Ada Colau y Samantha Hudson: el populismo de izquierda y la secta LGTBI
«Esta nueva izquierda de drogas y prostitución tiene que ver con los postulados tradicionales de la izquierda lo que Samantha Hudson con un intelectual: nada»
Inés Arrimadas o el síndrome de Casandra
En el año 2019 y tras ser increpados y abucheados por varios manifestantes en la marcha del Orgullo, la Policía tuvo que escoltar a los representantes de Ciudadanos que acudieron al desfile y sacarles de allí. Les habían lanzado hielos, latas, botellas… pero para el diario Público todo había sido un show victimista de Inés Arrimadas. Miles de cuentas en Twitter culparon a la líder de Ciudadanos de haber sido agredida, y se rieron de ella.
No recordé en aquel momento el poema del pastor luterano alemán Martin Niemöller porque poco podía imaginar yo que exactamente dos años después me iba a pasar lo mismo. Yo estuve en las primeras marchas del Orgullo en Madrid, cuando había grupos que desde la acera nos insultaban y nos llamaban maricones y bolleras. Miento, la primera marcha fue en 1968 y en aquella no estuve, pero sí asistí a las de los años noventa, cuando la gran mayoría de mis amigos no se atrevían a ir por si había cámaras.
Cuando salí del armario, o más bien me sacaron, recibí premios de todo tipo y me invitaron asociaciones de gays y lesbianas de España a dar conferencias. Y esta visibilidad me creó un cisma enorme con mi familia y sobre todo con mi madre, que dejó de hablarme durante unos dos años.
Ni en mis más delirados sueños se me hubiera ocurrido pensar que la comunidad que me costó peleas con mi madre, insultos de la crítica y problemas de todo tipo, de la noche a la mañana se iba a volver contra mí y a señalarme. El insulto con el que te señalan cuando te quieren convertir en una diana andante es ‘terf’ o ‘terfa’. En mi caso, lo escribían en el botón del telefonillo con una flecha para que se viera claramente quién era yo. El resto de la historia está contada aquí.
¿Y cuál fue la razón de este odio repentino? Pues que hace dos años se filtró desde el propio Ministerio de Igualdad, y por parte de funcionarias del Ministerio que estaban escandalizadas, el boceto de la ley trans de Irene Montero. Y algunos lo leímos. Yo lo leí. Comprobé que era un calco de la Bill c-16 canadiense, y comencé inmediatamente a dar datos. Datos, no opiniones. Datos de lo que estaba pasando en Canadá.
Esta semana ha salido a la luz esto.
La Policía canadiense busca a esta mujer desaparecida.
Amigos míos creían que era una broma, no se podían creer que esto es habitual en Canadá. Que estamos hartos de ver anuncios de la Policía en los que se anuncia la orden de busca y captura de una mujer que en realidad es un hombre. Y también en muchos estados de Estados Unidos. No se trata de un caso aislado. Pero si quieren saber más sobre el despropósito de ley trans que propone Irene Montero, les remito a este otro artículo.
Samantha Hudson y el populismo de izquierda
En esa misma fecha en 2019 fui a ver el documental Samantha Hudson, una historia de fe, sexo y electroqueer en la Cineteca de Madrid, en el marco del LesGaiaCinemad. En aquel momento fui invitada porque se me suponía una personalidad relevante. Hoy en día no solo no me invitarían nunca a un festival de temática lésbica y gay, sino que además yo correría un riesgo si fuera allí y me reconocieran.
Y esto gracias a personas como Samantha Hudson, entre otras entre otras muchas.
El documental trataba de la historia de un chico que hablaba de sí mismo en masculino, ojo, que se definía como gay, que decía: «estoy muy contento de ser un power bottom (es decir, un homosexual pasivo)». De esto hace solo tres años, pero hoy no podemos hablar de Samantha en masculino y decir que en realidad es un chico homosexual, bajo amenaza de multa.
El documental seguía contando cómo Iván se hacía famoso en Mallorca porque presentaba al colegio un trabajo, en la asignatura de audiovisual. El trabajo era un vídeo que se titulaba «Soy maricón». Y mostraba a Iván cantando una canción que decía: «Soy maricón y me encanta Jesucristo, pero eso no le importa mucho al puto obispo. Me echó de la iglesia por estar montando el pollo, yo solo le gritaba a Jesús que me lo follo…». De alguna manera el vídeo corrió por redes sociales. Desde el PP se calificó el vídeo de «homófobo» y pidió explicaciones al consejero de Educación del Gobierno balear, el socialista Martí March. También se tramitó una petición de comparecencia del Defensor del Menor de Baleares en la Comisión de Educación del Parlamento autonómico.
Obviamente yo no estoy a favor de que se multe a nadie por criticar una religión, pero lo que me parece de una aberrante hipocresía es que Samantha se pueda permitir decir barbaridades sobre la relación católica, pero a mí me amenacen con sanciones si digo que Samantha Hudson no es una persona no binaria. Porque, por más Samantha Hudson sea, en su imaginación y en el contexto de su secta posmoderna, una trans no binaria, para mí y para la gran mayoría de las personas, es un hombre gay.
