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Opinión

Carta abierta a Carla Antonelli

«La gente empieza a entender que la ‘ley trans’ no tiene nada que ver con los transexuales y sí con una ley mordaza y el establecimiento de una red clientelar»

Carla Antonelli. | Ricardo Rubio (Europa Press)

La primera vez que te vi -y tú probablemente no lo recuerdas- fue en el Festival de Cine Gay y Lésbico de Madrid, en 1995, que creo que se celebraba en el desaparecido cine Bogart. En aquella época, quien iba allí se la jugaba. Se la jugaba a que se enteraran sus padres o a tener problemas en el trabajo. Y desde luego no apareció ningún actor de cine ni de televisión medianamente conocido. Ningún actor o actriz se hubiese jugado el trabajo asumiendo que le colgaran el sambenito de ser homosexual. Me pareciste una mujer muy guapa, y hago constar que yo no tenía ningún problema en llamarte mujer. Nos presentaron, no te parecí lo suficientemente importante porque aún no era famosa. Después nos hemos ido encontrando en multitud de circunstancias sociales. En general te portabas siempre bien conmigo y eras amable, pero ya alguien me advirtió desde tu partido: «Ten cuidado, que a esta persona solo le interesa una cosa: su culo». Pensé que era envidia, porque también hablaban muy mal de mí, y no le di más importancia. Qué equivocada estaba.

Cuando se rumoreó que pretendíais sacar adelante una ley basada en la autodeterminación de sexo registral no di crédito. Me leí el borrador de ley y aluciné. Recuerdo que una amiga común, Maite, te preguntó cómo podía ser que, por ejemplo, para determinar que mi hija es hipoacúsica (prácticamente sorda, para entendernos, algo que se aprecia a primera vista puesto que lleva implante coclear) se requirieran años de evaluaciones y un rosario burocrático para determinar su incapacidad, pero vosotros propusierais que un hombre no tuviera que acreditar su situación de transexualidad para cambiar de sexo en el registro, y  cómo podía ser que esa ley garantizara un logopeda gratuito y pagado por la Seguridad Social para una «persona trans» (no un transexual, que eso es una cosa muy diferente) cuando ni a mi hija, ni a muchos otros niños sordos o hipoacúsicos, la Seguridad Social les paga un logopeda. La respuesta que me transmitió Maite me sonó a la que diría una persona con rasgos psicopáticos: «Pues que los niños sordos se busquen sus castañas y no se metan en nuestros asuntos».

Pero aún me esperaba lo peor. Lo que de verdad nunca me vi venir era ese vídeo en el que aparecías aplaudiendo muerta de risa al lado de la ministra de Igualdad mientras incitaban a tirarme un ladrillo, entre gritos de «terfa,» «tránsfoba» y «plagiadora» por haberme limitado a publicar en mis redes noticias canadienses sobre violadores en cárceles femeninas  y testimonios de detransicionadoras. Por haberme atrevido a publicar datos contrastados, datos que tres años después todo el mundo, menos tú, reconoce que eran reales, datos que ahora avalan el Colegio Oficial de Médicos de Madrid o la Asociación Española de Psiquiatría.

Todo esto sucedía en un acto del COGAM, entidad que viene a recibir alrededor de medio millón de euros en subvenciones cada año. Resulta que ese acto en el que se me acosaba lo había pagado yo con mis propios impuestos, o al menos había pagado una parte. A ti se te llenaba la boca exigiendo respeto, cuando tú nunca me lo diste a mí. No digo ya respeto, sino el más mínimo de sentido común, ética o compasión. Desde luego, ni rastro de solidaridad femenina.

Después vino lo de bloquear a medio Twitter sin avisar. Una mañana, cientos, quizás varios miles de militantes femeninas socialistas, se despertaron descubriendo que, no se sabe mediante qué herramienta tecnológica, les habías bloqueado. Luego vino lo de llamarnos a las feministas críticas con el género «chupacabras sedientas de sangre» y «gólems pútridos». Y más tarde vino lo de insultar a los padres de la Asociación Amanda, que intentaban que sus hijas no se sometieran a un tratamiento experimental e irreversible siendo menores de edad y lo de decir que había que avisar a trabajadores sociales para que les retiraran a esos padres la custodia de sus hijos.

