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Lo Indefendible

Por qué necesitamos los Sanfermines

«La fiesta ha estallado y han saltado en mil pedazos la rutina, la tristeza y la desesperanza. Acaba de morir el invierno en todas sus formas»

Por qué necesitamos los Sanfermines

Encierro de los sanfermines. | Europa Press

Acaba de sonar el chupinazo. El cohete se elevó rabioso del balcón del Ayuntamiento sobre una estela de gritos: ¡San-fer-mín! ¡San-Fer-mín! Dibujó una línea blanca en el cielo que subió muy rápido y pronto se fue cansando, haciéndose más lenta hasta que apareció allí arriba una nubecita blanca: «BUM». La fiesta ha estallado y han saltado en mil pedazos la rutina, la tristeza y la desesperanza. Acaba de morir el invierno en todas sus formas. Por la calle Chapitela trepa una marea de gentes empapadas en vino, en gritos y bailes y vapores del champán. 

Hemingway escribió que la fiesta había estallado y la onda expansiva ha desplazado las normas hasta ahora observadas y las ha sustituido por el desorden y el caos que ocupa el espacio público. Donde hasta hace un rato todo eran autoflagelaciones, señalamiento, desconfianza, dieta estricta, rendición de cuentas y medición de faldas, en ese espacio ahora solo hay sanfermines, que no es una cosa que tiene que ver con el número de gente o con la cantidad de litros de alcohol per cápita, sino con un pacto con la alegría de ser y sentirse humanos.  

«Comprenden que hallarán el cariño de otros por el hecho tan sencillo y aún mágico de haber coincidido en espacio y tiempo sobre esta bola de piedra»

El uniforme sanferminero: ropa blanca, pañuelo y faja rojos, han desdibujado los signos de identificación de la vestimenta habitual con que las personas se diferencian de los demás y ahora visten todos iguales porque de alguna manera quieren ser todos iguales, divertidos, sonrientes, cachondos en esta masa ruidosa en la que bailan sin conocerse, se abrazan sin conocerse y se besan sin conocerse. Nadie sabría decir de ninguno de ellos si es pobre, rico, si sus apetencias sexuales son las normativas, si vota al PP o a Txapote, si va a misa, si desciende de una familia de esclavos o de marqueses, si es vegano o carnicero, religioso o soldado del poliamor. Saben de esa manera tan intuitiva, tan de piel pegajosa de sangría con piel pegajosa de sangría, digo que entienden que en la humanidad encontrarán otros que les sonrían, les quieran y les amen sin importar de dónde vienen, quiénes sean y en qué urna pongan su papeleta el 23-J, que parece tan lejano. Comprenden que hallarán el cariño de otros por el hecho tan sencillo y aún mágico de haber coincidido en espacio y tiempo sobre esta bola de piedra preñada de fuego lanzada alrededor del Sol a equismil kilómetros por hora. Todas las fronteras que falsa y peligrosamente dibujaron entre ellos se acaban de desvanecer y no son más -ni menos- que dos humanos agarrados de los hombros en mitad de la mayor fiesta del mundo, antídoto de tantas miserias.   

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