Ojito, que si la ley de Montero se aprueba lo que acabo de escribir me puede suponer un multazo. Pero si Samantha Hudson canta en sus conciertos: «No sabía yo que el sexo anal fuera un pecado, seguro que la Virgen ya lo había practicado», no le va a pasar nada. Vergüenza ajena, señores. Doble rasero hipócrita y sectario.
¿Reírse de la religión católica? Gratis. ¿Decir la verdad? 2.000 euros. La hipocresía no tiene precio. Para todo lo demás, Mastercard.
Seguimos con el documental: tanto ruido mediático obviamente convertía al chico en alguien famosísimo. El chico se iba a mudar a Barcelona y vivía una serie de aventuras «de niñata», según su compañero de piso, y acababa cayéndose por un balcón porque iba puesto hasta las cejas.
Viendo el documental, mi cabeza retornó inmediatamente a 1983. Entonces yo tenía 16 años y me pasaba las tardes y las noches en un antro que se llamaba El Ras junto como mi amiga A. Si alguine no sabe lo que era El Ras, le bastará con escuchar la canción Satanasa de Almodóvar y Mac Namara, que decía: «Todo el día en Ras porque eres lo más». El Ras era un bar muy pequeño que parecía una especie de tubo. Allí fue donde conocimos a Fanny.
Fanny era entonces más o menos famosa, pero solo famosa entre nuestros círculos. Era precisamente la que cantaba la canción de «todo el día en Ras porque eres lo más». Fanny era un chico y nadie negó nunca que lo fuera o fuese. Pero todos le llamábamos la Fanny. Solía llevar zapatos de tacón de aguja, iba maquillado, usaba pantalones ceñidos y tops estilo Halston, y algunas veces iba con minifaldas muy cortas. Uno de sus numeritos para molestar a la gente era el de apostarse en la puerta del baño de chicas y pedirle que le prestaran el pintalabios. Ninguna lo hacía porque entonces había un miedo cerval al sida y no se tenía muy claro cómo podía contagiarse uno. Lo que sí se tenía claro es que Fanny era lo que entonces llamábamos marica (la palabra gay no se usaba nunca). Marica y drogadicta, y que nadie se atrevía a prestarle un pintalabios. De hecho, más tarde Fanny escribiría una canción que hablaba de «dos maricas muertas congeladas vivas en París que iban ultra ceñidas con minifaldas de charol». La canción era autobiográfica, como bien ha explicado Luis Miguelez, y las maricas que iban a morir congeladas vivas eran Fanny y Luis.
Fanny nunca dijo que ella era trans: era marica. Y por supuesto que en el Ras había trans, y en la plaza también había. La Toraya, la Farala, la Juani…. Pero las trans estaban operadas. Fanny no. Por eso no era trans. Era marica, y a mucha honra.
Pues bien, la única chica que le prestó el pintalabios a Fani fue mi amiga A. Mi amiga A. está descrita en la novela Beatriz y los cuerpos celestes, en la que aparece con el nombre de Mónica. Era a los dieciséis años una belleza espectacular, tenía los ojos muy verdes, los labios carnosos y el pelo negro y rizado. Pero sobre todo llevaba unos modelos magníficos que cosía ella misma, y que nada tenían que envidiarle a los de la Fanny. Fanny y ella eran como uña y carne, pero solo se veían en el Ras. De día, A. era una estudiante modelo que vestía de forma muy distinta, y que no se relacionaba a la luz del sol con sus amistades nocturnas. De hecho, no creo que ni hubiera saludado a Fanny si se la hubiera encontrado yendo por la calle con sus compañeras de instituto.
En 2019, cuando vi el documental sobre Samantha Hudson, me parecía que la música de Samantha era una copia de la de Fanny. Y no me sorprendió nada porque el sello discográfico de Samantha Hudson también era el de McNamara: Subterfuge. Aunque en 2019 Fanny ya se había cambiado el nombre a Fabio.
Cuando Fabio McNamara empezó a contar que se había convertido al catolicismo y que era franquista la gente puso el grito en el cielo. A mí no me extrañó nada puesto que en el 1983 ya hablaba de catolicismo, y era muy muy devoto. Os lo puede confirmar su compañero de correrías artísticas, Luis Miguelez. Lo del franquismo quizá me sorprendió un poquito más.
La cuestión es que a nadie se le ocurrió tomarse muy en serio a Fabio cuando dijo que era franquista.
Fabio, se llamara Fabio o Fanny, siempre ha sido un genio. Su disco Rockstation (en colaboración con Miguelez) es una auténtica joya. Eso no significa que nos tengamos que tomar en serio nada de lo que cuenta Fabio. ¿Es franquista? Muy bien. Su disco Rockstation sigue siendo una auténtica joya, y es posible que su nueva vena franquista no sea más que otra provocación, como la de pedir prestado un pintalabios en la puerta del baño.
