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La guerra entre Fiat e Italia sube de temperatura por el uso de los símbolos nacionales

En lo sucesivo, vamos a ver menos banderas italianas y en menos coches de nombre italiano

La guerra entre Fiat e Italia sube de temperatura por el uso de los símbolos nacionales

Fiat Topolino. | Fiat

El conflicto está escalando. La marca Fiat, ahora enmarcada en el grupo Stellantis, se ha metido de lleno en la guerra que se inició con el Alfa Romeo Milano. Si el SUV eléctrico de la firma milanesa tuvo que ser rebautizado, son ahora no uno sino dos modelos de Fiat los que se ven obligados a realizar una jugada parecida. El Gobierno de Giorgia Meloni no quiere que nadie se aproveche del valor que aporta ser italiano.

En el Palacio del Quirinal no hizo ninguna gracia que el Alfa Romeo Milano se denominase con el nombre de la ciudad que vio nacer a su marca, porque está construido en Tychy, Polonia. A su criterio, para poder llevar ese nombre, ha de haber nacido en suelo italiano. Los de Stellantis quitaron las etiquetas y adhesivos del compacto, y reciclaron la denominación Junior, heredada de un modelo previo de tipo deportivo.

Más leña al fuego

Semanas más tarde, otro incidente similar hizo colisionar a las dos partes. Hace poco menos de un año, Fiat sorprendió al mercado europeo con un vehículo eléctrico urbano y de corte playero llamado Topolino. Basado en el Citroen Ami, desde el plano estrictamente legal no es un coche, sino que se le considera un cuadriciclo; no puede pesar más de 425 kilos ni superar los 45 km/h.

Es eléctrico, pequeño, biplaza, lo pueden llevar jóvenes sin carnet, se aparca casi como una moto, y, sin embargo, en Roma no ha hecho ni pizca de gracia que lleve una bandera italiana en su puerta.

¡Alto a la Guardia di Finanzas!

El incidente tuvo lugar el 15 de mayo en el puerto de Livorno. La Guardia de Finanzas es una especie de brazo de la hacienda local parecido a la Guardia Civil española, y se incautó de 134 Topolinos procedentes de su fábrica en Marruecos. Todos llevaban un adhesivo en las puertas con la tricolor. Esto es algo que no soportan las autoridades, que al igual que en el caso del Milano/Junior fueron etiquetados como productos falsos. No es que no fueran Fiat auténticos, sino que es así es como son tratados los productos italianos que no están hechos en Italia.

El centenar largo de vehículos fue precintado como un presunto delito en la venta de productos industriales con signos falsos, como cuando te venden un bolso falso de Louis Vuitton. La fiscalía ordenó hacerlo en virtud del artículo 4, apartado 49, de la Ley Financiera de 2004. Dicha regulación establece que «la importación y exportación con fines de comercialización, o la comercialización o comisión de actos no inequívocamente autorizados a la comercialización de productos que lleven indicaciones de origen o procedencia falsas y engañosas» constituyen un delito.

Desde entonces, los Topolinos se encuentran bajo custodia judicial en la terminal ‘Leonardo da Vinci’, y depositados en la base operativa de Cilp, la empresa de los trabajadores portuarios donde desembarcaron. De momento permanecerán bajo custodia hasta que se negocie una solución entre ambas partes. Pero es que no terminó ahí la cosa, porque hay más.

Los coches son maquinarias complejas, con miles de piezas, que se ensamblan como un mecano en líneas de producción específicas de cada modelo. No se puede crear sin más un Ibiza en la misma cadena de montaje de un Formentor, aunque ambos modelos pertenezcan a la misma marca. Los motores son distintos, sus elementos, los trabajadores se especializan en determinadas arquitecturas, y si además son eléctricos, sus sistemas constructivos son diametralmente opuestos. Los segundos necesitan montar pesadas baterías, que requieren de utillaje específico, grúas elevadoras, etc.

Esta es la razón por la que el Alfa Romeo Milano/Junior se fabrica en Polonia, justo el mismo lugar donde se monta su hermano, el Fiat 600e, con el que comparte su base mecánica. El problema ahora es que algunas series del 600e llevan la tricolor en varias partes de su fisonomía, concretamente en unas hendiduras en el paragolpes trasero… y es un coche nacido el Polonia, no Italia. La firma ha hecho retirar la tricolor de su urbano eléctrico en previsión de males mayores. El grupo dejó caer en un comunicado la semana pasada que hacía esto como ejemplo de transparencia, y para evitar malentendidos.

La clave es política, no de diseño

El malentendido no es tal para con el público, sino que pertenece a la guerra subterránea existente entre ambas partes, gobierno y grupo empresarial. Stellantis tiene sus intereses, sus planes como empresa internacional, y con factorías en medio mundo, con casi 260.000 empleados y catorce marcas. Fiat, Alfa Romeo, Abarth, Lancia y Maserati fueron una vez firmas italianas, pero ahora atienden a una dirección general que está situada en Países Bajos. Desde allí se toman decisiones, y muchas no agradan al Gobierno que una vez tuvo otro grado de poder sobre sus actividades.

En fechas recientes, y en mitad de todo este jaleo, Stellantis anunció el traslado de la producción del Fiat Panda a su fábrica de Serbia. En lo sucesivo se denominará Pandina, y dejará de estar construido en la fábrica de Pomigliano D’arco, en Nápoles. Otras plantas como la de Mirafiori pueden perder mucha carga de trabajo, lo que a su vez podría suponer el despido de miles de trabajadores italianos. Esto no ha sentado nada bien al Gobierno de Meloni, y muchos creen que fue la mecha que encendió la guerra entre ambas partes.

Esta decisión fue un duro golpe para la soberanía industrial italiana. La brecha abierta entre ambas partes parece convertirse en un enorme agujero negro en el que están cayendo, entre otras cosas, la bandera que durante décadas ha adornado con orgullo a los coches que una vez fueron italianos, y hoy pertenecientes a una firma global. En lo sucesivo, vamos a ver menos banderas italianas y en menos coches de nombre italiano.

A modo de socarrón saludo, Carlos Tavares, presidente de Stellantis y tipo equipado con un fino sentido del humor de serie, soltó algo en la presentación su más reciente modelo, el Lancia Ypsilon. «En Grecia están encantados con que llamemos así a nuestros coches». Allí no tienen este problema.

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