Lógicamente apareció en redes una petición para que te expulsaran del PSOE. Por insultar a militantes y por perseguir a padres y madres, pero por supuesto aquella petición fue minoritaria, y nadie se enteró fuera del ámbito del partido, porque tú nunca has sido muy conocida a nivel nacional. De lo que sí se enteraron en el partido -pero no quisieron hacerlo público- fue de que varios miles de militantes de base de Madrid se habían dado de baja. Y que en su mayoría eran mujeres.

Carla Antonelli, exdiputada del PSOE, se da de baja del partido por los retrasos en la ‘ley trans’Carla Antonelli, exdiputada del PSOE, se da de baja del partido por los retrasos en la ‘ley trans’

Después llegó el Congreso de Valencia, en octubre de 2021. Fue durante el transcurso de la Comisión 2 del 40 Congreso, una comisión en las que iban a tratarse las enmiendas feministas a la ley trans. Enmiendas que habían sido elaboradas por una diversa y nutrida representación de delegadas feministas que habían trabajado arduamente en su redacción y aprobación. Las feministas se encontraron con lo nunca visto: se les denegaba el derecho a votar las enmiendas relativas al bloque del cambio de sexo registral. Con dos cojones, nunca mejor dicho. Varias delegadas pidieron la palabra para pedir que se leyera el texto final. Y, por supuesto, para exigir que se votara. Pero desde la mesa de la Comisión ni siquiera se aceptó la posibilidad, ¡la posibilidad! de votación.

Censura pura y dura

El 21 de agosto, al menos medio centenar de mujeres militantes o simpatizantes del partido presentaban un escrito de tres folios ante la Comisión Federal del PSOE. Un documento en el que reclamaban el cese inmediato del secretario LGTBI del PSOE, Víctor Gutiérrez, miembro, no lo olvidemos, de la Ejecutiva Federal, recordando que el señor Gutiérrez «ha hecho gala de una ostentosa misoginia inaceptable en las filas de un partido que ha hecho bandera de la igualdad efectiva entre mujeres y varones». Hablaban de su misoginia, de las mofas que hacía a costa de Carmen Calvo, del hecho de que en su comisión LGTBI no se incluyera a lesbianas, de que Víctor consideraba la prostitución un trabajo sexual o de que hablaba de que había «varones que tenían relaciones con hombres» para no utilizar la palabra «homosexual». Y no sé si se decía claramente en el texto, pero mucha gente se preguntaba cómo había conseguido tanto poder un tránsfuga que venía de Ciudadanos, cuya única carrera era la de haber sido waterpolista profesional… ¿Cómo había ascendido tan rápido a la Ejecutiva Federal?

Después llegó el famoso informe anónimo (anónimo es un decir), dirigido a la Comisión de Ética  y Garantías del partido. Informe en el que se reclamaban «castigos» para las feministas del PSOE críticas con la futura ley trans. Un documento de 19 páginas que exigía la apertura de expediente y la imposición de sanciones a una veintena de militantes con nombre y apellido acusadas de «infringir gravemente y de forma reiterada» los estatutos internos. A esa veintena de mujeres se les atribuía un «hostigamiento constante» hacia ti y hacia otras personas del partido. Un acoso que «pone en peligro la imagen del partido». Y se les achacaba el infame crimen de  haberse atrevido a discutir «una postura política acordada en el 40º Congreso sobre la que hubo consenso total». No, esa postura no había sido acordada, ni mucho menos había habido consenso total. Ya digo que no había habido votación. Que ni siquiera se permitió que se debatiera sobre la posibilidad de la votación.

El documento anónimo -anónimo es un decir- ponía en el punto de mira a la organización Feministas Socialistas y en concreto a Amelia Valcárcel, a la que consideraban su «máxima representante». Hablaban de «delirio totalitario» y de falta de respeto hacia ti. Pero, ¿cómo te atreves a reclamar respeto, tú? Tú, que has aplaudido (literalmente, con esas manitas y tus abalorios) que me insulten a gritos en un acto público subvencionado por los impuestos del contribuyente, tú que has pedido que se envíen trabajadores sociales a los padres preocupados por sus hijas para que les quiten la custodia, tú que has llamado chupacabras sedientas de sangre a las militantes… ¿Cómo te atreves a exigir respeto si no lo das?