Sin embargo, exactamente veinte años después, cuando llega una copia más o menos descarada de lo que estaba haciendo en el 82 Fanny McNamara, en lugar de relegarle a los márgenes, de convertirle en un artista de culto, y de considerar su discurso como una boutade, una boutade divertidísima, excéntrica, irónica inteligente… pero boutade, al fin y al cabo, a Samantha Hudson se le da altavoz en todos los medios. La SER, Telecinco, Televisión Española, Vogue, Elle, La Vanguardia, El Norte de Castilla, El Mundo, El País… Samantha es omnipresente. Se convierte en una especie de referente patrio y se le escucha como si fuera una intelectual. Se le conceden premios y honores, y una cobertura mediática con la que Fanny nunca pudo ni soñar.
Pero se convierte en referente patrio a alguien que maneja un discurso muy peligroso. Por ejemplo, recuerdo a Samantha Hudson contando (no recuerdo si en el documental o en uno de sus vídeos de Instagram) que un día iba borrachísimo por la calle y vestido con tacones y minifalda cuando un señor le empezó a seguir. Samantha se da la vuelta y le pregunta: «¿Qué quieres, chuparme la polla?». El señor le responde que sí, que eso es exactamente lo que quiere. Así que Samantha y el señor acaban liados.
Samantha mide un metro noventa y está muy fibrado y por mucho minifalda y tacón que se ponga tiene un cuerpo masculino y potente. Puede enfrentarse directamente con el tipo porque sabe que, en una lucha uno contra uno, no va a salir perdiendo. Pero mi hija de 18 años no puede volver sola por mi barrio en tacones y minifalda porque en Madrid las agresiones sexuales callejeras están a la orden del día. Y todos sabemos que el blanco de esas agresiones nunca va a ser un hombretón de un metro noventa sino una chica de metro sesenta. Incluso a los cincuenta y seis años yo tampoco me atrevería a volver a casa sola de noche. Mi hija y yo sabemos que cualquier mujer sola de noche por la calle es un blanco andante. Por eso Samantha no puede entender que existen experiencias exclusivamente femeninas, porque él no las ha vivido. Por eso, puede tomárselas en broma. Por eso nos desprecia a las feministas y nos llama terfas.
Sí, Samantha maneja un discurso peligrosísimo contra las ‘terfas’.
Terfas es el nombre despectivo que se nos coloca a las personas que somos críticas con la ley trans de Irene Montero (y perdonen si especifico, pero es que ley trans ya teníamos una, la del 2008). Terfa es un insulto que suele ir acompañado de amenazas y cada vez que lo escucho tengo miedo. ‘Terfa’ escribían en mi portal, ‘terfa’ me llaman en redes, ‘terfa’ no es solo un insulto, es un discurso de odio.
El término ‘terf’ o ‘terfa’ es en sí mismo una manipulación intencional, que falsamente plantea las ideas y el activismo feministas como «excluyentes», en lugar de ser fundamentales para el movimiento de liberación de las mujeres. En otras palabras, es un ataque contra la organización política centrada en las mujeres y la teoría básica que sostiene el análisis feminista clásico.
Hay quien dice que Samantha es muy culta. Pero no lo es. Samantha no tiene carrera universitaria, y afirma orgulloso que no le gusta leer. No es una persona culta en absoluto. Eso no le impediría, por supuesto, ser un estupendo artista y un gran performer, pero no lo podemos plantear como referencia intelectual.
En varias ocasiones Samantha ha hablado de marxismo queer. Creo que con eso se desmonta toda posible idea de que Samantha Hudson pueda ser una persona culta porque está claro que no tiene ni idea de marxismo. Una de las ideas centrales del marxismo es oponer el materialismo frente al idealismo del siglo XIX. Este axioma de materialismo frente a idealismo viene a ser poco menos que la piedra fundacional del marxismo como teoría filosófica (no estoy hablando del marxismo como teoría económica), de forma que hablar de marxismo queer sería algo así como hablar de marxismo cristiano. Por mucho que los cristianos de base intentaron hacer una especie de experimento mezclando cristianismo y marxismo, la cuestión es que Marx se opone a todo tipo de idealismo. El idealismo se caracteriza por dar primacía al espíritu sobre la materia, a la conciencia sobre lo real. El materialismo, por el contrario, da primacía a la materia sobre la conciencia. De forma que es imposible plantearse un marxismo queer. Porque la teoría queer se basa en el sentimiento individual (yo soy lo que creo que soy) y por lo tanto es idealista.
