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El 'rally' Pekín-París parece la carrera de los 'autos locos' y un español lo quiere ganar

Alfonso de Orleans será el navegante de Christophe Bouchut, un ganador de las 24 Horas de Le Mans

El ‘rally’ Pekín-París parece la carrera de los ‘autos locos’ y un español lo quiere ganar

Alfonso de Orleans (i) y Christophe Bouchut (d) junto a su Peugeot 504.

La sensación era como de haber viajado en el tiempo. Todos los clientes que bajaron al parking subterráneo de aquel hotel de Ankara (Turquía), se llevaron una sorpresa. Fueron a buscar sus vehículos y se toparon con un centenar de exóticos coches de carreras y gente trabajando en ellos, con una particularidad: ninguno tenía menos de 47 años.

Por un día, los bajos del establecimiento se habían convertido en los boxes del rallye Pekín-París, una prueba que solo se disputa con mecánicas construidas antes de 1977. A su paso por el país otomano, el primer destino occidental de una carrera de 14.500 kilómetros, la colorida caravana recaló en el hotel Radisson. Al acabar cada etapa, todos los participantes se bajan de ellos y reparan sus coches o los ponen a punto para la jornada siguiente.

Uno de los que tomarán la salida este año será Alfonso de Orleans, un primo del rey Felipe VI, y al que la llamada de la aventura le picó hace años el aroma de la gasolina. Desde que se subió a un kart, siendo casi niño en su Tenerife natal, no ha pasado el día en que haya empuñado un volante. Ha participado en las 24 Horas de Le Mans, en el rallye París-Dakar, o ha ganado la Baja Aragón subido en la cabina de un camión. No solo eso, sino que ha dirigido una escudería de carreras para la que han corrido tipos como Giorgio Pantano, Lucas di Grassi o Sebastian Vettel; todos ellos acabaron en la Fórmula 1.

El Duque de Galliera no lo hará solo, sino en compañía del galo Christophe Bouchut, un clásico de las carreras de resistencia que ganó las 24 Horas de Le Mans en 1993. Tampoco lo harán subidos en un coche cualquiera, sino que será a bordo de un Peugeot 504 de los años 70, del que solo hay tres unidades en todo el mundo; las otras dos están expuestas en un museo.

Este Peugeot parece un 504 normal; por su aspecto exterior, si no fuera por los colores y distintivos propios de la prueba, podría pasar por un turismo con unos cuantos años encima. Sin embargo, se trata de un verdadero coche de carreras, desarrollado por el departamento de competición de la marca para atacar el Rally Safari del mundial de la especialidad en los años 70. Sus elementos mecánicos no tienen nada que ver con los de serie. Si se les rompe durante el evento, no podrán acudir a una tienda a por unos recambios, porque apenas existen, así que tendrán que ser muy cuidadosos.

En su momento, los 240 caballos que desarrolla su motor eran una potencia exuberante comparada con los alrededor de 100 que generaban los de serie mejor dotados, que ya era una cifra muy alta para la época. La existencia de piezas específicas, y la ligereza del conjunto, unido a la dureza de los materiales para soportar el esfuerzo, hacían del modelo un verdadero prototipo de carreras. Tanto que ganó la legendaria prueba africana en dos ocasiones: en 1975, con Ove Andersson como piloto, y en 1978, con Jean-Pierre Nicolas al volante.

El próximo 17 de mayo, Bouchut, de Orleans y el Peugeot se darán cita, media hora después de la salida del sol, en una plaza de Beijing colindante con La Gran Muralla. Durante todo el recorrido en suelo chino, pasarán de un lado al otro de esta pared defensiva, alrededor de una veintena de veces a través de túneles y accesos, pero es en su inicio donde se topan uno de los escenarios más pintorescos. Pegado a la monumental construcción hay plantado uno de los símbolos del capitalismo: un McDonalds. Muchos de los participantes, los que salen últimos a razón uno cada minuto, aprovechan y desayunan en él, uno de los alrededor de 6.000 establecimientos de la cadena que hay en el país.

