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Opinión

Colegios mayores y hormonación de menores

«La campaña del colegio mayor sirve de cortina de humo para esconder algo mucho más importante que había sucedido ese día: la aprobación de la ‘ley trans’»

Colegios mayores y hormonación de menores

Varias alumnas en la entrada del Colegio Mayor Santa Mónica, a 6 de octubre de 2022, en Madrid (España). | Europa Press

En el año 2019  salió a la luz un vídeo aterrador en el que un chico le pegaba a una chica tal bofetada que la chica se caía al suelo. Resultó que ese vídeo se había grabado en el colegio mayor Diego de Covarrubias y que era parte de una novatada. Así salió a la luz algo que conocemos todos los que vivimos en Madrid y nos hemos relacionado con ambientes universitarios: el abyecto horror de las novatadas en los colegios mayores.

A raíz de ese incidente, y después de que yo lo comentara en redes, en 2019 me empezaron a llegar por Facebook un montón de mensajes referidos a otro colegio en particular, que era en aquel momento el que tenía fama de apoyar las novatadas más salvajes. En ese colegio -y esto sucede todavía a día de hoy, incluso si se supone que las novatadas han sido prohibidas- si no admites una serie de bromas humillantes te etiquetan con la palabra «siniestro» o «siniestra». Y a a partir de entonces nadie te dirige la palabra durante todo el tiempo que pasas en la institución. Te conviertes en un paria. 

Las novatadas no consistían en bofetadas ni en insultos machistas. Por ejemplo, tenías que dejar abierta la puerta de tu habitación en un colegio mixto siempre, quisieras o no. Y si eras una mujer eso implicaba que a las tres de la mañana un chico se te podía meter en la cama. No, no te violaba, pero el susto te lo llevabas igual. Puede que te sacaran a un patio y te obligaran a hacer flexiones, puede que te forzaran a beber vinagre, o a masticar una colilla. O a ducharte con agua fría en una noche helada de octubre. 

Solo dos alumnos se negaron a participar. Un chico gay y una chica. Fueron humillados durante todo el año, no les dirigían la palabra, les empujaban en la escalera o les ponían la zancadilla,  y a la chica le desvalijaron la habitación… lo cual llamaba mucho la atención porque la tenía cerrada con llave, y en teoría solo el director tenía copia de las llaves de las habitaciones de los alumnos. 

Cuando estos dos alumnos acudieron a quejarse al director del colegio mayor, resultó que éste no era un venerable ancianito,  sino un hombre relativamente joven que rondaba los 40 y que se había hecho súper amigo de los veteranos. Los veteranos eran los alumnos de mayor edad que aterrorizaban a los novatos. A veces los veteranos tenían treinta y tantos años porque llevaban diez años estudiando una ingeniería. Y como todos aquellos años los habían pasado en el colegio mayor, esa circunstancia les otorgaba una posición de poder incuestionable. Controlaban el colegio y, sí, tenían llaves de las instalaciones y de las puertas de los alumnos. Y en muchas ocasiones se les vio tomándose copas y fumando porros con el director. 

No doy el nombre del colegio mayor, aunque mucha gente lo habrá reconocido, sobre todo si se trata de lectores jóvenes,  en caso de que yo los tenga. Pero si ustedes quieren saber más teclean en su buscador «novatadas + siniestros + veteranos + secta + colegio mayor + Madrid». Al poco tiempo le aparecerá el nombre del colegio en foros con la advertencia clara: ni se te ocurra ir allí.

Pues bien, los dos alumnos de los que hablo denunciaron al colegio y uno de ellos al menos consiguió ganar a sus acosadores. Pero no al director. El juez estimó que, efectivamente, el alumno había sido acosado y se impuso una multa y una orden de alejamiento a dos alumnos del colegio, pero se entendió que el director no tenía responsabilidad en el asunto.