Y hago constar que creo que Samantha como performer puede ser muy interesante, y que tiene tanto valor como pudiera tenerlo Fabio en su día. Pero que de la misma forma que nadie le hacemos ni puñetero caso a Fabio cuando nos intenta convencer de las bondades del franquismo, no podemos convertir a un niño de 22 años con escasa formación que ni ha estudiado más allá del instituto ni tiene la menor intención de hacerlo y que va haciendo apología de las drogas en un referente intelectual. Porque sencillamente no puede serlo.
Pero el hecho de que convirtamos a Samantha en un referente nos debería hacer reflexionar qué tipo de populismo se está moviendo desde la izquierda. De hecho, creo que Samantha es uno de los más claros exponentes de lo que es el populismo de izquierda.
El ‘populismo de izquierda’ es una conjunción que viene usando la izquierda para expandir su base social y electoral. Ese populismo asimila formas discursivas y organizativas similares a los populismos más exitosos. El populismo de izquierda es una de las grandes bazas de la izquierda traidora. Mal llamada izquierda, porque esta nueva izquierda de drogas, prostitución, purpurina y ‘brillibrilli’ tiene que ver con los postulados tradicionales de la izquierda lo que Samantha Hudson con un intelectual de prestigio: absolutamente nada.
Y de hecho su discurso hueco y vacío es tremendamente peligroso porque impide el debate real sobre una ley y sobre las nefastas consecuencias de esa ley, o sobre otras leyes.
Ada Colau y la debacle de la mala gestión
Es fácil pasar de Samantha Hudson a Ada Colau puesto que se han hecho virales las imágenes de la alcaldesa y el performer bailando juntos. Y se ha hecho aún más famoso el hecho de que al acabar un concierto por el orgullo, patrocinado y subvencionado precisamente por la alcaldesa, Samantha pidiera el voto para la alcaldesa que pagó el evento. Un acto de propaganda institucional disfrazado de concierto activista.
«Ada Colau representa a esa nueva izquierda que no tiene formación ni experiencia para gestionar y que aun así se atreve a gestionar»
La alcaldesa representa precisamente a esa nueva izquierda que ha abandonado los postulados clásicos de la izquierda y que tiene de izquierda lo mismo que yo de Miss Venezuela.
Ada Colau se hizo famosa en el 2013 cuando un vídeo suyo se viralizó. El vídeo presentaba a Ada Colau, de la plataforma antidesahucios, hablando en el Congreso. Yo no sabía entonces que Ada Colau había sido actriz, que simplemente representaba un papel, y el vídeo me convenció, de la misma manera que convenció a la gran mayoría de mis amigos residentes en Barcelona. Porque yo entonces residía en Barcelona. Cuando Ada Colau se presentó a la alcaldía de Barcelona mis amigos le votaron. No sabían entonces que estaban votando a la izquierda del populismo y la traición, pero es que tampoco sabían mucho de Ada.
Ada Colau representa a esa nueva izquierda que no tiene formación ni experiencia para gestionar y que aun así se atreve a gestionar.
Ada Colau estudió filosofía pero no acabó la carrera. Según ella, porque no tenía dinero para acabarla. Esto extraña porque el padre de Ada era un creativo publicitario bien conocido en Barcelona que no era precisamente pobre y su madre era asesora inmobiliaria, tampoco precisamente en riesgo de exclusión social. Pero llama más la atención porque Colau podía haber acabado la carrera si hubiera querido, dado que en aquel momento había becas. Además, Ada había sobrevivido un año en Milán, una de las ciudades más caras de Europa, con una beca Erasmus y todos sabemos que las becas Erasmus son más bien exiguas así que entendemos que algún dinero extra le debía de llegar. De hecho, un artículo de Carles Enric López (@carlesenric) desmonta todo el drama victimista de Ada según el cual no había acabado la carrera porque no tenía dinero para hacerlo. Ada no había acabado la carrera porque no quiso. Y punto.
La experiencia de Ada Colau antes de llegar a la alcaldía se limitaba a haber sido actriz, animadora infantil, encuestadora e incluso azafata en el museo de cera. Y a haber sido activista de la plataforma antidesahucios. Donde se dedicaba a parar desahucios y algunas veces… a ocupar pisos. De hecho, existen al menos dos vídeos en los que se ve a Ada Colau ocupando un piso. En uno aparece Ada intentando tranquilizar a la vecina para que no llame a la policía mientras dos compañeros se descuelgan por una cuerda para entrar ilegalmente en el piso por la ventana. Sí, una ocupación que ustedes pueden considerar como más o menos justificada, puesto que los pisos que esta gente iba a ocupar no iban a ser alquilados por nadie más (se dice que los pisos que ocupaban pertenecían a bancos), pero la ocupación no deja de ser un delito. Y desde luego el hecho de haber participado activamente en ocupaciones sitúa a la señora Colau en un espectro ideológico muy determinado.
Ahora veamos cuáles son los problemas que han surgido en Barcelona los siete años de mandato de Ada Colau.
