Mbappé, llama al cartero
«Todo sea por la República, y por el pastizal que los árabes iban a ingresar en la cuenta del futbolista y en la de mamá»
Esto es un sinvivir, no me digan. Con esta margarita del Parque de los Príncipes, que tiene más pétalos que días el calendario, cualquier gesto es una sentencia y el menor de los signos, la mayor de las insinuaciones. Pero, atentos, que no hay mal que cien años dure ni Mbappé que lo resista. Empezó el bueno de Kylian a despuntar en el Mónaco. Allí, ajeno a las ruletas y al no va más, asomaba un espigado futbolista café con leche, velocidad supersónica -eso tan atractivo en el fútbol que es el desborde, hoy carrera en vías de extinción-, regate seco y disparo ajustado al poste, donde la mano del cancerbero no llega. Le echó el ojo el Madrid, dispuesto a pagar los 180 millones de traspaso, pero como tenía la delantera cubierta con la BBC (Bale, Benzema y Cristiano), el cortejado comprendió que su proyecto de futuro pasaba por el PSG. Así que a partir de 2018 comienza el rodaje de la historia interminable (II), titular más chachipén que ese del culebrón de cada verano y cuyo final está por ver. Este suspense, de añejo sabor a bacalao en salazón, sin fecha de caducidad, es la antítesis del anuncio de la muerte, activado desde el día que nacemos: sabemos que la parca nos encontrará y lo que detestamos es que cuando se produzca vamos a estar ahí, ya lo dijo Woody Allen. En el caso de este singular campeón del mundo, el final es un misterio, arcano encadenado a cada día de su existencia, por obra y gracia de Lamari, su señora madre.
En julio de 2022 parecía que Mbappé, por fin, sería jugador del Real Madrid… Entonces intervino Emmanuel Macron, el presidente que susurraba al futbolista y que como el cartero seguro que llama dos veces: «Oye, Kylian, si te vas, la Ligue 1 perderá glamur y millones, así que, por favor, quédate». Todo sea por la República, y por el pastizal que los árabes iban a ingresar en la cuenta del futbolista y en la de mamá. La presencia de artistas principales como Neymar y Messi y acompañantes como Sergio Ramos no era gancho suficiente para que ese Fanton aterrizara en la cima de la Champions. Ni punto de comparación con la Premier, LALIGA, la Serie A o la Bundesliga, campeonatos con solera, superiores. Al tanto de la mediación de «monsieur le President», Al-Khelaïfi, más hueco que un pavo real y más arrogante que Donald Trump, ni siquiera descolgó el teléfono para escuchar la oferta de Florentino: ¡200 millones!
«Entre plato y plato, se supone que el jugador llama al cartero para mandar un recado al Madrid: ¡SOOOS!»
Un año después, la vida sigue igual. Mbappé, que cumplirá los 23 en diciembre, y sus circunstancias recuerdan a la «butaterm», la estufa que calienta pero no quema. Los especialistas, aquellos que no sólo viven de los bulos, mantienen que el sueño onírico, y hasta húmedo, repite cada noche la imagen del jugador vestido de blanco y radiante, cual novia a la fuga, hasta que en los albores del nuevo día descubre el insomne que continúa encarcelado en París, que tampoco es mal sitio para «jartarse» de «confit de canard», de fua y de melón «avec jambon», todo bien regado de champán. Entre plato y plato, se supone que el jugador llama al cartero para mandar un recado al Madrid: ¡SOOOS!
Sea cual fuere el desenlace de esta telenovela, que haría felices incluso a los madridistas que se sintieron despreciados y que hoy claman por un 9 -el dorsal sigue sin dueño- porque el equipo no le hace un gol a una silla, la realidad de la situación aconseja un tratamiento progresivo de diazepam o, en su defecto, un lexatin cada ocho horas. Tan probable es que cuando se publique este artículo Mbappé sea jugador del Madrid como que la operación no cuaje hasta la próxima temporada, incluso jamás de los jamases. «Si vivir es nacer a cada instante» (Erich Fromm), seguir las peripecias del «caso Mbappé» es morir cada minuto.
«Estas guerras de nervios, que no hacen sino espabilar al personal de la modorra veraniega, las genera sobre todo el fútbol»
Estas guerras de nervios, que no hacen sino espabilar al personal de la modorra veraniega, las genera sobre todo el fútbol; aunque el menos cabal de los mortales, al echar cuentas de la cantidad de fichajes que los periodistas movemos un verano sí y otro también, se percatará de que no hay plantilla que resista semejante trajín, ni siquiera la del Barcelona, una exageración en sí misma. En otros deportes, lo cotidiano fluye sin esa ansiedad, porque, como dijo John Lennon, «la vida es eso que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes». No se imaginaba el «beatle» cuando hizo la reflexión que un tal Mark David Chapman iba a asesinarle apenas cumplidos los 40 años.
No somos nadie y menos cuando nos duchamos; pero si quieres ahorrar energía, dúchate con un/a amigo/a y despreocúpate de Mbappé, que le den. Sabido es que el abuso de diazepam tiene efectos secundarios muy perniciosos, más allá de los mareos, la somnolencia, los dolores de cabeza o el estreñimiento. Un remedio para distraer la atención de la «noticia del verano» es seguir a la selección española de fútbol en el Mundial femenino de la tierra media. Jorge Vilda ensayó en Auckland la enésima revolución en el equipo y el resultado fue el juego más atractivo y consistente de todo el campeonato y un 5-1 abierto a los mejores augurios. Aitana Bonmatí lideró frente a Suiza la imprescindible rehabilitación después de la bofetada japonesa. Lo histórico: próxima parada, en cuartos. Lo coyuntural: ¿Kylian, has llamado al cartero? Pues hazlo, que no te importen las veces.