Le ofrecí al menos a dos periódicos hacer un reportaje sobre el tema, puesto que contaba con numerosos testimonios de exalumnos que habían abandonado el colegio. Los dos periódicos se negaron a publicar el reportaje. Me dijeron que era peligroso, que podían crearse un problema. Qué casualidad que los dos se han atrevido a ir contra el colegio Elías Ahúja y a escribir cosas nada agradables sobre el sitio, y eso no les ha parecido peligroso ni les ha creado un problema. 

¿Cuál es la diferencia entre un colegio y otro? Pues que el director del primer colegio era abiertamente socialista. Porque los colegios mayores de la Complutense son cargos políticos y si en su día estuvieron controlados por el PP, luego estuvieron controlados por el PSOE. Por cierto, dicho director ya ha sido sustituido. Entiendo que precisamente por las numerosas quejas que sobre él llegaron al rector.

Se supone que las novatadas de colegios mayores se han prohibido, pero en realidad no se han prohibido. Se han suavizado. Puede que ya nadie te pegue bofetadas, o te obligue a beber vinagre, o a hacer flexiones en bikini en plena noche a 17 grados en el parque cercano al colegio. Pero lo de que cada noche se te presente gente en la habitación sigue en pie, lo de que te obliguen a participar en botellones en los que te van a incitar a beber y en los que se suceden muchos episodios de acoso sexual sigue en pie. Lo de que si no te quieres unir a los botellones constantes o no permites que entren en tu habitación de noche te van a convertir  en una paria y vas a sufrir un acoso psicológico brutal… sigue en pie. Lo de chicas que se presentan en la farmacia de la calle Moncloa pidiendo la píldora del día después, porque no recuerdan absolutamente nada después de un botellón y se han despertado en su cama sin bragas… sigue en pie. 

Si no me creen, les basta con entrar en foros de colegios mayores y leer las historias de terror que allí se cuentan. Chicas a las que les dicen que deben socializar y que si no acuden a la preceptiva fiesta de cada noche, que tiene lugar cada noche en un colegio mayor diferente, les colgarán la temida etiqueta de siniestras y les harán la vida imposible. Chicas a las que les asignan ¡por sorteo! un chico al que deben acompañar toda la noche y al que llaman «su nuevo». Chicas que deben fingirse heterosexuales por la cuenta que les trae. Chicas a las que les obligan a quedar con ese «nuevo» del colegio mayor de turno o incluso les atan a él con una cuerda o unas esposas para asegurarse de que no dejan al nuevo solo en toda la noche (imagínese el problema si a usted le entran ganas de hacer pis). Chicas exigidas a sonreír y a acompañar a su nuevo aunque les parezca un gañán insufrible. Chicas que odian el alcohol a las que les imponen beber, chicas tímidas forzadas a relacionarse. Chicas que en los botellones tienen que aguantar magreos, tocamientos y bromas de mal gusto en un tono mucho más ofensivo que la frase de las putas y las conejas y las madrigueras…. Chicas que acceden a todo con tal de que no se las tache con la temida palabra: siniestra. Y ese todo hay que soportarlo con una sonrisa y con buena cara. Con la excusa de que así se socializa, y se conoce gente. 

Abuso y coacciones le llamo yo a eso. Acoso sexual, también.

En fin, que ante todo lo que les estoy contando lo de llamar putas a berrido limpio a las chicas del colegio de al lado es pecata minuta, la punta del iceberg. Pero nadie saca a la luz todas estas historias porque muchas de ellas suceden en colegios mixtos y supuestamente progresistas. Colegios en los que se pagan 956 euros de mensualidad. Pero ellos no son cayetanos, oiga. Los cayetanos son los del colegio católico. 

Con lo cual, al final, todo el tratamiento de la noticia sobre el colegio mayor Elías Ahúja es falso. Porque se ha presentado la noticia de tal forma que parece que los únicos colegios mayores en los que vas a sufrir acoso sexual van a ser los colegios mayores en los que se segrega por sexo y los colegios mayores católicos. Y ese acoso sexual lo puede sufrir una chica joven en un colegio mayor mixto con un director que alardea de ser progresista. Por lo tanto la noticia está sesgada.