Las drogas
Barcelona es la primera consumidora de Europa de cannabis por encima de Ámsterdam. En Barcelona se detectan de media cada día 450 miligramos de cannabis por cada 1.000 habitantes. Barcelona es la ciudad europea que registró el mayor consumo de cannabis en 2021. Así lo acreditan sus aguas residuales, según el estudio de la Agencia Antidroga de la UE.
Barcelona tiene una legislación muy particular. Cualquier ciudadano puede tener plantas de cannabis en casa. Sólo dos. Pero basta utilizar semillas transgénicas de las que venden por Internet y un kit de crecimiento acelerado con un buen sustrato y un buen fertilizante para que esas plantas puedan llegan a medir dos metros cada una. Y por la calle puede llevar uno en el bolsillo hasta doscientos gramos sin que se considere delito. Se puede consumir, pero solo en su casa o en establecimientos destinados para ello. Esos establecimientos exigen que seas socio.
Yo les invito a ustedes a teclear en Internet how to buy weed in Barcelona o acheter cannabis à Barcelone para que comprueben que existe todo un turismo low cost que acude a Barcelona exclusivamente para drogarse cerca de la playa.
Por otra parte, por mucho que desde la nueva izquierda se presente el consumo de marihuana como algo inocuo, lo cierto es que la marihuana es una droga con consecuencias serias. El consumo de marihuana puede llevar al consumo problemático -conocido como trastorno por consumo de marihuana-, y por supuesto pueden degenerar en adicción. Datos recientes sugieren que una de cada tres personas que consumen marihuana puede sufrir del trastorno por su consumo en alguna medida (1). Las ratas expuestas al THC antes de nacer, al poco tiempo de nacidas o durante la adolescencia, tuvieron problemas notables con tareas específicas de aprendizaje y memoria puesto que el THC provoca el deterioro funcional del hipocampo (2, 3 y 4).
De nuevo aquí en la izquierda ‘brilli brilli’ se opone a los postulados clásicos. Ya Marx en El capital explicaba que el consumo de opio entre la clase obrera es una trampa burguesa para adormecer a los trabajadores y evitar una revolución (5). Tanto Marx como Engels consideraban que el opio era el analgésico y el sedante para que el proletario pudiera continuar viviendo un mundo humillante y explotador (6). El PSOE español, por su parte, abandera la lucha antialcohólica a principios del siglo XX. El PSOE consideraba el alcohol como un arma del capitalismo y enemigo del proletariado, y desarrolló un discurso antialcohólico con un potente contenido moral y político, que exhortaba al refuerzo de la organización y la solidaridad obrera y a la educación de los trabajadores para poder así apartarlos de la taberna.
El problema de la marihuana en Barcelona se traduce en un problema de salud pública, tanto por el hecho de que atrae a un turismo low cost sucio como por el de que atrae a las mafias. Sin ir más lejos, hace apenas dos meses la operación Palika se ha saldado con la detención de nueve personas, la punta del iceberg de una mafia de tráfico de marihuana que opera entre Marruecos Cádiz y Barcelona.
Pero no es marihuana todo lo que reluce: Barcelona es la ciudad europea donde se consume más cocaína, según un macro estudio hecho en 120 ciudades de 37 países que ha conseguido medir el consumo de drogas analizando las aguas residuales de esas urbes y en el que han intervenido numerosos investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) (8). De nuevo el consumo de cocaína supone agresiones, supone problemas y supone un imán para las mafias que se mueven en la ciudad.
Prostitución
Barcelona ostenta también el título oficioso de capital mundial del comercio sexual de mujeres. Ya hace diez años Xavier Trías decía: «No queremos ser la capital de la prostitución, las mafias, las drogas y el botellón». Hoy Barcelona es la capital europea con más consumo de prostitución. Unas 30.000 mujeres ejercen la prostitución en Cataluña y gran parte de esta oferta se concentra en Barcelona, donde operan hay entre quince y veinte mil prostitutas. Unas quinientas de ellas trabajan en la calle.
Los vecinos del corazón de Ciutat Vella situada entre Las Ramblas y la Rambla del Raval conviven en su calle con una treintena de prostitutas que ejerce a todas horas del día, y que se venden por apenas cincuenta euros. Sus clientes suelen ser agresivos y las reyertas están a la orden del día.
Pero el problema gordo está en las mafias de proxenetismo. En 2017 un informe del Ayuntamiento de Barcelona aseguraba que la mitad de las prostitutas de Barcelona son víctimas de trata y el 90% de ellas migrantes.
Si tienen estómago les animo a ustedes a echar un vistazo en los foros de puteros estilo forocoches, donde se presenta a Barcelona como la meca del putero. Con todo tipo de ofertas tanto de razas como de prácticas.
Ada Colau aparece en numerosas ocasiones en público, en actos oficiales, junto a Sabrina Sánchez, representante del sindicato Otras. Sindicato de prostitutas, se supone.
