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La larga duración de las baterías de coches eléctricos sorprende a sus fabricantes

Estudios recientes hacen pensar que la vida de las baterías no será menor que la del resto de los coches que las llevan

La larga duración de las baterías de coches eléctricos sorprende a sus fabricantes

Una Gigafactory de Tesla. | EP

Es un mito. Acostumbrados a lo que nos duran las baterías de nuestros teléfonos móviles, uno de los grandes temores de los conductores ante los coches eléctricos, es que sus baterías fenezcan en breve. Se está demostrando que podrían sobrevivir al resto de los coches que las portan.

Una de las tres grandes pegas que aducen aquellos que no creen en la movilidad eléctrica es el precio de los vehículos, demostradamente más costosos a la hora de su adquisición. La segunda es su autonomía, una materia en la que se mejora en cada generación, y que está duplicando a lo que se observaba hace apenas seis u ocho años. Hoy día hay coches que homologan cifras superiores a los 600 km, el equivalente a un depósito de combustible derivado del petróleo. El tercer prejuicio, la vida útil de las baterías, está a punto de caer.

El precio de los coches eléctricos se desploma de manera dramática en el momento en que salen del concesionario, con devaluaciones de hasta el 45 % en un solo año; un coche de gasolina suele depreciarse menos de la mitad en el mismo periodo. Es resultado ante el temor de una costosa reparación en caso de que la batería necesite ser sustituida pasados unos años.

Hasta que los acumuladores de los coches no sean de estado sólido, las disponibles en el mercado están basadas en componentes químicos que tienen una degradación tras el uso. Pero las llevábamos usando demasiado poco tiempo como para saber qué vida útil tendrían, al menos hasta que han llegado recientes análisis, y no de fabricantes de coches, los primeros beneficiados por estas resoluciones, sino de compañías auxiliares e independientes.

Son varias las empresas que han llevado a cabo análisis y que arrojan resultados coincidentes. Sus conclusiones apuntan a que es muy posible que las baterías de un coche eléctrico tengan una vida de más o menos los quince años que pudiera durar el propio coche que las lleve instaladas.

A esta deducción ha llegado la consultora P3, asociada a la startup austriaca Aviloo, que se dedica a chequear la salud, durabilidad, diagnóstico y eficiencia general de las baterías. En un estudio con incidencia en el medio centenar de vehículos de su propia flota, que más tarde se extendió a algo más de siete mil coches eléctricos, arrojaron datos hasta hoy desconocidos que cambian la visión que muchos tienen del asunto.

Según los datos aportados, las baterías de los coches tienden a perder un 5 % de su eficiencia en los primeros 30.000 kilómetros de uso. En este periodo se produce la degradación más acusada. Este ritmo se reduce a la mitad, y suelen llegar a los 100.000 kilómetros con un 90 % de su capacidad de manera promedia.

A partir de ahí es donde se han topado con la sorpresa. Entre los vehículos analizados había alguno que había rodado más de 300.000 kilómetros, y los que llegaron a estas cotas, aún conservaban algo más de un 85 % de su capacidad original. No son los únicos que han llegado a estos resultados.

Fortescue es una compañía australiana, que fundada por Andrew «Twiggy» Forrest en 2003, se ha convertido en una de las empresas de corte productivo más eficientes del mundo. Hace años comenzó una jugada a través de la que se propuso electrificar todo aquello que se moviese y que llegase a sus manos. Excavadoras, trailers, dumpers, hormigoneras, y hasta barcos y trenes deberán ser eléctricos antes de 2030. Quieren ser completamente ecológicos antes de esa fecha.

Una de sus jugadas fue adquirir la compañía WAE. Es el acrónimo de Williams Advanced Engineering, que ahora se denomina Fortescue Zero, lo que ya indica hacia dónde encaminan sus pasos. Esta empresa era propiedad de la escudería Williams de Fórmula 1, y es la encargada de diseñar y fabricar las baterías de la Formula E, la F1 eléctrica que desarrolló Alejandro Agag.

Tecnología de la Fórmula 1

Fortescue realiza fuertes inversiones en el desarrollo de software para optimizar el rendimiento de las baterías en situaciones de uso intensivo como el automovilismo deportivo. Su división de inteligencia aplicada a las baterías, Elysia, ha desarrollado sistemas de diagnóstico para «dar a los consumidores más transparencia sobre las baterías de segunda mano que compran». Una de sus conclusiones es que el número de cargas afecta en gran medida a la durabilidad de las baterías; cargamos nuestros teléfonos móviles a diario, pero los coches entre dos y cuatro veces al mes. Sus cifras comparativas son parecidas a las del estudio previo.

Otros que tienen algo que decir son los de la empresa de telemática de flotas Geotab. Si la investigación de P3/Aviloo se basa en vehículos de entre tres y cinco años en los que se confronta la capacidad restante de la batería frente al kilometraje, el análisis de Geotab se fija en su edad.

Representantes de esta compañía comentaron a la revista Wired que llevan revisando el fenómeno desde 2019. En sus estudios más recientes analizaron más de cinco mil vehículos y observaron que la tasa media de degradación era de solo el 1,8 % anual, mientras que en el estudio de 2019, era del 2,3 %. Su conclusión es sencilla: los mecanismos están mejorando mucho. Una muestra reside en que en generaciones recientes de vehículos se están implementando bombas de calor que acondicionan los acumuladores antes de ser usados.

Mayor longevidad mecánica

Por otro lado, si esta degradación anual del 1,8 % continuara de forma lineal, al cabo de diez años un vehículo eléctrico aún conservaría el 82 % de la capacidad de su batería. La mayoría de los fabricantes garantiza que en ocho años mantendrá sus capacidades en al menos un 70 %. Si se avanza hasta los veinte años, el coche aún tendría un 64 %. Si un vehículo empezara con una autonomía de 500 km en su homologación WLTP, el cálculo indica que pasadas esas dos décadas podría rodar al menos durante unos 300 km.

La compañía BMW realizó un curioso estudio alrededor de uno de sus primeros modelos, un i3. Empleados de la marca encontraron en el mercado de segunda mano una unidad fabricada en 2013, la más antigua que entraron de un vehículo híbrido cuyo propulsor térmico alimentaba a una batería eléctrica encargada de impulsar el conjunto. Para sorpresa del fabricante, el acumulador de 22,6 kWh conservaba una década después de un uso intensivo el 83 % de su capacidad. Los primeros Tesla puesto a la venta que han sido analizados conservan una capacidad similar.

La casuística es amplia, con problemas de diseño, baterías con problemas de fabricación, o fallas eléctricas de los propios vehículos. Pero estos estudios son bastante solventes y dan norte de manera promedia sobre algo que se hablaba, aunque sin muchos datos reales.

Que cada cual elija, pero hay cambios de criterio

Los coches eléctricos no son para todo, ni para todos. Están lejos de ser perfectos, y no se adaptan a un uso generalizado. Sin embargo, de lo que hay pocas dudas es que la descarbonización avanza y la alternativa viable a nuestro alcance pasa por las baterías. Mientras no haya otras soluciones, el camino no será otro que este, y parece que la tecnología está empezando a eliminar las pegas.

De momento, todo hace pensar que la vida de las baterías no será menor que la del resto de los coches que las llevan. Ahora solo hace falta dar solución a lo de la autonomía, y el precio. Y se están dando pasos.

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