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Opinión

Ibai y Piqué se montan su propio 'Sálvame'

«El programa busca nuevos caladeros porque necesita carne fresca para triturar, perdón, para entretener, ya que se ha sumido en una crisis de audiencia»

Ibai y Piqué se montan su propio ‘Sálvame’

Gerard Piqué e Ibai durante la presentación de ‘Kings League’. | Europa Press

Andan en Sálvame sobrellevando como pueden el nuevo código ético de Mediaset -el código da Vinci como lo llaman en su lenguaje privado, el mismo que ha creado expresiones ya icónicas como el agua con misterio (para referirse, en horario infantil, a los copazos bien cargados de alcohol) o bar de lucecitas (los puticlubs)-, controlando a duras penas los arrebatos de tocata y fuga de Belén Esteban o los amagos de arengas políticas de Jorge Javier. Siguen comiendo y hablando con la boca llena o sacándose las entrañas los unos a los otros, pero dentro de un orden, como personas de bien, que es lo que le importa a la empresa, harta de la guerra fratricida entre productoras y de las multas millonarias. Lejos quedan los tiempos en que el dueño del cortijo ironizaba sobre un espacio de rojos y maricones mientras se despachaba a gusto contra Isabel Díaz Ayuso.

Si algo ha caracterizado al programa todos estos años es que sabe reinventarse cada dos por tres con mucho humor. Y ahora mismo lo necesita como agua de mayo, aunque sus creadores andan ilusionados al descubrir que los han plagiado. Y no un poco, no, totalmente, con un descaro absoluto, con total desfachatez. Socialité ha destapado en un vídeo viral la operación con la que Ibai Llanos y Gerard Piqué se han montado su propio Sálvame en la Kings League, donde un grupo de machos alfa discuten acaloradamente sobre fútbol -y todo lo que se les ponga por delante- siguiendo el modelo del marujeo vespertino: «La estética es la misma, todos se sientan en sofás y hablan con la boca como si estuvieran en su casa (…) A Ibai Llanos le ha tocado ejercer de Lydia Lozano, lamentándose ante las cámaras, y a Piqué siendo Chelo García Cortés abandonando el plató cuando no le gusta algo». Los piratas no se han cortado un pelo reconociendo la jugada: «Es lo más real y acertado que he visto en mi vida», reconocía el streamer.

Cualquier otro programa hubiera puesto una demanda y habría montando el pollo. Razón no les falta. Los de Sálvame no, saben que hay guerras en las que da más juego unirse con el enemigo. Y ésta es una de ellas. Lejos de enfrentarse, el equipo de rojos y maricones ha hecho una oferta de hermanamiento a los machirulos para unir ambos formatos. Suena bien, pero en realidad una trampa mortal: Sálvame es como un agujero negro que lo absorbe todo, lo devora todo. Les espera un monumental abrazo del oso. Es lo que el programa hace incluso con sus colaboradores, a los que primero acoge con cariño antes de lanzarlos al vacío o al paredón, según se tercie, según les interese. Hay quien se quedó en la primera fase, como en el caso Cristina Cifuentes, dichosa ella y sus cremas, a la que ya veremos, en caso de seguir colaborando, como queda lo suyo: si en susto o muerte.

El programa busca nuevos caladeros porque necesita carne fresca para triturar, perdón, para entretener, ya que se ha sumido en una crisis de audiencia. Y ya que hablamos de la expresidenta madrileña, señalemos una política que parece querer ganarse a pulso una silla como colaboradora: Ángela Rodríguez, alias Pam, secretaria de Estado de Igualdad de día e incendiaria en las redes sociales en sus ratos libres. La hemos visto en la mani del 8-M delante de unas chicas que coreaban «¡Qué pena, qué me pena da que la madre de Abascal no pudiera abortar!» en las que parecía un meme: el de la niña que sonríe a cámara frente a una casa en llamas.

Pam lleva unos días on fire, desde que abroncó a las mujeres por preferir ser penetradas a hacerse un dedo, que ella es muy de meterse donde no la llaman, incluso en la cama de las españolas, y se montó una story mostrando un consolador al que presentó como «una máquina para matar fascistas». Imaginen dónde yacen los cuerpos sin vida… Pam cumple con el perfil feminista y activista que daba en su momento Karmele Marchante. Ambas saben dar espectáculo. Y nivel. Solo tiene que renunciar a su sueldo de 119.566 euros y abandonar de una vez por todas sus aspiraciones como monologuista en El club de la comedia. Yo lo que quiero es que al menos le hagan un polígrafo para comprobar si se cree todas las chorradas que dice.

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