Pero volvamos a nuestro amigo Marx, que nos recuerda que no puede existir un sindicato de prostitutas. Según la teoría económica marxista, que sigue vigente a día de hoy, el trabajo asalariado del obrero se sostiene porque existe un capitalista que es el que posee el medio de producción (la fábrica, por ejemplo) y que paga a un obrero para contratarle su fuerza de trabajo, y así poder fabricar un bien (el coche por ejemplo). Los obreros se sindican para poder negociar frente al patrono capitalista (7).
Pero una prostituta es en sí misma medio de producción, fuerza de trabajo y bien. Y por lo tanto nadie puede erigirse en su patrón dado que eso sería tanto un robo como una alienación. En realidad, el ‘sindicato de prostitutas’ representa al sindicato de proxenetas y el proxenetismo está prohibido en España.
De nuevo la falsa izquierda traicionando los postulados tradicionales de la izquierda.
El Gobierno de Ada Colau siempre se ha mostrado favorable a regularizar la prostitución. Con este posicionamiento, estaba cantado que los comunes no apoyarían la propuesta de poner en marcha una Ordenanza contra la prostitución en Barcelona y la explotación sexual en Barcelona, y así fue. No solo eso, desde el consistorio también subvencionan a asociaciones de proxenetas como Aprosex y Otras.
Y de aquellos barros, estos lodos. Hoy los Moscos alertan de que actualmente operan en Barcelona varias mafias dedicadas al tráfico de personas extremadamente peligrosas. Entre ellas, las mafias asiáticas y la archiconocida por peligrosa mafia nigeriana Supreme Eiye. Pero también operan mafias rusas, rumanas, senegalesas, latinas mafias de georgianos, serbios y albanokosovares.
Recapitulemos:
Tenemos a una capital que atrae a un turismo low cost que va a la ciudad para drogarse y pillar mujeres. Tenemos a varias mafias operando en el terreno.
¿Qué más puede pasar?
Suciedad
La suciedad que se extiende por todos los rincones de la ciudad. Contenedores rebosantes de basura, bolsas de basura abandonadas en esquinas. Montañas de hojas sin recoger, jeringuillas y preservativos tirados en la acera, estragos del turismo de borrachera.
El mal olor en algunos puntos es insufrible. Pero lo peor son las cucarachas y las ratas. Más allá de las ratas y los mosquitos, la Adepap (Asociación Catalana de Empresas de Salud Ambiental de Cataluña) ha asegurado que la alerta se extiende a otras espacies chinches, avispas, pulgas…
Inseguridad
Barcelona es la ciudad más insegura de España. Un delito cada dos minutos y medio.
Barcelona registró un total de 55.681 delitos en 2021, uno por cada 29,8 barceloneses. Hurtos, robos con fuerza y con violencia, agresiones, robos en domicilios…
Y por mucho que Ada Colau y Samantha Hudson nos quieran vender lo contrario, Barcelona no es precisamente una ciudad gay friendly. Comparen: 189 agresiones homófobas en Barcelona en 2021 con una población de 1,6 millones de habitantes. 104 agresiones homófobas en Madrid en 2021 con una población de 3,2 millones de habitantes. El doble de agresiones en Barcelona.
Tampoco es una ciudad segura para las mujeres: En 2021, Las violaciones se dispararon un 60% en Barcelona. Las policías recibieron 129 denuncias por agresiones sexuales con penetración entre enero y septiembre de 2021.
La vivienda
No creo que le descubra a nadie lo difícil que es encontrar vivienda en Barcelona. Ocupar, sin embargo, es muy fácil. La propia Colau reconocía orgullosamente haber frenado seis mil desahucios en Barcelona.
Es en Cataluña donde se registra el 50% de las ocupaciones de toda España, el 75% de estas en Barcelona. No solo la situación se hace insostenible, sino que además se promueve la creación de organizaciones criminales y mafias que se aprovechan de las personas y familias gracias a la laxitud y lentitud de las reacciones policiales y judiciales. ¿Cómo va a actuar la policía si la propia alcaldesa ha sido okupa?
Para colmo hay una ley que limita el precio de los alquileres (aunque el Constitucional anuló parte de esa ley). De forma que el particular que quiera alquilar un inmueble se encuentra con que el precio que le van a pagar no es muy alto y además no tiene ninguna garantía en caso de ocupación.
Déjenme contarles dos casos que viví de primera mano. En uno se trataba de un amigo mío que vino a vivir a Madrid porque le habían ofrecido un trabajo. Para pagar su piso de Madrid alquiló el de Barcelona. Al cabo de unos meses sus inquilinos dejaron de pagar y él se encontró en la difícil situación de que no solo no podía pagar su alquiler en Madrid, sino que además tenía que pagar el agua y la luz de sus inquilinos. Así estuvo tres años, viviendo de prestado en casas de amigos. Otro amigo heredó una casa de su abuela. Se encontró con una situación similar, pero con un final más triste, porque, cuando por fin recuperó la casa, todos los muebles de la abuela habían desaparecido y la casa estaba prácticamente destrozada. En esta situación, pocos particulares se atreven a alquilar, de forma que normalmente venden el piso a grandes grupos de inversión que cuentan con abogados trabajando en exclusiva para ellos. La ciudad acaba en manos de grandes grupos inversores, no de ciudadanos.