Tú negaste la autoría del informe. Estoy absolutamente segura de que decías la verdad. En tus tuits se ve que no sabes poner puntos y comas en su sitio, que tienes serios problemas a la hora de establecer la concordancia de tiempos verbales y que te cuesta mucho escribir. Sé que tú no escribiste el informe, pero no me cabe ninguna duda de que lo impulsaste. Llegaste a declarar al diario de la competencia que «si me hubieran dado a firmar ese expediente lo habría firmado con los ojos cerrados».

El 22 y el 23 de septiembre de este año, en el  Teatro Principal de Valencia se celebró la sexta edición del Feminario de la Diputació que, bajo el título ‘Mujer, feminismo y democracia’, reunía a destacadas referentes de la perspectiva de género en un foro de debate. Filósofas, juristas, psicólogas, docentes, trabajadoras sociales, responsables de la administración pública… Amelia Valcárcel, Ángeles Álvarez y Paula Fraga entre otras. El teatro recibió una llamada exigiendo que se cancelara el feminario. La llamada procedía de un sector del partido. El tuyo. Pero el teatro, obviamente, hizo caso omiso y las jornadas finalmente se celebraron.

Después, tu amigo Víctor Gutiérrez, miembro de la Ejecutiva Federal y secretario general de Políticas LGTBI, lanzó un tuit arremetiendo contra Amelia Valcárcel y Paula Fraga, y empezó la risa. A alguien se le ocurrió chequear quién había dado like a semejante tuit desproporcionado y anti estratégico (porque dejaba en muy mal lugar a un partido en el que parecía que unos se despellejaban a otros). ¡Oh, sorpresa! Todos los likes venían de bots. Cuentas sin foto, con nombres y apellidos raros y escasos seguidores. Según parecía, esa secretaría general LGTBI del partido, que se mantiene con fondos pagados -entre otros – por mis impuestos, había comprado bots para engordar su cuenta.

Al día siguiente, ¡oh, casualidad! la cuenta de Twitter de la secretaría de políticas LGTBI del partido desapareció.

El PSOE anunció que había decidido cerrar las cuentas de Twitter de sus secretarías LGTBi e Igualdad. Desde Ferraz le quitaban hierro al tema y aseguraban que simplemente se debía a una «estrategia de comunicación digital» para «unificar el mensaje» en la principal cuenta del partido. Nadie se lo creyó.

«El bloqueo de pubertad y la hormonación cruzada a menores es el mayor escándalo médico del siglo»

Hay muchas encuestas internas que no salen a la luz porque nadie quiere que salgan. La pérdida de militantes del partido es pública y notoria, pero lo que nadie dice es que las que se van borrando son en su mayoría mujeres. Y se borran en un partido que en su día alardeaba de ser el que más militantes mujeres tenía en España. De un partido que blasoneaba de ser el más feminista de España. También hay varias encuestas en las que se pregunta a los futuros abstencionistas a qué partido votaron en las pasadas elecciones. El 75% responde que votaron al PSOE o a Podemos. Y en su gran mayoría son mujeres.

Mujeres que están hartas de purgas estalinistas, de desprecios, de insultos, de cancelaciones, de ataques de bots, de campañas de desprestigio, de actos públicos organizados para humillar a mujeres y pagados con el dinero del contribuyente. Mujeres que se presentaron en la manifestación alternativa a la oficial el ocho de marzo pasado, que casi era más numerosa, a pesar de toda su campaña institucional de muchísimos ceros de publicidad y propaganda. Mujeres que salieron a la calle reclamando políticas feministas de verdad, y no leyes trans que van contra sus derechos y contra los de los  menores, y desde luego no a favor de los derechos de las personas transexuales.

La plataforma ‘Habrá ley trans’ ha dicho que va a salir a las calles. Que lo hagan. Que se vea cuántos son. Que se vea de una puñetera vez, obvio y claro, que pese al muchísimo dinero que el Ministerio de igualdad se ha gastado en hacer publicidad y propaganda de su ley trans y en colocar a calzador a personajes trans en cada reality, cada programa, cada serie de televisión, el común de los mortales empieza a entender que la ley trans no tiene nada que ver con las personas transexuales y sí con una ley mordaza y de establecimiento de una red clientelar.