Pero es que además la noticia del colegio mayor Elías Ahúja aparece -oh, casualidad- cuatro días después de que se grabe el vídeo y no antes. Y esa noticia se utiliza como cortina de humo distractora para que no hablemos de cosas más importantes que suceden exactamente el día en el que se empieza a hacer correr la noticia.

«Desde el presunto feminismo estamos tapando una verdadera reivindicación, y la estamos ocultando tras la cortina de humo informativa»

El vídeo se lanza desde medios afines al Gobierno y desde ahí se va viralizando a través de cuentas estratégicas. Después se crea el contagio social. Influencers que en realidad no están cerca del Gobierno mueven la historia del vídeo porque creen que es lo que deben hacer. Y porque no conocen a fondo nada de lo que se está contando. No saben que si bien lo del Elías Ahúja forma parte de una tradición -y que es una tradición realmente deleznable, cierto- la tradición es mucho más amplia, se extiende a muchísimos centros de todo pelaje e ideología, incluye barbaridades mucho más machistas y aberrantes de lo que se ve en el vídeo, e involucra a muchos colegios mayores. Entre ellos, colegios mayores que se dicen progresistas, que son mixtos y que están dirigidos por directores enrollados que fuman porros y coquetean con sus alumnas. Directores que luego participan en conferencias diciendo que son aliados feministas.

Y aunque el vídeo no sea falso, el tratamiento de la noticia sí lo es. Porque al focalizar en un solo punto y olvidarnos del paisaje entero, se construye una mentira a partir de una foto que es verdad. 

Y así, señores  y señoras, se construye una noticia que tiene dos funciones. 

La primera, dividir el mundo en dos: en buenos y malos. Los cayetanos son malos malísimos que maltratan a las mujeres frente al inmaculado grueso de los aliados feministas que desprecian esas prácticas de acoso sexual y que se ponen del lado de las pobrecitas muchachas que han sido ofendidas. «Divide y vencerás» es la base de toda propaganda política desde los tiempos de Julio César, hace más de dos mil años. 

La segunda función que tiene la campaña del colegio mayor es la de hacer una cortina de humo para escondernos algo mucho más importante que había sucedido ese día. Ese día la bancada socialista había dado vía libre al trámite parlamentario de la ley trans en el Congreso por procedimiento de urgencia. Y lo cierto es que gran parte de las militantes feministas del PSOE estaban en contra de esa tramitación por procedimiento de urgencia y esperaban que al menos alguna de las diputadas socialistas rompiera la disciplina de voto, se abstuviera en la votación o directamente votara no. Porque esa vía libre significa que no se puede debatir la ley trans en el Congreso. Y que se oculta por lo tanto a la mayoría de la población lo que realmente contiene ese texto.

Qué oculta la cortina de humo del Elías Ahúja

Mientras todos hablaban del vídeo del colegio Elías Ahúja, se ocultaba también el hecho de que casi mil familias se habían reunido en la plaza Reina Sofía de Madrid. Estas mil familias son parte del la Asociación Amanda, una asociación de padres de niñas que sufren disforia de género acelerada. Esta asociación empezó con ocho personas y ahora son más de 900 familias asociadas. Familias que se encontraron con la siguiente pesadilla, que se repite en casi todos los casos.

Un día Amalia, nombre supuesto, la madre de Beatriz, nombre supuesto, recibe una llamada del colegio en la que le dicen que tiene que hablar de Axel. Ella no sabe quién es Axel. Y le dicen que Axel es su hijo. Amelia no tiene hijos, solo tiene una hija:  Beatriz. Pero es que Beatriz ahora es Axel, en el colegio le llaman Axel y en todo el mundo allí dice que es un chico. Las faltas de asistencia de Beatriz han estado llegando puntualmente al correo de Amelia, al día y por mail. Y en ese mail a Beatriz se le llamaba Beatriz. Pero entre tanto, en el colegio, los profesores y los alumnos le llamaban a Beatriz Axel. Y el colegio que puntualmente ha informado de cada falta de asistencia  le ha ocultado a Amelia la transición social de su hija. Cuando Amelia, hecha un basilisco, se presenta en el colegio pidiendo explicaciones ante el hecho de que le hayan ocultado lo que está sucediendo, le amenazan con denunciarle. El colegio amenaza con denunciar a Amelia, ley Rhodes en mano. Denunciar a Amelia por no permitirle a «su hijo» vivir su identidad de género en libertad. 

