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Opinión

La delirante agonía de ‘Sálvame’

«El programa no va a desaprovechar la oportunidad de blanquear su pasado para conquistar el mejor de los epitafios posibles, uno que le permita incluso resucitar»

La delirante agonía de ‘Sálvame’

María Patiño, Belén Esteban y Gema López, colaboradoras habituales de 'Sálvame'. | Telecinco

En España preferimos los difuntos a los vivos. Los difuntos no nos salen respondones ni nos dan por saco. Y con ellos podemos ser condescendientes porque, en cierto modo, han perdido la batalla mientras nosotros seguimos dando guerra. Los difuntos son unos perdedores, por eso somos tan cabrones en las biografías no autorizadas (las autorizadas son meras hagiografías porque requieren del permiso del protagonista que, como comprenderán, solo quiere que le doren la píldora) y tan cínicos en los obituarios: siempre se van los mejores. Ja.

Le ha pasado a Sálvame, para muchos epítome de la telebasura en vida y, repentinamente, líder de la libertad televisiva en su muerte. Porque Sálvame está muerto. O, mejor dicho, lo estará el próximo 16 de junio. En realidad, visto lo visto esta primera semana de agonía, este muerto está muy vivo y es probable que nos dé las mejores tardes de sus 14 años de existencia. Porque, más allá de la parte más tosca y chunga del formato —ese corazón más cercano a las vísceras, ese griterío hueco y chabacano, esa crueldad innecesaria para con sus propios colaboradores—, lo cierto es que lo mejor del programa, lo que siempre ha funcionado como un tiro, es su parte delirante, socarrona, autoparódica. Cuando Sálvame se ríe de Sálvame no hay quien los gane, porque sale a la luz la parte creativa, desenfadada y loca de los guionistas, que disfrutan de este lado lúdico al que nunca debió renunciar y que ahora se ha recuperado con fuerzas renovadas. Las últimas que les quedan antes de una muerte anunciada.

Estos días el programa ha puesto a sus colaboradores a atender un cursillo y actualizar sus currículos para que busquen empleo, han colgado el cartel de «Se traspasa» a las puertas del plató (lo que le costó ajustarlo a Jorge Javier porque había que hacerlo por la derecha, «con lo mal que se me dan a mí las derechas») y han hecho una limpieza de malas vibraciones para que los nuevos inquilinos no sufran los mil y un percances que han tenido ellos, sobre todo desde la marcha maldita de Paz Padilla (la rotura de tibia y peroné, en directo, de Belén Esteban, fue el culmen de las desgracias). Van a estar así hasta el final, lanzando pullas contra la cúpula y contra Ana Rosa, que ha ganado la batalla, pero falta por ver si gana la guerra.

AR, no sabemos si por consejo del comisario Villarejo, con quien hizo buenas migas, ya registró hace años el nombre de La tarde de Ana Rosa. Hizo otro tanto con La noche de, porque ella, ya puesta, por aspirar, aspira a quedarse con todo. La cadena de Ana Rosa. Y no precisamente como gargantilla. La fórmula será la misma de siempre, la que ya practica por las mañanas, porque ella no se rompe la cabeza: innovadora no es, precisamente. Pero tras 14 años de amor y odio, la audiencia de Sálvame tiene una relación muy especial con el programa. Tanto, que se han organizado manifestaciones contra su cancelación. Y las redes arden contra la decisión tomada. Y contra las formas, que no fueron las más apropiadas para el espacio que ha sido líder de audiencia y que ha permitido que Telecinco fuera la televisión más vista hasta hace poco. Porque los expertos coinciden en un hecho: quien gana la tarde tiene todas las papeletas para ganar el mes, así que Ana Rosa hereda la responsabilidad de mantener el liderato, enfrentándose, cosas del karma, a su antigua protegida, Sonsoles Ónega.

Quedan semanas de pullas, cachondeo y, según el dueño del cortijo, la oportunidad de despedirse de todo el mundo. Tiempo tienen desde luego. Morir con dignidad es un arte, hay toda una bibliografía sobre ello. De hecho, muchas muertes brillantes resarcen vidas miserables. Y Sálvame no va a desaprovechar la oportunidad de blanquear su pasado para conquistar el mejor de los epitafios posibles, uno que le permita incluso resucitar, ¡oh, milagro!, en otra cadena. Cosas más raras hemos visto. Por de pronto, Jorge Javier ya tiene la oferta de Pablo Iglesias para fichar por su cadena. Solo quedar saber si el expresidente del Gobierno quiere el circo completo o solo pretende al maestro de ceremonias, el rey de las tres pistas. Saquen las palomitas, el espectáculo acaba de comenzar.

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