Un reflejo de la actividad en las fábricas, es el museo Ferrari en Maranello, que es visitado por cientos de miles de aficionados cada año. En él puede observar la colección de trofeos de la Scuderia, los monoplazas de Michael Schumacher o Fernando Alonso, o pueden tomarse un refrigerio en el bar de la entrada rodeado de motores que alguna vez estuvieron instalados en un coche. Lo que también se puede ver es una placa cromada donde con letra negra graba en bajorrelieve se lee: Abierto todos los días del año menos el 25 de diciembre y el 1 de enero. Pues un equipo de F1 es lo mismo, menos estos catorce días de agosto, o casi. Que los disfruten los que puedan. 

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