Amelia no sabía siquiera que existía la ley Rhodes. Mucho menos se la había leído.

Lo siguiente es que Amelia lleva a su hija a un psicólogo de la seguridad social, que inmediatamente le deriva a la unidad de género. Allí ,tras una entrevista de media hora a la niña, en la que a Amelia no le permiten estar presente, le comunican a Amelia que su hija ha muerto, que ahora tiene un hijo , y que no se puede oponer  a tal hecho, porque si no «su hijo» se suicidará. Su hija inicia un tratamiento de bloqueo de la pubertad y hormonación cruzada, y entra en listas para someterse a una mastectomía. Es decir, entra en listas de la seguridad social para someterse a una amputación a los 16 años. A Amelia le dejan muy claro que como se oponga al tratamiento puede perder la custodia de su hija. Nadie tiene en cuenta que su hija tenía problemas psicológicos preexistentes, que su hija había sido abusada sexualmente cuando tenía doce años,  que su hija había atravesado una profunda depresión y que estaba medicada.

A Beatriz, que ahora se hace llamar Axel, le van a someter a un tratamiento cuyos efectos secundarios son: enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, infertilidad, aumento de riesgo de cáncer,  trombosis, daño hepático, incapacidad de experimentar orgasmos, atrofia vaginal -lo que supone problemas para miccionar y para mantener relaciones sexuales- , cuadros ansioso-depresivos y en muchas ocasiones suicidio. Y, por supuesto, pérdida de la fertilidad. Y amputación de los pechos 

Eso sí, por ley su «hijo» no puede ni fumar ni beber alcohol. A Amelia su propia hija le prohíbe llamarle Beatriz en casa o dirigirse a ella con adjetivos y pronombres femeninos. A Amelia su propia hija, ahora hijo, amenaza con denunciarle si lo hace. Todo en virtud de la ley autonómica andaluza. Que ahora se propone que sea una ley nacional. Sí, esa hija que amenaza con denunciar es la hija que le hace la vida imposible, que le grita a sus padres y a su hermano por cualquier nimiedad. Porque se está inyectando testosterona y la testosterona se relaciona con comportamientos agresivos.  

La ley trans que Irene Montero intenta colar en el Congreso por procedimiento de urgencia y sin debate previo es una ley que ya se está eliminando en otros países. 

En Inglaterra se necesita autorización judicial para iniciar un proceso similar en un menor. Porque en el Reino Unido ya se han unido mil familias para demandar a la seguridad social británica por haber hecho lo mismo que ha hecho la española con la hija de Amelia. En 2021, el Servicio Nacional de Salud de Suecia decidió prohibir los tratamientos cruzados de bloqueo de la pubertad y terapia de reemplazo hormonal en menores. Ademas, Suecia ha decretado que hay que indemnizar a las víctimas de la clínica Karolinska. Clínica que hizo exactamente lo que están haciendo en una clínica andaluza con la hija de Amelia. Desde este verano, Francia también ha detenido el uso de bloqueadores de la pubertad, aconsejada por de la Academia de Medicina. Academia que había publicado un informe demoledor sobre los graves riesgos para la salud en los niños sometidos a estos tratamientos.

Pero hay que tener en cuenta que un menor que entra en este tratamiento se va a convertir en un paciente crónico, que va a necesitar de por vida en muchas ocasiones un tratamiento de terapia de reemplazo hormonal,  puesto que el bloqueo de la pubertad les impedirá a futuro producir sus propias hormonas en muchos casos. Ese paciente crónico va a gastar 200 euros al mes para conseguir su terapia de reemplazo. Imaginen el chollo que esto supone para las compañías farmacéuticas. 