Una ley mordaza que amenaza con multas e inhabilitación a cualquiera que se atreva a decir que cree en lo que ven sus ojos y no en los delirios autosentidos de señores que se sienten mujeres, pero que no quieren hormonarse, no sea que no se les levante su «pene femenino». O a cualquiera que se niegue a que su hijo o hija menor de edad pase por un tratamiento experimental e irreversible. O a cualquiera que no quiere que entren violadores en cárceles o que no quiere que una deportista pierda su beca o su lugar en un equipo porque va a entrar un señor que se siente mujer (pero que no se hormona no sea que pierda las erecciones) a ocupar su lugar.

Y una red clientelar que impone que se den clases de presunta educación sexual o de educación en género en los colegios y a los aspirantes a oposiciones a cuerpos del Estado. Chiringuitos en los que os colocaréis tú y tus amigos cuando ya no os vote ni el tato.

Quizá lo que más ha asustado a la población es cuando por fin se ha desvelado lo que yo dije hace tres años y que me valió que tú aplaudieras mientras incitaban a tirarme un ladrillo: que el bloqueo de pubertad y la hormonación cruzada a menores es el máximo escándalo médico del siglo. Y que la historia lo verá así y os señalará con el dedo a todos aquellos que lo promovisteis.
En fin, Carla, que supongo que te fuiste porque no te concedían la importancia que tú creías que necesitabas y merecías. Y doy por hecho que ya tendrás apañado otro puestito en un sitio donde puedas vivir del erario público.

Las militantes mujeres del PSOE están encantadas con tu marcha y piensan que al enemigo que huye, puente de plata, y que tanta gloria lleves como paz dejas. Yo personalmente te agradezco que gracias a ti he entendido la frase de Diógenes: los buenos amigos nos enseñan a apreciar lo bueno y los enemigos nos enseñan el camino que nunca debemos seguir.

27 comentarios
  1. proteo

    ✅ sí.
    Lucía luce luminosa.

  2. WhiteRussian97

    Estimada Lucía, es la primera vez que comento en The Objective y la primera que me dirijo a usted. El artículo me ha parecido muy revelador y combativo, en el mejor sentido de la palabra, teniendo en cuenta el disparate que tenemos montado en este país con el asunto de la transexualidad, las identidades de género y demás monsergas (no pocas) que día sí y otro también lleva el debate público y la atención mediática a niveles de absurdo y vergüenza ajena, indignos de un país mínimamente serio.

    Comparto con usted bastantes de los puntos que desarrolla en el artículo y, ante todo, creo más que legítima la defensa que hace de su propia dignidad, integridad física y mental, después de los inaceptables ataques que ha recibido. Cosas así demuestran hasta qué punto la hipocresía más deleznable ha permeado en multitud de personas e instituciones, sean políticas, mediáticas e incluso a nivel empresarial, ámbito donde se está cayendo en unos vicios extremadamente perjudiciales, quizá viéndose obligados a remar a favor del viento.

    También creo que es muy esclarecedor, aunque personalmente no me sorprende, el repaso que hace de las miserias, chapuzas y vergüenzas de un partido político que, en democracia, ha sido sistemáticamente edulcorado durante décadas, por parte de los medios y la sociedad, teniendo en cuenta los innumerables desmanes que ha cometido. El PSOE, siendo el partido que más años ha gobernado, ha llevado a cabo, sin duda, algunas mejoras y se ha comprometido con ciertas causas, digamos, nobles, pero todo esto se ve ensombrecido por los daños que ha causado, tanto a la calidad de vida, como a la convivencia, que aún siguen perpetrando y más agudamente, si cabe.

    Como señala usted, aunque parcialmente, parece tratarse más de una empresa de dudosa actividad o un club de vividores que, aprovechándose de la coyuntura, leyes e instituciones, ha creado una red clientelar que le ha asegurado vitaliciamente (al menos, mientras no cambie radicalmente nuestro sistema político) el mayor beneficio que puede obtener y el mayor privilegio que puede ostentar cualquier formación: acaparar cuanto más poder sea posible. Desde luego, a la zaga le sigue el PP, que también ha cometido sus tropelías, pero creo que, en el caso de los socialistas, es vergonzoso cómo han engañado y siguen engañando a una gran parte de la población, siendo los que tendrían que dar más ejemplo y hacer un gran «acto de contrición», después de asumir el «mea culpa» de rigor.

