THE OBJECTIVE
Lo indefendible

A favor de las orcas asesinas, al fin

«Celebro a la orcas de Cádiz porque necesitamos huir de la visión humanizada del animal que terminará con el animal y con el humano»

A favor de las orcas asesinas, al fin

Varias orcas en el mar. | (Unsplash)

Hace un tiempo que unas orcas del Estrecho se ocupan en dar de piñas a los barcos que por allí pasan. Que se sepa, solo embisten a los barcos pequeños, naturalmente, porque veremos si las orcas son asesinas, pero desde luego no son tontas. Golpean los cascos, los sacuden y hacen lo posible por partirles la pala del timón. A veces, los hunden abriéndoles aparatosas vías de aguas y algunos casos las embarcaciones quedan a la deriva y sin mando en el azaroso Estrecho de Gibraltar, tierra de seres mitológicos, del dios fenicio Melkart, de los Atlantes, Gerión, Hércules, Manuel Chaves y ahora también de las orcas velericidas.

Los artículos de prensa cuentan que la violenta manada de cetáceos está capitaneada por una orca a la que han bautizado como Glady’s, que es un nombre muy poco de Cádiz pudiendo ponerle Astarté o Rosario por la patrona. Glady’s es un nombre de inglesa de Erasmus en el Barrio de La Viña, un nombre poco adecuado para una orca ibérica. 

Los cronistas acceden a la noticia al borde mismo del delirio y vierten sobre el hecho periodístico todo tipo de teorías. Una de ellas apunta a que Glady’s se toma la revancha por un golpe que sufrió con el timón de un barco, cosa inventada naturalmente a no ser que los periódicos tengan enviados especiales al fondo del mar disfrazados del comandante Cousteau. Hay que entenderlos, porque la gente, por lo general, se flipa con los documentales y, aunque no haya salido de su pueblo, les habla de tú a los guepardos del Ngorongoro, y por eso es proclive a consumir estas majaderías antropoformes que me divierten tanto.

Cuentan que Glady’s ha aleccionado a las demás orcas y ha formado una suerte de talde submarino contra el tráfico marítimo entre Europa y África. Sin duda, mi teoría preferida es la que enuncia con todo lujo de detalles cómo Glady’s proyecta contra los cascos de los barcos el enfado por el abuso que cometen los hombres con el Planeta, esto es que Glady’s es una orca decrecentista, un poco Thumberg, un poco el Capitán Nemo de las orcas o algo.   

Vengo aquí a celebrar la violencia de Glady’s, ‘cojo manteca’ del mar, pues devuelve al animal al territorio que le corresponde, que es el de lo salvaje, y lo apea de las fantasías de leones que hablan y no quieren comer carne en la que los situó terriblemente la industria del cine infantil. Hablo de ese gran equívoco desde el que hablan los animalistas cuando dicen que las orcas «son nuestros parientes y manejan una cultura que viaja de generación en generación gracias a las canciones de sus antepasados». Esto lo dice Slow Factory, una ONG que dice plantear la lucha ante las crisis climáticas y por los derechos humanos de una manera «creativa». Y tanto. 

«Glady’s viene a vengarse de la humillación de haber vendido peluches con su nombre y de ponerlas a salpicar hasta la fila doce de la grada de la piscina de un acuario»

Habrá más gente dispuesta a escuchar las canciones de las orcas que al abuelo que vive en la residencia y siempre cuenta la misma batalla del Ebro, pero esa es otra historia. 

Digo que celebro a la orcas de la kale borroka del mar de Cádiz porque necesitamos huir de la visión humanizada del animal que terminará con el animal y con el humano. Glady’s, en cambio, se erige sobre una ferocidad que no se puede abrazar, que no se puede achuchar, que no se puede humillar a base de los mimitos de ese ciclista que, viendo un jabalí en una cuneta, le ofrece las galletas que lleva en la mochila diciéndole «Hola, cerdito» y bautizándolo como Piggy antes de que el jabalí le abra el gemelo de una dentellada. 

Las orcas reconcilian al animal con su animalidad y con su leyenda allende los mares por las que las orcas eran asesinas y no este ejercicio grotesco de convertirlas en mascotas de gente que da dinero a una oenegé que lleva a tipos a intentar acariciarlas desde las bordas de los barcos (quizás les moleste toda esa gente que se tira selfies con ellas). Viene a vengarse de la humillación de haber vendido peluches con su nombre y de ponerlas a salpicar hasta la fila doce de la grada de la piscina de un acuario. Glady’s y sus amigas, al fin salvajes, poderosas y bellísimas, han salido ahí a matar y a hundir barcos, que es lo que les corresponde como leyenda de la lista de los monstruos del mar que han dado vida a los hombres y a los dioses. Para ser mitológicas solo falta que alguien salga a cazarlas. 

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