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Psicopatologías del 23-J y la tarjeta de visita de Kevin Spacey

«Las caras en la noche electoral eran un poema, y el poema se ha venido prolongando sin que se divise el verso final»

Psicopatologías del 23-J y la tarjeta de visita de Kevin Spacey

Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular y candidato a las elecciones generales | EuropaPress

1. Además del ganador Feijóo, los perdedores de las elecciones del 23-J somos los que dábamos por hecho que Sánchez saldría del Gobierno. Es interesante la mirada que se echa atrás una vez que se conoce el resultado: la nitidez con que se perciben todos los hilos de nuestro error, de qué manera tan pasmosa se ve (ahora sí) en qué estábamos equivocados. La vida en presente es una maraña que se aclara cuando se conoce el desenlace.

2. ¿Qué pasa con aquellos a los que nos repugnaba un gobierno del PP con Vox, pero también nos repugna el gobierno que podrá montar el PSOE con sus socios habituales más otro aún peor? Estamos fuera. 

3. La, así llamada, conversación española nos elude a los que estamos fuera porque sus adjetivaciones ideológicas no se corresponden con las nuestras. Sobre todo las de la izquierda, que para nosotros (¡los cuatro gatos en cuyo nombre hablo; no descarto ser un único gato que habla en primera persona del plural!) es pseudoizquierda o izquierda reaccionaria, o incluso derecha o extrema derecha. 

«Se es más de izquierdas cuanto más cerca se está del nacionalismo»

4. La obscenidad de Ortuzar diciendo que el PNV (¡el PNV!) ha frenado a la derecha… La clave de la distorsión española está en aquello que dijo Cayetana Álvarez de Toledo: que en España lo que determina ser o no de izquierdas es estar más o menos próximo al nacionalismo. Se es más de izquierda cuanto más cerca se está del nacionalismo. O sea, se es más de izquierdas cuanto más cerca se está de la derecha o la extrema derecha realmente existentes.

5. La «mayoría de progreso» de que habla Sánchez incluye o pretende incluir todo lo reaccionario que hay en el parlamento, con excepción de Vox. Pero claro, es reaccionario nacionalista: o sea, de izquierdas para la pseudoizquierda.

6. El triunfo (es decir, el no hundimiento) de Sánchez es meritorio. Una proeza. Pero qué espectaculito el de su autosatisfacción despiadada, pequeña, sin ningún resto de elegancia en la noche electoral. Los asentimientos de la realidad le confirman lo que él ya pensaba de sí mismo. Quizá se trate de una euforia debida a que la realidad le da la razón. Y abajo la militancia gritando «¡No pasarán!». Poco edificante en todos los sentidos.

7. Me hizo gracia cuando, poco después de 2008, un amigo psicólogo me habló del efecto que la crisis había tenido en algunos pacientes. Entre estos se encontraban constructores que se habían forrado con el ‘boom’ inmobiliario y que sufrían trastornos relacionados con el narcisismo, los delirios de omnipotencia, etc. «Se han arruinado», me dijo mi amigo, «pero ha mejorado su diagnóstico». Con Sánchez ha ocurrido lo contrario: se ha hecho aún más rico en votos, pero su diagnóstico ha empeorado.

8. También Feijóo tiene su dolencia, como todo el PP: una depresión sobrevenida. Las caras en la noche electoral eran un poema, y el poema se ha venido prolongando sin que se divise el verso final. Ocurría también con los tertulianos aproximadamente de partido, que trataban, sin lograrlo, que la profesionalidad camuflara la implicación personal.

9. Si yo fuera Kevin Spacey, pondría en mi tarjeta de visita: «Absuelto de nueve delitos sexuales».

10. Llevo escribiendo columna(s) todas las semanas, sin faltar ni una sola, desde octubre de 2012 (casi 11 años). Lo he hecho encantado, porque me gusta escribir en agosto además; aunque últimamente, por la pujanza de las noticias, se venía diluyendo la oportunidad del género «columna veraniega». Este año, sin embargo, he decidido tomarme vacaciones. Necesito no tanto dejar de escribir como desconectar de la actualidad. Así que pasen buen verano y hasta septiembre.

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