    Por supuesto, hay muchos más partidos que participan de esta patraña: no se puede olvidar el relevante papel que juegan los regionalistas/independentistas/secesionistas en este entramado, y los cuantiosos beneficios que obtienen. Al final, podría uno pensar que absolutamente todos los partidos políticos únicamente codician poder, no sirven (en la acepción del verbo servir) a la ciudadanía, que les da sustento, en un sistema que ha demostrado, con los años, ser muy poco útil para el cometido que tenía cuando que se creó e implantó; al contrario, cada vez más gente tiene la sensación de que es, no sólo inútil, sino perjudicial para los intereses comunes.

    Sin embargo, mi comentario va dirigido a usted, no para opinar sobre el estado de las cosas, aunque bien venía hacer una reflexión sobre ello para situarnos, sino para invitarle a hacer también lo mismo, acerca del feminismo que prodiga y milita. Huelga decir que respeto su postura, su adhesión al movimiento feminista, la defensa que hace del mismo y los motivos, más o menos personales, por los que pueda usted profesar dicha doctrina. No voy a negar que el feminismo, históricamente, ha repercutido positivamente en numerosas mejoras para las mujeres (aunque no ha permeado globalmente como debería, eso ya lo sabemos) en cuestiones de derechos fundamentales, siempre que nos situemos en un contexto que lo permita (en multitud de países no tienen cabida), y que las mujeres ocupen por justicia el mismo lugar que los hombres, disfrutando, como digo, de los mismos derechos y libertades, y obligaciones también, que estos.

    Pero, al igual que toda doctrina o ideología, el feminismo puede verse comprometido, por circunstancias más o menos obvias y lógicas, y corrompido desde su misma base de pensamiento y su razón de ser. Las ideologías, por lo general, tienen poco que ver con las ideas (razón) y más con las emociones o los ideales, y suelen terminar convertidas en espacios limitados y excluyentes, donde se refugian sectarimos y frustraciones, donde se vierten residuos de malos razonamientos y que las acercan peligrosamente al dogma metafísico, a la explicación reduccionista y simple, cuando no esotérica, irreal, de los problemas complejos, cuyas soluciones requieren mucho más que una mera etiqueta. El feminismo, por desgracia, ha seguido ese camino.

    Se suele vincular el movimiento feminista con los movimientos políticos llamados progresistas o de izquierdas. Dejando de lado aspectos historiográficos, ese vínculo ha quedado bastante en entredicho, por las malas prácticas llevadas a cabo por la izquierda, apropiándose de todo aquello que sirva a sus propósitos con tal de alcanzar el poder a toda costa, y las realizadas por el feminismo, desplegándose en olas que no parecen tener en cuenta todo lo ya acometido y logrado, el adanismo de sus más recientes adeptos y su progresiva radicalización. No sabría decir, en este contexto, quién perjudica más a quién. Por otra parte, la política de derechas o conservadora, no han tenido la inteligencia suficiente para adaptarse, en muchos ámbitos, a las causas feministas, no ya para apropiarse caprichosamente de las mismas (algo que jamás debería hacerse porque algo así pervierte toda bondad de intenciones), sino para comprender, asimilar y llegar a un equilibrio de acuerdos donde sus políticas no entren en conflicto con necesidades básicas de la parte femenina de la sociedad.

    Además, a día de hoy, el feminismo parece que se ha resquebrajado, como le pasa a muchas religiones, y se ha ramificado, compartimentándose en diferentes nichos donde posturas, objetivos, métodos y alcances no comulgan, necesariamente, con los de otros y, no pocas veces, entran en severo conflicto entre ellos. Como usted misma expone, hay una batalla sin cuartel entre el movimiento LGTBIQ+ (desisto aquí de extrapolar lo dicho anteriormente sobre las apropiaciones, vínculos y demás a este «colectivo») y el movimiento feminista, nada más y nada menos que por cual de ellos tiene la definición exacta de mujer y a qué movimiento deben pertenecer todas las mujeres, no ya a nivel biológico, sino perceptivo. Permítame que me eche las manos a la cabeza, como imagino que usted hará en multitud de ocasiones, cuando se enfrenta, dialécticamente, a sus adversarios ideológicos.