El portal Idealista avisa de que la oferta de pisos de alquiler en Barcelona ha disminuido casi un 60%. Hoy, la vivienda en alquiler en Barcelona es más cara que Madrid y sólo está por debajo de Mallorca, Ibiza o San Sebastián. Pero ya no es que el alquiler en Barcelona sea carísimo, es que es prácticamente imposible encontrar un piso para vivir. De forma que mis amigos viven ahora en Vilassar, o en el Besós, o en Badalona, y se encuentran con problemas que antes eran privativos de Madrid, como el hecho de tener que emplear más de hora y media diaria en ir y venir del trabajo en una ciudad que antes era particularmente vivible. ¿Cómo puede suceder eso si apenas tardas media hora en recorrer Barcelona de punta a punta en transporte público? Pues porque ya casi nadie se puede permitir vivir en Barcelona.
Colau y Samantha: una alianza interesada
Vistas todas estas circunstancias no sorprende que Ada Colau a la hora de querer promocionarse intente captar a gente muy joven, que aún vive con sus padres, e intente captar al votante desde la cuestión emocional, porque está claro que desde la racional ya no puede. Es ahí donde entra el discurso sectario LGTBI del que ya hablé en otro artículo.
El hecho de capitalizar unos sentimientos implica asumir que si uno es gay, lesbiana, bisexual o transexual inmediatamente se va a adherir a la nueva izquierda ‘brilli brilli’ y autosentidas (que, repito, se aleja de los postulados de la izquierda tradicional como el gato del agua). Es ahí donde entra en escena Samantha Hudson. Samantha es el cebo para atraer a un votante muy joven, no muy leído, que vota desde la emoción y no desde la razón, al que la inseguridad, la suciedad no le preocupan, porque no ha conocido otra Barcelona más limpia o más segura, y al que el precio del alquiler no le concierne, porque vive con sus padres, y con ellos va a seguir viviendo durante muchos años: el 80% de los catalanes entre 26 y 30 años vive con sus padres.
Almeida y el Madrid gay friendly
«El armario más grande que hay en España es aquel en el que nos quieren ustedes meter a todos aquellos que no somos como ustedes. Porque ha estado dos minutos y diez segundos hasta que me ha llamado homófobo. Dos minutos y diez segundos ha tardado en llamarme homófobo. Pensaba ‘cuidado, que a lo mejor no lo hace’. Pero es imposible que no lo haga».
Son palabras del alcalde de Madrid. Y yo me pregunto: ¿cómo ha podido ser que una persona como yo, que casi llevaba en el ADN la distancia respecto a -por no decir la oposición a- el PP, haya acabado identificándose punto por punto por unas palabras de un alcalde del PP?
Madrid es la segunda ciudad más gay friendly de Europa. Y si lo quiere usted chequear le basta con buscar en guías de turismo gay. La primera siempre es Berlín, la segunda Madrid. Como hemos podido comprobar está muy por debajo de Barcelona en agresiones homófobas.
Tiene un barrio entero destinado a población LGTB, Chueca, en el que viven unas ciento cincuenta mil personas. Pero además Malasaña y Lavapiés también son barrios gays, en los que las banderas gay y trans ondean en balcones, librerías y comercios. Con una gran oferta de tiendas y de bares destinados específicamente a público gay. Hasta 2019, estos barrios eran mi territorio natural. De hecho, he vivido en los tres barrios. Eran barrios en los que me sentía segura. Y sin embargo ahora ni me atrevería a ir al orgullo ni me atrevería a ir a un festival gay ni me muevo con tranquilidad en ciertos bares.
La profesora lesbiana Kathleen Stock escribió hace poco un artículo en el que contaba que sus amigas lesbianas no se atrevían ya a acudir a bares que tuvieran la bandera gay. Pocos días después de leer ese artículo salía con dos amigas por el barrio. Mis dos amigas son golden stars. Quizá usted no conozca ese término. Se refiere a la lesbiana que nunca ha tenido relación con un hombre. Pero desde la narrativa oficial del LGTBI de Colau es un término que ya no podemos usar porque se supone que es transfóbico. Porque se dice desde Stonewall (la organización de derechos LGBT más grande de Europa) que las mujeres que se sienten solo atraídas por personas de su mismo sexo son transfóbicas y racistas sexuales.
Recuerdo que pasábamos al lado de un bar que exhibía una enorme bandera gay en la puerta. Mis dos amigas quisieron ir a otro, porque no les gustan los bares con banderas gays. De hecho, en mi barrio había varios bares de lesbianas. La ochenta, La Marimala, o La Berenjena sin más lejos. Ahora ya no son bares de chicas. Están llenos de chicos. O de personas como Samantha Hudson. Pero la idea de ir a un bar como podía ser en su día el Medea, un bar de mujeres para mujeres, se la puede usted quitando de la cabeza. De hecho, la discoteca Medea cerró.