Será probablemente el mejor desayuno que se trasieguen en mucho tiempo. En lo sucesivo, raciones de corte británico, con huevos revueltos y bacon, les serán servidas por dos camiones de la organización que recorrerán de forma paralela el mismo trayecto con las comidas y las cenas. El resto de lo que consuman sobre la marcha, sólido o líquido, será solo lo que sean capaces de llevar dentro del vehículo sus participantes. Pero no solo eso.

A diferencia de otros rallyes de este tipo, pilotos y vehículos no dispondrán de asistencias. Cualquier contingencia, avería, o problema mecánico que sufran tendrá que ser subsanado por los pasajeros de cada coche. Esa es la razón por la que el dúo Bouchut-Orleans llevan a bordo más de 350 kilos de piezas y recambios. Desde ruedas de repuesto hasta amortiguadores, pistones, muelles, y la herramienta más importante de todas: kilómetros de cinta americana; según una opinión muy extendida, uno de los mejores inventos de la historia.

Los 14.250 Km que deberán recorrer los participantes del ‘rally’ París-Pekín.

37 días con el acelerador pisado

La prueba, que durará 37 días, pasará por lo más florido del mundo occidental, como Estambul, Salzburgo o París, pero también por zonas despobladas como el desierto del Gobi. En palabras de Orleans, es una experiencia única, donde eres consciente de las diferencias entre lugares. Una de las escenas más delirantes la vivió en su participación del año pasado en la frontera china con Mongolia.

«Pinchamos en un pueblo donde los habitantes iban vestidos como los chinos de hace cien años; vivían en chabolas hechas de barro. Era como viajar en el tiempo», cuenta el carrerista. «Lo alucinante no era eso. Es que al poco llegó un tipo con una pickup que tiraba de un remolque. De él sacó un dron enorme, eléctrico, casi tan grande como un helicóptero, con el que estuvo fumigando el campo mientras lo manejaba con unas gafas de realidad virtual sentado en una silla que puso en el techo de su coche. ¡Fue como una colisión entre el siglo XIX contra el XXIII!», comenta de Orleans.

Otro de los choques, a sus ojos, fue ver los barcos varados en lo que fue el Mar de Aral, ahora un desierto. Los esqueletos de decenas de barcos pesqueros muertos, y que una vez navegaron por el lago más grande del mundo, ahora son herrumbre en mitad de la nada en una imagen de aspecto apocalíptico. Otra de las escenas exóticas de la aventura es el paso por la base rusa de lanzamiento de cohetes en Baikonur, donde los participantes suelen ser recibidos, no sin ciertas restricciones.

Algunos participantes efectuando las inevitables reparaciones rutinarias sobre su vehículo.

Climatología caprichosa

«Lo peor es el calor. Es seco, pero la temperatura puede subir hasta los 40 grados», comenta. «Por la noche hace mucho frío, cosas del desierto, pero de día te cueces. El año pasado ocurrió algo muy extraño: una mañana no amaneció con calor, sino con más frío aún que por la noche. Unos tipos que iban en un Bentley descapotable de los años 40 lo pasaron fatal porque no tenían techo y nos estuvo nevando durante horas. Apenas iban vestidos con ropa como para estar en el desierto. Quisimos intercambiarnos por alguno de ellos sobre la marcha, para aliviarles un poco, pero seríamos descalificados de manera automática por no ir subidos en nuestro coche», cuenta Alfonso.

El piloto del Peugeot será Bouchut, y enorme conocedor de la competición, mientras que el español ejercerá de navegante y asistencia. Para él, este viaje lleva alojada una pequeña carga emocional. «Mi madre, que conducía muy bien, me llevaba al colegio de pequeño en un coche igual. Recuerdo las curvas, la aceleración…»

Participar en este rallye será para los dos una verdadera aventura por las circunstancias y lugares por los que pasen, aunque para Alfonso tendrá un añadido más. Si abre los ojos, verá cosas increíbles, pero si los cierra, viajará en el tiempo a aquella época en la que la velocidad se le metió dentro y para siempre.

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