    Por cosas así, el feminismo se ha convertido en un estigma para muchas personas que han visto como se puede llegar a desvirtuar absolutamente todo en pos de lograr toda la atención posible, conseguir espacio político sin límite y la alta rentabilidad que ello conlleva. Pero creo que el propio feminismo debería plantearse hasta qué punto ha contribuido a su propia estigmatización, no sólo desde del activismo «trans» y quienes dicen defender su causa, sino por muchas más personas que nada tienen que ver con asuntos de esta índole, que no profesan ni se adhieren a ideologías o, caso de hacerlo, siempre de forma razonable y abiertas a la autocrítica, cuyas preocupaciones distan mucho de toda la cháchara posmoderna y el arte de vender humo, que necesitan ocupar su tiempo en trabajar duro para (sobre)vivir y, cuando quieren descansar o evadirse, no quieren estar escuchando siempre lo mismo, todos los díás la misma matraca, sin clemencia alguna, y viéndose además señalados como culpables de los males de la sociedad (lo que nos faltaba, el colmo del sinsentido). Y da lo mismo que sean mujeres u hombres, heterosexuales u homosexuales, o un poco de cada: no se trata de eso. Se trata de personas que saben muy bien dónde está su posición, tienen los pies en tierra firme, podrán tener más o menos recursos, proyectos, ambiciones, pero tienen claro quiénes van a estar siempre por encima, ya que el sistema está hecho para beneficiar a la clase política y sus acólitos. Gente, en definitiva, que está harta, no hasta el punto, quizá, de perder los papeles, pero que empieza a notar cómo la válvula de la olla a presión empieza a girar dejando escapar un vapor que huele a turba. Porque el panorama no se presenta halagüeño en muchísimos aspectos cotidianos.

    Pues bien, los frentes de batalla están ahí, abiertos, y no hay visos de llegar a acuerdos antes de que empeoren las cosas. Más bien, da la sensación de que ninguna parte quiere ceder un ápice de terreno, porque le van muchos intereses en ello. De este modo, puedo entender su cabreo, y que ahora, como antaño denunció, exponga usted a toda esta gente que no merece otro calificativo que el de oportunistas sin escrúpulos. Pero es importante también que personas feministas como usted se planteen ciertas cuestiones, a saber: ¿en qué momento comenzaron a perder su esencia y dejaron que sus dogmas se convirtiesen en moneda de cambio en el mercado espurio de las ideologías? ¿cuándo los cantos de sirena de la política más abyecta les sedujo hasta el punto de disolverse en ella? ¿por qué se dejó de apuntalar el dique para mantener la igualdad jurídica y social, y se pasó a ambicionar poderes que no son más que espejismos de tronos de fantasía? ¿qué se hizo tan mal para que las actuales adalides del feminismo sean una pandilla de señoritas mimadas, consentidas y maleducadas, aparte de vagas y caraduras, que han cogido todo un legado y lo están prostituyendo, con chulería y mucho cuento, para hacerse ricas? ¿no cree usted que es como para empezar a plantearse que algo no va bien en el feminismo, que hay que recular, volver a pensar qué es lo importante, y recuperar la dignidad? El feminismo necesita una criba, diría incluso que una purga, si quiere conservar el prestigio que en su momento alcanzó, cuando su lucha social estaba más que justificada, pero siempre desde un marco integrador y conciliador, no transustanciándose en el circo mediático que actualmente presenciamos en numerosas ocasiones, el espectáculo grotesco en que degenera cuando mentes perversas lo banalizan y convierten en un arma, no en una mano tendida, el cliché o moda que, trivialmente, se lleva como vacuo estandarte.

