El gol por la escuadra de Achraf Hakimi a su ex Hiba Abouk
«Solo hay una cosa más irritante que descubrir que tu marido futbolista está arruinado y es darte cuenta de que tu suegra ahora es millonaria»
Tengo una amiga que después de un duro día de trabajo siempre dice que su verdadera vocación era ser mujer de futbolista, pero ahora, hay que tener cuidado con esa afirmación o más bien, hay que ser mucho más precisa. Repite conmigo, amiga: «Tengo vocación de mujer de Cristiano Ronaldo, no de Achraf Hakimi». Y si no, que le pregunten a la actriz Hiba Abouk, que tras cinco años de relación, dos hijos y un escándalo por una presunta violación de su marido a una joven que conoció por Instagram e invitó a su casa aprovechando que su familia estaba de vacaciones en Dubai, ahora también se entera de que el futbolista está en bancarrota.
Tras solicitar el divorcio pretendía quedarse con la mitad de la fortuna del que es, uno de los jugadores mejor pagados de la liga francesa, Hakimi cobra algo más de un millón de euros al mes. Ya se pueden imaginar la cara de la protagonista de El Príncipe, cuando se enteró de que el futbolista no tiene ni propiedades, ni dinero en el banco.
Todo iba muy mal, pero no hay que olvidar que siempre se puede ir a peor, porque solo hay una cosa más irritante que descubrir que tu marido futbolista está arruinado y es darte cuenta de que tu suegra ahora es millonaria. Ahora sabemos que ese famoso beso de madre a hijo durante el mundial, que incluso llegó a convertirse en un icono artístico con un mural en El Raval, escondía algo más que amor maternal, ahí había también varios millones, mucho ladrillo y una estrategia financiera digna de villana de Disney.
No es el primer caso de maternidad tóxica que conozco en el mundo del fútbol. Tengo una amiga influencer que estuvo a punto de casarse con un futbolista muy conocido, todo parecía idílico, se conocieron en Ibiza, se prometieron al poco tiempo y como él acababa de firmar con un club americano, se mudaron antes de casarse. Una mañana, mientras él entrenaba, la madre tóxica en cuestión, citó a mi amiga a las puertas de un supermercado de esos gigantes, dónde venden pizza y batidos en la puerta… americanadas. El punto es que quedaron ahí, para lo que mi amiga pensaba iba a ser una charla tranquila entre suegra y nuera. En diez minutos, la madre de su novio la había insultado como siete veces y le había pedido, entre otras cosas, que dejase de publicar fotos en traje de baño en sus redes y que se metiera a un curso de cocina latina.
Mi querida e inocente amiga no supo ver todos esos red flags. No le pareció raro que su novio, futbolista de éxito, no supiera prácticamente ni leer, ni escribir, y fuera su madre la que leía y daba el visto bueno a los contratos millonarios de su niñito. Y así acabó mi amiga rompiendo su compromiso, no sin antes tener que devolverle el anillo a su ex prometido, para que este se lo pudiera regalar a su madre, a la que le hacía ilusión agrandarlo para después poder usarlo. Porque en este tipo de casas la comida no se desperdicia y los anillos tampoco.
Y quiero dejar claro que yo no estoy en contra de ningún instinto natural y mucho menos del instinto maternal que nos lleva a querer defender a nuestra cría de cualquier peligro o amenaza. Yo no soy quién para criticar a estas madres tóxicas, cuando ha habido algún día que mi hija ha salido con algún rasguño del colegio y me ha invadido la necesidad enfermiza de amenazar e incluso empujar por un acantilado a su atacante de tres años y coletas rubias. Pero no lo hago, porque está mal, como está mal decirle a tu nuera a lo que se tiene que dedicar o como querer dejar a tus nietos sin dinero con tal de fastidiar a su madre.
En fin, que va a ser mejor que mi amiga encuentre otra vocación para los días malos, no sé, igual va a ser mejor aspirar a ser mujer de youtuber, o no.