THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

¿Se está derritiendo el negocio de los deportes de invierno?

«Las estaciones de esquí ven reducidas sus días de nieve y el COI se las ve y se las desea para encontrar candidaturas viables para los Juegos Olímpicos»

¿Se está derritiendo el negocio de los deportes de invierno?

Montaña nevada. | Wikimedia Commons

Hace frío estos días. No se queje. Estamos en febrero, ¿qué quería? De hecho, para algunos no hace el frío suficiente. Un amigo profesor de instituto, por ejemplo, quería aprovechar la Semana Blanca para ir a la sierra de Madrid, pero andaba mosqueado porque, decía, no había nieve.

Mi amigo es un hombre de bien. No se refería a las sustancias de esas «fiestas blancas» que, según Lucía Etxebarría, se celebran en garitos como el que custodiaba el famoso Koldo y frecuentan sus variados conocidos. Mi amigo quería esquiar. Y el calentamiento global le estaba fastidiando el plan. 

Un informe basado en datos del programa Copernicus, y que incluye a Navacerrada, advierte de que algunas estaciones de esquí podrían ver reducidos sus días de esquí entre un 30% y un 40%. El aumento de las temperaturas es un hecho. Aquí no entraremos en sus causas ni en la mayor o menor eficiencia de las medidas implantadas para combatirlo. Nos centraremos en una consecuencia muy concreta. 

Rachel Axon acaba de publicar un análisis al respecto en la Sports Business Review titulado «Winter sports: The long-term impact of climate change». Comienzo con un caso práctico muy revelador: «Para postularse como sede de los Juegos de Invierno de 2034, los encargados de la candidatura de Salt Lake City tuvieron que demostrar algo más que su capacidad para albergar unos Juegos dentro de una década. También tenían que probar que en Utah haría suficiente frío».

Lo consiguieron, pero no por mucho margen. Fraser Bullock, presidente y director ejecutivo del Comité para los Juegos de Salt Lake City-Utah, aseguró que la información climática de la candidatura la mostraba como una opción viable hasta al menos 2070. A partir de ahí… Los últimos estudios del COI sobre candidaturas viables –clima factible hasta 2050 y alrededor del 80% de la infraestructura ya existente– encontraron 15, pero se espera que, para 2040, la cifra baje a 10. 

La cuestión de fondo (y fondos) tiene que ver con la amortización de la inversión. 

«’Las estaciones de montaña se están diversificando a medida que los principales senderos de EEUU y Europa se van quedando inutilizables incluso en temporada alta’»

Axon recuerda que la asociación «Project Our Winters se fundó en 2007 para llamar la atención sobre el impacto del cambio climático en las actividades al aire libre. A lo largo de los años, ha presionado a los legisladores estadounidenses para que se introduzcan cambios en las políticas que tendrían un impacto significativo en la desaceleración del calentamiento del clima. Cuenta entre sus partidarios a los esquiadores Jessie Diggins y David Wise y a los practicantes de snowboard Chloe Kim y Alex Deibold, todos medallistas olímpicos».

Todo muy medioambiental y verde. Pero también recuerda Axon que, «con más de mil millones de dólares en inversiones recientes y en curso para modernizar las sedes del legado olímpico y mejorar la infraestructura, los anteriores anfitriones de los Juegos de Invierno –Lake Placid, Nueva York, y Salt Lake City– están disfrutando de una avalancha de eventos que llegan a sus regiones». Y lo colorea con gráficos tan jugosamente concretos para los que se dedican a esto como la «tasa de ocupación de habitaciones de hotel» o la «tarifa media diaria por habitación». 

¿Hasta cuándo se podrán mantener esos números si se derrite la nieve? 

Y no solo se trata de estaciones de esquí. Un informe de Global View Research estimaba en 369.009 millones de dólares el mercado global de equipamiento para deportes de invierno en 2020, y prevé un crecimiento medio anual del 5,7% hasta 2028. Pero artículos como este del Financial Times reflejan las zozobras del sector. 

Hay mucho en juego. ¿Qué hacer? En 2020, la Otto Beisheim School of Management publicó un concienzudo análisis científico Delphi titulado «The Future of Winter Sports». Entre las conclusiones, aparte del evidente énfasis en la sostenibilidad y la implicación de las instituciones, se habla mucho de tecnología.   

Llevada al extremo, esta puede propiciar exotismos tan improbables como una candidatura árabe a los Juegos de invierno. Ya comentamos por aquí lo que los petrodólares saudíes tienen planeado. Lo que más nos interesa ahora es que no sale barato: el proyecto de estación alpina en el desierto es parte del proyecto NEOM, que costará 500.000 millones de dólares. Ya hay que vender esquíes para amortizar eso… Pero los saudíes están en otra cosa.

Para los que carecen de semejante capacidad para quemar billetes (básicamente, el resto del mundo), la cosa resulta bastante peliaguda. Steven R. Fassnacht y Sunshine [sic] Swetnam, profesores de la Colorado State University, aseguran en un artículo en The Conversation, que «hasta la producción de nieve artificial tiene límites para salvar los Juegos». 

La complicada relación de la tecnología con el Medio Ambiente crea un círculo vicioso: «Fabricar nieve y mantenerla fría requiere energía y agua, y ambas cosas se convierten en problemas en un mundo que se calienta. El agua escasea en muchas zonas. Y la energía, si implica un mayor uso de combustibles fósiles, contribuye aún más al cambio climático», dicen Fassnacht y Swetnam. 

Para ellos, la única solución pasa por una mayor implicación en la lucha contra el calentamiento global. Más ecologismo. El artículo del FT mencionado más arriba habla, además, de otras opciones más puramente empresariales: «Las estaciones de montaña se están diversificando a medida que los principales senderos de EEUU y Europa se van quedando inutilizables incluso en temporada alta».

Además, mi amigo tiene ya una edad como para ir jugándose las rodillas por esas pistas de Dios. ¿Qué tal un paseíto con luengo almuerzo y relaxing café con leche incluido?

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