    Y algo no menos importante, antes de que lo olvide: ¿en qué momento se decidió que los hombres debían ser apartados, excluidos, vilipendiados, humillados y acusados de ser todos machistas para conseguir ciertos objetivos como, pretendidamente, la igualdad de derechos y oportunidades? Empero, hay más: ¿no se hace también lo mismo con aquellas mujeres que, o bien no se declaran feministas, o discrepan con la opinión de quienes sí lo son? ¿el feminismo enfrentándose y atacando a mujeres? Extravagante. Porque todo esto es exactamente lo que se lleva haciendo desde hace bastante tiempo, progresimavente gracias a ese «progresismo», que de progreso no tiene nada, y cuando toda la sociedad ya era capaz, con naturalidad, habiendo aprendido ella sola, de distinguir claramente conductas reprobables y criminales, condenarlas y rechazarlas, sin que se montaran las escandaleras de golpes de pecho y soflamas hueras que hoy se lanzan a los cuatro vientos, ensordeciendo cualquier atisbo de serena reflexión y debate. Lo habitual, lo normal, desde hace muchísimos años, es que la gente corriente rechace cualquier tipo de violencia, se ejerza sobre quien se ejerza, sea quien sea quien agrede, insulta, maltrata… ¿cómo no abominar, pues, cualquier conducta, gesto, práctica, tradición, que provoque sufrimiento, padecimiento, muerte de una mujer? Es de cajón, como digo, para la mayoría de las personas con dos dedos de frente. Negar esto es tener puesto un grueso velo ideológico, o haberse cosido los ojos, permítaseme la hipérbole, ante la realidad. ¿Que todavía se dan estos execrables ataques hacia mujeres? Cierto, y es inaceptable, pero igualmente suceden muchas otras injusticias, crímenes y aberraciones que ni la más avanzada sociedad civilizada ha sido capaz de erradicar. El paraíso terrenal es una farsa, aceptémoslo de una vez. Lo único que podemos hacer como humanos cabales es minimizar, en la medida de lo posible, los males que constantemente nos acechan, legislando y educando con la razón, sin perder de vista el área de influencia de que somos capaces, y sin llevarse por delante los derechos de nadie en el intento. ¿Fácil? No, por supuesto, pero toda meta requiere mucho, muchísimo, esfuerzo. El camino a recorrer es duro, y la constancia que requiere, una ardua necesidad, que no admite dudas, amnesias ni abandonos prematuros.

    Concluyendo, insisto en que su artículo es valioso y revelador, osado (en estos tiempos, y dado su contenido, no dudo en poner este adjetivo) y valiente: sólo una mente fatua o perturbada podría acusarle de tránsfoba, pero esto es lo que hay, no decrece, al contrario, cada vez hay más, el número de individuos exaltados y faltos de honrada ocupación (evito elucubrar algo retorcido sobre lo que sí les ocupa el tiempo) que lo harán. La transexualidad es, como tantas otras cosas, algo que tiene ya mucho camino recorrido, social y culturalmente, siendo algo únicamente escandaloso para gente muy cerril que no representa a la mayoría de la población, cuya percepción general sobre el asunto es de aceptación y comprensión. Pero hace usted bien en levantar la mano y advertir: cuidado con lo que hacemos, con lo que aseveramos sobre «lo trans» y sobre lo que se oculta intencionadamente, con sobredimensionar los aspectos que le atañen, en una época en la que la tendencia es hinchar cualquier tema, por baladí que sea, con tal de provocar enfrentamientos, generar sectarismo y obtener, como resultado, la mayor porción posible del pastel. Las personas que se proclaman feministas, como usted, y que desde su óptica actúan como tales, deben empezar a elegir muy bien a sus aliados. Para ello, el feminismo debería apartarse parcial y temporalmente de todos los focos de coflicto, afianzar las bases del movimiento, meditar y replantearse bien los objetivos y ponderar los logros conseguidos, para que la sociedad imparcial, humilde y decididamente contraria a la espantosa, ridícula, pueril y grotesca política contemporánea, vuelva a ponerse de su lado.

    Reciba un cordial y afectuoso saludo. WhiteRussian97

  3. 23xtc

    Revisando lo que contesto Lucia a Amón el 28 de junio pasado en el programa de Griso, «no estoy en ninguna asociación», que se apunte Lucia a la de Carmen Calvo y entre todas las feministas que con Calvo dijeron el 8 de marzo de 2020 «nos va la vida en ello», salgan a la calle por esa ley que se va a aprobar si o si, como HICIERON EN todos los 8 M, luchen por esa derogación de los derechos de las mujeres que tanto malo dicen generadores de opinión va a hacer a la sociedad.

    Se juntarán con Hazte Oír, «los niños tienen pene las niñas vulva» que tanto rechazo creo en las feministas-hembristas, Carmen Calvo y el PSOE, ERC y UP. Salgan las federadas españolas a protestar, pero no lo hacen ni lo harán. Hasta Iván Espinosa está a favor de los mismos argumentos de Lucia y Carmen Calvo. Si hay tantos que les une RECHAZAR esa ley donde está el problema.

    Si está negando el sexo la ley porque se tiraron al cuello de Hazte Oír, o si, por fascistas, eso era. Ultras de derechas y católicos, ¿¿verdad Lucia?

    Y que los Pablo de Lora de turno no hagan más demagogia CON la L I V G y TRANS QUE es el mal cierto y real para los hombres heteros de este país.

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