Todo esto lo pusieron sobre la mesa la asociación Amanda en un acto que tuvo lugar en el Colegio de Médicos de Madrid y en el que participó el psiquiatra doctor Celso Arango, jefe de Psiquiatría infanto juvenil del Gregorio Marañón.

Y entre tanto… ¡había cientos, miles, de artículos sobre el colegio mayor Elías Ahúja! Se empieza por los medios afines al Gobierno, que son los que lanzan la cortina de humo. Les responden los medios de la derecha, que no se dan cuenta de la trampa en la que están cayendo. Se suman las influencers presuntamente feministas que son incapaces de ver cómo se está tergiversando la noticia, porque no viven en Madrid y  porque no se mueven en el ambiente de los colegios mayores…

«Yo no podré escribir que Marina Sáenz, ese nombre que va en las listas del proyecto de Yolanda Díaz, es un hombre biológico, por mucha peluca y tacones y falda y maquillaje que se ponga»

Y al final todo se convierte en una gigantesca operación de propaganda política.

Y todo se orquesta desde el feminismo. Pero ¿qué es feminismo?, me dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. Porque desde el presunto feminismo estamos tapando una verdadera reivindicación feminista y la estamos ocultando tras la cortina de humo informativa.

Y me gustaría acabar este artículo recordándoles una cosa. Todos los días en la calle alguien llama puta a una persona. Yo he tenido auténticas broncas en mi barrio, paseando con mi hija, porque los hombres le van soltando burradas mientras caminamos, completamente indiferentes al hecho de que esa chica tan guapa va acompañada por una señora a la que se parece como una gota de agua, y que por todas las trazas es su madre. He escuchado cómo le sueltan tranquilamente a mi hija barbaridades que a día de hoy son legales, de la misma forma que es legal gritar desde una ventana «putas, os vamos a follar».

Pero, si esa ley sale adelante, será ilegal decir que un hombre es un hombre. Será ilegal decir que una persona como Marina Saenz, que va en las listas del proyecto de Yolanda Díaz, es un hombre, por mucho que se ponga una peluca y se ponga tacones. Que los grupos de heavy metal y glam-rock en los 80 también se ponían en muchas ocasiones faldas, peluca, tacones de aguja y maquillaje… y seguían siendo hombres. Que David Bowie, David Sylvian, Philip Oakley, Robert Smith y tantos y tantos cantantes de los 80 llevaban maquillaje, pelo cardado, taconazos y falda. Y eso no les convertía en mujeres.

Pues como salga adelante la ley trans de Irene Montero decir esto se va a convertir en delito de odio. Yo no podré escribir que Marina Sáenz, ese nombre que va en las listas del proyecto de Yolanda Díaz, es un hombre biológico, por mucha peluca y tacones y falda y maquillaje que se ponga. Que es un hombre heterosexual, y no una mujer lesbiana. Pero gritarle puta a una chica en la calle seguirá siendo legal. 

Y a eso, queridos señoras y señores, le llaman feminismo y no lo es.

Hago constar que si yo conociera a Marina Sáenz de tu a tú no me costaría lo más mínimo tratarle como una mujer si me lo pide educadamente. Que yo también soy una persona educada y respeto ciertos protocolos. Pero que me parece un despropósito que me lo exijan por ley y que me nieguen lo que ven mis propios ojos. 

En fin, la hipocresía. La hipocresía de Irene Montero, de Yolanda Díaz, de Mónica García, que también apoya esa ley trans y que se ha unido como todos los demás a la lapidación del Elías Aguja,  y de todos los medios que se dicen progresistas y que tienen de progresistas lo que yo de monja de la caridad. 

Esa hipocresía es aterradora y desde luego no es feminista ni tampoco progresista. Y es que, como ya dijo algún político fallecido de cuyo nombre no puedo acordarme, la hipocresía no tiene mucho valor moral pero es una gran virtud política.

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