Almeida representa, quizá quien sabe, un poco de cabeza sensata para evitar que Madrid se convierta en otra Barcelona: un lugar donde el Orgullo es peligroso, y donde en cada manifestación feminista se presenta una turba intentado agredir a las mujeres.
La izquierda que se comió a la izquierda
La izquierda tradicional apoyaba la emancipación de sectores oprimidos, apoyaba el materialismo frente al idealismo, no creía en ninguna religión, se oponía al islam teocrático y fundamentalista, consideraba la prostitución una lacra social y una explotación de la mujer, sabía que el alcoholismo y las drogas solo acababan con la clase obrera.
La izquierda ‘brilli brilli’ que representan Colau y Samantha Hudson es reaccionaria, dogmática e identitaria.
Reaccionaria porque cuando Fabio McNamara se ponía tacones y minifalda no creía ser una mujer o una no binaria, sino que simplemente cuestionaba el orden establecido y reivindicaba que un hombre podía ponerse encima lo que le diera la gana. Es reaccionario pensar que los tacones y las faldas son femeninos. Pero, sobre todo, es de inculto. Porque los tacones solo han sido femeninos desde el siglo XIX y hasta entonces eran masculinos. Y las faldas siguen siendo masculinas en gran parte del mundo, aparte de que en los ochenta y en los noventa nos hemos cansado de ver a hombres con faldas y vestidos. Miguel Bosé, Ozzy Osborne, Kurt Cobain, Los Locomía, Fanny MCnamara, boy George, Sylvester… ¿Cómo hemos podido olvidar de un plumazo que todo el pop y el occidental se basaba en un cuestionamiento del género? ¿Desde cuándo dejas de ser un hombre por ponerte unos tacones o maquillarte o ponerte faldas?
No sólo es evidente que el individualismo, el egocentrismo y la amoralidad rampantes campan por sus fueros en todos los segmentos de nuestra sociedad neoliberal, global y capitalista tardía. Lo que es aterrador es que hoy sea imposible trazar nítidamente las fronteras entre ideologías cuando la izquierda ‘brilli brilli’ es la primera defensora del individualismo feroz, de las drogas, de la prostitución o del fundamentalismo islámico.
La pérdida de valores es una responsabilidad compartida prácticamente desde el triunfo del desarrollismo, y las mismas ideas las encontramos entre los partidarios de la derecha liberal y entre la izquierda ‘brilli brilli’: tanto Colau como Girauta son firmes defensores de la regulación del proxenetismo, por ejemplo.
Ada Colau, Samantha Hudson y sus adláteres se proclaman muy progresistas, pero igual te defienden todo el paquete neoliberal de los vientres de alquiler o la prostitución como trabajo. No son izquierda. Esta izquierda posmoderna que les habla desde los casoplones y cuchipandas de finde con las amigas en Falcon, desde Instagram, desde Tik Tok, y desde las universidades, pero que jamás ha puesto un pie en la cola del paro o en Usera, ha prostituido de tal manera la palabra ‘izquierda’ que ha quedado inservible y vacía de contenido.
Vaciar los postulados de izquierda para sustituirlos por frases cortas y eslóganes de campaña, y sustituir discurso ideológico por estribillos de tonadillas electropop es una traición. Pero sobre todo es un peligro.
Porque en medio de este batiburrillo nos quedamos sin ciudades vivibles, sin espacios seguros para las mujeres, sin pisos de alquiler y sin memoria.
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- Campolongo P, Trezza V, Cassano T, et al. Perinatal exposure to delta-9-tetrahydrocannabinol causes enduring cognitive deficits associated with alteration of cortical gene expression and neurotransmission in rats. Addict Biol. 2007;12(3-4):485-495. doi:10.1111/j.1369-1600.2007.00074.x
- Antonelli T, Tomasini MC, Tattoli M, et al. Prenatal exposure to the CB1 receptor agonist WIN 55,212-2 causes learning disruption associated with impaired cortical NMDA receptor function and emotional reactivity changes in rat offspring. Cereb Cortex N Y N 1991. 2005;15(12):2013-2020. doi:10.1093/cercor/bhi076
- Verrico CD, Gu H, Peterson ML, Sampson AR, Lewis DA. Repeated Δ9-tetrahydrocannabinol exposure in adolescent monkeys: persistent effects selective for spatial working memory. Am J Psychiatry. 2014;171(4):416-425. doi:10.1176/appi.ajp.2013.13030335
- Karl Marx, El Capital, FCE. México. 1976. Pág. 31
- 6. Friedrich ENGELS, La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), Buenos. Aires, Editorial Futuro, 1965, pp. 46-4
- El Capital, libro 1, capitulo 5